Reencuadres

Publicado el Manuel J Bolívar

¿Para qué leer novelas…?

 

No acudan a mí con la verdad

Olav H. Hauge (poeta noruego)

No acudan a mí con la verdad.

No traigan el océano si me ven sediento, 

ni el cielo si pido por la luz;

traigan mejor indicios, un poco de rocío, una partícula,

así como los pájaros llevan del agua solo gotas,

y el viento

una brizna de sal.

Sin duda es una pregunta capciosa. Sobretodo para fervientes lectores de literatura. Supondrán que es propia de un espíritu extremadamente utilitarista. No obstante, cuando se trata de promover y defender la lectura de novelas, cuentos y poesía cabe exclamar: ¡líbranos de prejuicios! No importan las razones por las cuales una persona incursiona en la lectura; hacerlo es bueno para ella y para la humanidad.

Joseph Badaracco Jr. es profesor emérito de Harvard Business School. Dicta una cátedra de liderazgo, comportamiento organizacional y ética de los negocios basada en lecturas de literatura de ficción. Se inscriben alumnos de posgrado que buscan una aproximación a estos temas desde el arte y no mediante métricas y ecuaciones. Lo que se expresa a través de historias y fórmulas poéticas refleja mejor las sutilezas y tribulaciones del comportamiento de las personas y sus decisiones. 

En esta clase abordan libros como Antígona de Sófocles, Muerte de un viajante de Arthur Miller, El copartícipe secreto de Joseph Conrad. Los autores ubican sus personajes en universos enrevesados, ambiguos, llenos de instantes en los que deben elegir no siempre entre lo bueno y lo malo sino entre lo bueno y lo bueno. Momentos en los cuales se entrecruzan la moralidad, las convicciones personales y las imposiciones prácticas de la vida. Allí no abundan las respuestas simples y, por el contrario, se afrontan preguntas difíciles sobre la condición humana, el manejo de la adversidad y los retos que trae la aventura de vivir. 

Por ejemplo, en el cuento precitado de Conrad, un capitán encuentra en su barco un fugitivo acusado de un crimen, pero duda de su culpabilidad. ¿Qué reflexiones debe plantearse un líder frente a este tipo de situaciones? ¿Deben predominar sus convicciones personales o los mandatos legales? ¿Asume la responsabilidad plena de sus acciones o la elude dejando a otros que actúen? ¿Cómo manejar la empatía que le despierta el otro pero a la vez cómo cumplir con su deber? En la vida de la dirección de empresas y estados este tipo de dilemas se viven a diario. ¿Cómo defender el orden frente a quienes desean transformarlo? ¿Cómo despedir a un empleado —que tiene familia y obligaciones— cuando el negocio exige la disminución de costos y mayor productividad? 

Por supuesto, la literatura no presenta soluciones de manual, ni impone dogmas. Solo nos deja entrever el camino interior de autoanálisis y reflexión que los personajes recorren. El choque entre valores y pragmatismo es una de las pruebas cotidianas en la vida de un líder y de cualquier persona en la vida real. Y ningún escenario más apropiado para verlo y analizarlo que una buena novela o cuento. 

William Ospina es uno de los más connotados escritores de Colombia. De su mano creativa nos dejamos guiar para conocer el mundo de la conquista de América. Su trilogía de novelas es, para muchos, el mejor acercamiento a este periodo. Ursúa aborda la historia del conquistador Pedro de Ursúa; en El país de la canela narra la llegada de Francisco de Orellana al río Amazonas; y La serpiente sin cola cuenta la historia del mismo Ursúa pero esta vez en sentido contrario buscando el país de las amazonas y los crímenes en esas tierras de Lope de Aguirre. Si no fuera por la investigación y la imaginación del escritor, no conoceríamos las intimidades y los detalles de estas épicas. Sus novelas ilustran a la perfección lo que dice Joseph Conrad: el novelista es un historiador de las emociones; y sin ellas no hay historia completa, porque los hechos no cuentan todo.

La ficción de las novelas nos adentra en la mentalidad de los protagonistas, fluimos en su conciencia, en el proceso de sus decisiones, «habitamos en la piel de otros», en el ímpetu que los mueve para enfrentar retos. La literatura cumple su labor de ayudarnos a entender y comprender; derribar prejuicios; modificar nuestro aparato de percepción; alterar nuestra organización cerebral. Jamás es una «cosa neutra», inocua, como pretende el gobierno colombiano en su bochornosa intervención en la Feria del Libro de Madrid 2021. Entre otras razones, porque la literatura no revela verdades sino puntos de vista. Estimula la controversia y el intercambio de miradas. Nos entrena para la empatía.

Los ejemplos podrían multiplicarse hasta el infinito. Las novelas, los cuentos y la poesía reflejan y transforman la realidad. Incluso las obras de género policíaco y romántico: cada sociedad se caracteriza por tener sus propias formas de asesinar, investigar y amar. La magnífica novela policíaca Catedrales de Claudia Piñeiro es, en el fondo, la descripción del mundo del fanatismo y la vocación religiosa, el aborto y la ruptura de las familias.

El poder evocador de las palabras pone en marcha nuestro sistema de interpretaciones y nuestra capacidad de asociaciones. Ningún tratado de Sicología o Sociología sustituye o mejora lo que alcanza una obra de ficción, cuando se trata de describir la trama de la existencia de un personaje. Nada como la poesía para dar cuenta de las honduras del amor y los quiebres de la existencia. 

Elogio de la mala conciencia de uno mismo

Wisława Szymborska (poetisa polaca, premio Nobel 1996)

El ratonero no tiene nada que reprocharse.

Los escrúpulos le son ajenos a la pantera negra.

No dudan de lo apropiado de sus actos las pirañas.

El crótalo se acepta sin complejos a sí mismo.

No existe un chacal autocrítico.

El tábano, la langosta, la tenia y el caimán

viven como viven y así están satisfechos.

De cien kilos es el corazón de la orca,

pero no le pesa.

Nada más animal

que una conciencia limpia

en el tercer planeta del sol.

Cierro esta exaltación con dos novelas recientes de autoras colombianas. Se trata de Los abismos de Pilar Quintana, y Esta herida llena de peces de Lorena Salazar Masso. Cada una en diferente contexto es una reflexión sobre el significado de la maternidad. La primera, sobre el deseo de no ser madre, siéndolo; la segunda, la búsqueda de la identidad que define a una madre, sin serlo. Los personajes se mueven en ámbitos culturales, geográficos, sociales, que son descritos con maestría por estas escritoras. La Cali de los ochenta y el Chocó actual. Ambas novelas han sido aclamadas internacionalmente.

Quiero detenerme en la de Lorena Salazar Masso. Además de lo anotado, con su breve novela viajamos por el casi premoderno Chocó y la majestuosidad del Atrato, esa herida llena de peces —como bellamente dice la autora— que provee vida y trae muerte. Allí están la valiente solidaridad de las mujeres chocoanas y la música de las cantaoras acompañando los mejores y los peores momentos de una vida difícil. Está presente, casi sin nombrarlo, el conflicto interno que no cesa. Todo a partir de un viaje por el río Atrato de una madre adoptiva para entregar el niño a su madre biológica. 

Para esto y más sirve la lectura de novelas, cuentos y poesía. Para autoconocernos y reconocernos como individuos y países trágicos y optimistas; para ser mejores dirigentes de organizaciones y de la propia vida; para encontrar las palabras que dicen lo que nosotros no hemos podido descifrar. Para aliviar el alma en un país que tanto la enferma. 

Alta traición

José Emilio Pacheco (poeta mexicano) 

No amo mi patria.

Su fulgor abstracto

es inasible.

Pero (aunque suene mal)

daría la vida

por diez lugares suyos,

cierta gente,

puertos, bosques de pinos,

fortalezas,

una ciudad deshecha,

gris, monstruosa,

varias figuras de su historia,

montañas

-y tres o cuatro ríos.

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