República de colores

Publicado el colordecolombia

Jóvenes guajiros que alegran el alma con labores sociales

Crónica de la visita de seis jóvenes del corregimiento de Palomino, municipio de Dibulla de La Guajira, a una vereda del Magdalena para alegrar a niños.

Por Liliana Marcela Urda Romero*

Hace unos meses me mudé a la vereda Marquetalia del corregimiento de Guachaca, Distrito de Santa Marta. No estaba totalmente de acuerdo con la decisión que habían tomado mis padres, pero la respeté.

Mis expectativas respecto a la población no era la mejor; además, sentía que no iba a ser la mejor navidad. El Covid-19 nos obligaba a mantenernos en casa y alejados de nuestros seres queridos.

Esas cuatro paredes más que ser bloques de ladrillos eran el resguardo perfecto, el sitio ideal para salvaguardar la vida.

El día 23 de diciembre del 2020, en horas de la tarde me senté en la terraza de mi casa. Estando allí, pasa un motocarro (de tres ruedas) con seis jóvenes. Se estacionan en una de las esquinas  y un joven de piel morena  y sonrisa espléndida se baja del vehículo. Se acerca a mí para entregarme un carrito elaborado en guadua.

-Este carrito último modelo es para que se lo den al niño, me dice el joven.

– Muchas gracias, le respondí.

Quedé anonadada con el detalle. Y él, muy sonriente, se va alejando. Su rostro relucía lo feliz y orgulloso que se sentía. Él y sus compañeros  por entregar este tipo de regalos.

Sus corazones se regocijaban en saber que con pequeños detalles, que para muchos son insignificantes, le daban valor a aquella época, vista y percibida por los colombianos como el mes en el que sobreabunda la alegría, el amor y la paz.

Estas personas dieron de lo que tenían, con todo el amor del mundo, para sacar sonrisas a estos niños de bajos recursos.

Me levanté de donde estaba sentada  y me dirigí con los ojos aguados hacia mi celular, que se encontraba sobre la mesa. Lo tomé con la intención de retratar a estos jóvenes.

Cuando llegué al lugar, se encontraban sentados dentro del motocarro con costales llenos de «carritos último modelo». Presencié cómo les entregaban estos obsequios a los niños del barrio.

Sus gritos y risas eran como un canto celestial, su emoción era a flor de piel. Si, sí se notaba la navidad, y no solamente por regalos, sino por las carcajadas, el amor que se percibía, por la paz que daba el ver los actos buenos.

Le dije al joven de suéter blanco si me permitían tomar una foto, a lo que todos accedieron; me preparé para retratarlos y hacerles unas cuantas preguntas. Me daba mucha curiosidad el por qué de su iniciativa, cómo fue el proceso y qué había detrás de todo eso.

Yilmer Jaimes Picón (izq) y su grupo de trabajo  social en tierras olvidadas, como la vereda Marquetalia de Santa Marta. 

La primera pregunta que le hice fue: ¿cuántas veces han hecho esta labor? El líder del grupo, Yilmer Jaimes Picón, me responde:

“Es primera vez que hacemos esto. Cuando decidimos hacer juguetes, pensamos primero a quiénes se los daríamos y dijimos que serían para los niños del Parque Nacional de los Flamencos. Pero, debido a la pandemia y a que no todos teníamos licencia para conducir, no pudimos ir. Así que escogimos dárselos a los niños de la vereda los Achotes y Marquetalia”.

Este joven de tan solo 25 años es un apasionado por las labores sociales. El verlo fijamente a los ojos, ver su forma de expresarse me confirmaba lo que hace rato percibía.

Luego de hablar con él por un buen tiempo, descubro que la emoción y felicidad de ellos no solo estaba en el momento de entregar los regalos, sino desde que nació la idea.

No sabía cómo explicarme las sensaciones tan hermosas que sintieron todo el tiempo que pasaron elaborando esos carritos, pero, me dijo claramente que todo fue charlas, risas, alegría. Que nada se compara con la satisfacción que tienen y que cada peso gastado valió la pena.

Una de las cosas más interesantes fue que no tuvieron ninguna clase de ayuda externa, sino que ellos mismos buscaron las herramientas, los materiales y sus manos hicieron cada “carro último modelo”.

Proceso de fabricación de carritos «último modelo» en Dibulla, La Guajira.

Le puede interesar: «En Barranquilla me quedo» del Joe Arroyo y un elogio del ser caribe

Estos seis jóvenes luchan por hacer un cambio y no descansaran hasta lograrlo. No solo regalan juguetes, sino amor y alegría. Sus labores sociales continúan, de una forma diferente como hacer limpieza ambiental tres veces a la semana en diferentes veredas y en el corregimiento de Palomino, municipio de Dibulla, La Guajira.

Estos actos me devuelven la esperanza y aumentan mi fe en que todavía existen personas buenas y que podemos lograr grandes cambios. Transformemos el odio en amor, la tristeza en alegría y la guerra en paz.

* Escuela de entrenamiento en periodismo para estudiantes, convocatoria 2021-1, de Fundación Color de Colombia.

Comentarios