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Sorpresivamente están violandonos

¿Es la violación una cultura?

Todos los días escuchamos expresiones del corte “malditos violadores, son unos enfermos”. Y aunque parece una frase más, se trata de una afirmación con profundas implicaciones. ¿Son todos los violadores seres enfermos o más bien muchos de esos violadores son hijos sanos del patriarcado machista feminicida?

Mi experiencia, tristemente, es que muchas de las familias de Colombia tienen al menos un caso de violación… un abuelo, un tío, un padre o hasta un hermano que abusó sexualmente de una niña, de una adolescente, de una adulta o hasta de una anciana. Autoras como Rita Segato ponen sobre la mesa que esto no puede ser casual.

No tiene sentido hablar de casos aislados cuando tantas familias colombianas padecen estos casos de violencia. Es absurdo pensar que es cosa “de algunos monstruos” cuando prácticamente toda mujer colombiana ha recibido una explicación de las “conductas” que debería tomar para no ser violada.

Nos explican a qué horas no deberíamos salir, por qué sitios no deberíamos pasar, con qué tipos de personas nos convendría no relacionarnos, en qué tipo de espacios sería “aconsejable” que no participemos y que cosas no deberíamos hacer. Nos lo dicen a las mujeres, para no ser violadas, al tiempo que a los hombres poco se les habla del tema y poco se les advierte, de forma equivalente, de que manera deberían actuar para no ser violadores o cómplices, activos o pasivos, del abuso sexual.

Las mujeres crecemos con la violación como tema casi cotidiano a pesar de que en escasas ocasiones se le llame por su nombre. Los hombres, por su parte, son criados con múltiples metáforas alusivas a la violación, por ejemplo en los deportes, en los cuales informalmente se refieren al equipo de fútbol perdedor, con compasión y algo de desprecio diciendo que “se los culiaron” o “se los metieron con vaselina”, solo por citar dos populares e ilustrativos ejemplos.

La violencia sexual, hacia mujeres u hombres, está en nuestras vidas todo el tiempo, como una constante que tiene que ver con hábitos, relatos, consejos y enseñanzas.

Por eso no me sorprenden, aunque me duelan muchísimo, los abusos sexuales llevados a cabo por integrantes del Ejército, o las acusaciones al respecto contra un reconocido director de cine y el alcalde de una de las ciudades más importantes de Colombia. ¿A quién podría sorprenderle? ¿En qué mundo debería vivir uno para que le asombren las denuncias de violación? ¡Que nos indignen y nos aterren es otra cosa! Pero ¿Sorprendernos? No.

Dígame la verdad usted que me está leyendo ¿conoce al menos un caso de abuso sexual en su círculo inmediato? ¿al menos ha escuchado una historia que afectó a un conocido o conocida? ¿En su colegio, universidad o grupo social o laboral alguien habló alguna vez de alguna sustancia química para “abrir piernas” en contra de la voluntad? ¿Conoce a una persona que le ha confesado en medio de una conversación de altisima confianza que alguien se propasó con ella? ¿En las historias familiares ha sabido de una “abuela” a la que se robaron o raptaron, en muchas ocasiones siendo prácticamente una niña?

Todo esto sin hablar del conflicto armado, del abuso que se produce en medio de atracos, de las violaciones sistemáticas que se producen en medio de instituciones como iglesias, organizaciones juveniles o grupos armados, legales o ilegales.

No. Lastimosamentes no son casos aislados. No son unos cuantos monstruos. No son solo unos “enfermos” despreciables o unas “mentes corruptas”. Quisiera decir que sí, pero evidentemente no.

Algunos casos de abuso sexual pueden ser perpretados por enfermos psiquiátricos como Garavito, los cuales incluso llegan a ser asesinos seriales. Pero el grueso de la violencia sexual en Colombia no es llevada a cabo por estas personas con enferemedades mentales.

Puede ser una enfermedad, pero una social o cultural, no una individual. No podemos hablar de casos aislados cuando tantos hogares, tantas tradiciones, tantas conversaciones y tantas precauciones han sido construidas alrededor de la violación. La verdad es que hay una cultura de la violación que se exacerba con los conflictos armados y algunas condiciones sociales extremadamente desfavorables. Pero que esta ahí siempre latente, presta a dañar a las mujeres y a veces también a los hombres, en especial en la niñez y la adolescencia, como forma de doblegarles, disminuirles y aplastarles, o al menos eso es lo que intenta, aunque tantas personas valientes se nieguen con todas sus fuerzas a que un episodio de abuso sexual les anule e incluso partan de allí para reconstruirse y contribuir a la sociedad.

Así que la próxima vez, antes de clasificar a alguien que viola o abusa sexualmente como un ser enfermo, espere: el asunto es más grande que un caso aislado y es probable que esta persona no sea una enferma psiquiátrica sino una hija sana del patriarcado machista violento. Y esto tiene implicaciones, no se trata de excusar a esta persona: es responsable individualmente y no debe justificársele de ninguna manera. Pero más allá de eso, esto nos enfrenta a una realidad concreta: esa persona que esta creciendo en casa, ese niño, adolescente o adulto joven que aún está a nuestro cargo puede llegar a ser un violador, y el reto es que mientras esté en nuestras manos hagamos todo lo posible para no permearlo ni dejarlo permear por esa cultura fatídica que tanto daño le hace a muchísimas personas que amamos. Lastimsoamente, en nuestras mismos hogares podemos estar criando a víctimas y a victimarios, y aunque cambiar toda una cultura es un reto que trasciende nuestros alcances inmediatos, al menos podemos poner nuestra parte para ayudar a a acabarla, trabajando para que de nuestra crianza no salga un hijo sano del patriarcado violador feminicida.

Y usted, que ya es una persona adulta, recuerde: haber nacido y crecido en una cultura de la violación y del abuso sexual no es excusa. Sus acciones siguen siendo su responsabilidad individual y usted tiene la opción de salirse de esa fatídica forma de ver el mundo, de esa cultura que tantas vidas cobra a diario.  Por supuesto que sé que las estructuras de poder que se mueven en la violación de los cuerpos no siempre son las mismas. Aunque todas vienen con el mismo veneno ,el veneno de la violencia machista y del patriarcado. antes de que me digan que no puedo poner en la misma línea de valor la violación de los cuerpos de las mujeres, niñas y niños y la violación de los cuerpos de los hombres les dejo claro que no las estoy poniendo en la misma línea de valor pero si en la misma línea de denuncia. Ningún cuerpo debe ser violado ya sabemos qué los hombres violados generalmente son víctimas de machos violadores no de mujeres y espero en una próxima ocasión hablarles a profundidad de este tema.

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