El Centro Descentrado en medio del Bombardeo a la Infancia
Niños asesinados por la guerra han existido siempre, y sin importar el color político, debemos estar de acuerdo en que encontrar otra salida que no sea bombardearles es una urgencia moral. La visión de que los niños tienen un valor intrínseco y derechos propios es sorprendentemente reciente. Antes de la Convención sobre los Derechos del…
Por Mar Candela Castilla – Feminista Artesanal y Edu-comunicadora
0. ¿Quién diría que el presidente intergaláctico de la vida también autorizaría bombardeos a niños?
Esta no es una pregunta retórica, es un lamento profundo que nos obliga a confrontar la traición ética.
La infancia ha sido históricamente la moneda de cambio más brutal y dolorosa de todos los conflictos. La infancia en pleno, niños y adolescentes en todas sus versiones, no son nuevos en la guerra; han sido cosificados, convertidos en herramientas y armas.
¿Acaso olvidamos las declaraciones en Colombia que redujeron a les menores reclutados a la categoría de “máquinas de guerra”? Esta lógica deshumanizante es la misma que permite justificar que bombardearlos sea un “mal necesario” o un “daño colateral aceptable”.
Desde mi mirada como Feminista Artesanal y defensora de los derechos fundamentales, yo nunca voy a aceptar esa lógica. Es un asesinato de Estado y una aberración moral. La infancia es sujeto de especial protección. Punto.
Es cierto que el uso de menores en conflictos es una tragedia histórica universal. Nuestra propia historia lo demuestra:Francisco de Paula de Paula Santander se sumó a las filas independentistas a los 18 años de edad. Sin embargo, los menores de edad han estado involucrados mucho antes y con edades más tempranas. Desde los pajes y tamboreros de la Europa medieval y los ejércitos europeos del siglo XIX, hasta los jóvenes de las Juventudes Hitlerianas que combatieron en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, la participación de niños y adolescentes ha sido una constante. En la Guerra entre Irán e Irak (1980-1988), la propaganda estatal y religiosa llevó al reclutamiento masivo de jóvenes. Se estima que más de 550.000 estudiantes (entre educación primaria y secundaria) fueron enviados al frente, muchos de los cuales eran menores de edad, y algunos reportes de la época, citados por organismos internacionales, sugieren una tasa de mortalidad extremadamente alta entre estos combatientes, utilizados a menudo en misiones peligrosas como barrer minas con sus propios cuerpos. El costo humano fue devastador, dejando a más de 144.000 niños huérfanos al finalizar el conflicto (Zargar et al., 2007; RFE/RL, 2022). En Colombia, la vinculación existe desde la Guerra de los Mil Días hasta los conflictos contemporáneos, donde se ha documentado el reclutamiento de niños de tan solo 10 o 12 años por parte de grupos armados ilegales. Al igual que en las milicias contemporáneas en Yemen, Siria, la República Democrática del Congo o en las guerras que hoy vemos en Gaza, Israel, Ucrania o Sudán, la dependencia del reclutamiento de jóvenes casi niños persiste. Actualmente, en todas las milicias se llevan a los jovencitos, y por un tecnicismo legal se les considera adultos a los 18 años, algo que, a mi juicio, merece una discusión amplia.
No obstante, que algo haya ocurrido siempre no lo hace éticamente correcto. De hecho, la existencia de niños soldados en la historia solo subraya la falla fundamental de la humanidad.
Niños asesinados por la guerra han existido siempre, y sin importar el color político, debemos estar de acuerdo en que encontrar otra salida que no sea bombardearles es una urgencia moral.
La visión de que los niños tienen un valor intrínseco y derechos propios es sorprendentemente reciente. Antes de la Convención sobre los Derechos del Niño de la ONU (1989), la infancia era vista como mano de obra, propiedad o, como vemos en la guerra, carne de cañón.
Que hoy, en este siglo, con todo el conocimiento y la jurisprudencia de derechos humanos, sigamos debatiendo si es legítimo masacrarles porque han sido reclutados (muchas veces secuestrados, coaccionados o engañados) es una regresión brutal.
Debemos problematizarlo: no hay que adaptarse a la idea de que hay que asesinar a algunos niños para salvar una Nación. La estrategia militar y la táctica deben ser lo suficientemente inteligentes para atacar a los grupos al margen de la ley sin asesinarles. Debe haber otra manera, y cualquier político de este siglo que justifique el uso o la masacre de la infancia en la guerra está traicionando no solo sus promesas, sino el mínimo estándar de humanidad.
1. La Inacción del Centro y el Desafío de la Alternancia
En Colombia, tengo que decirlo, el centro político no está articulado. Está disperso, desorientado y, a menudo, se confunde con una postura que es más bien tibia o, peor aún, decorativa. Lo he repetido y lo reitero ahora: mientras el centro no comprenda su diversidad interna ni el espectro amplio que lo compone, será muy difícil vencer a los extremos.
El punto no es la moderación por la moderación, sino una articulación con discernimiento y un sentido profundamente histórico.
La gran ironía que veo en el nuevo liberalismo es esta búsqueda de una postura sobria en medio de una cultura política que no sabe complementar, no sabe escuchar, y mucho menos sabe tejer. En lugar de construir puentes reales, se repiten fórmulas viejas entre conservadores y liberales que simplemente ya no responden a los dilemas de nuestro tiempo.
Por eso necesitamos alternancia real, no continuidad ideológica. La política posmoderna, querida gente, no se divide simplemente entre derecha y izquierda. El espectro es mucho más amplio, complejo e interdependiente. Pensar que todo se reduce a esa dicotomía binaria empobrece terriblemente el debate. Colombia necesita aprender a tejer una alternativa distinta, una que no se base en el miedo ni en la repetición, sino en la construcción ética de lo público.
Esta inacción del centro se traduce en un desorden absoluto y una incapacidad manifiesta para convertirse en una fuerza política atractiva. El centro, con líderes serios y un proyecto claro, debería estar convocando hoy a la base de abstencionistas, a esos millones de colombianas y colombianos que se derrotaron a sí mismos, que ya no votan, y que perdieron la esperanza en la democracia participativa con justa razón. Estamos entregando el país a los extremos porque no hemos encontrado la manera de ser esa fuerza política sólida que la mayoría anhela, una fuerza que cree que la política va más allá de la izquierda o de la derecha, y donde la diversidad sí es posible. Necesitamos un país donde todas las personas, que aunque piensen y digan diferente, estén dispuestas a dar lo mejor de sí, sin dar cabida a criminales o a gente anti-derechos.
El fracaso de la izquierda no debería ser, simplemente, la victoria de la derecha; debería ser el inicio de la reforma partidista de un país que transforma la política en posibilidad.
Esta transformación exige dignidad: para seducir a la ciudadanía que perdió la esperanza, no bastan las propuestas; se necesitan liderazgos dignos de la investidura.
El centro no ha logrado unirse en lo fundamental y, en cambio, ha optado por coaliciones absurdas en vez de seducir a los abstencionistas y transformar el partidismo de una buena vez. Necesitamos creer que sí hay esperanza y futuro. En medio de esta caricatura y la tragedia, estamos entregando el país al fanatismo y a los extremos, y no deberíamos estar en esta posición.
Esta tibieza que critico resuena con la voz de la anarquista Emma Goldman. Si bien estoy convencida de que el anarquismo y el anticapitalismo como marcos políticos de acción han perdido la batalla y que el reformismo partidista es la única opción real para transformarlo todo, la ética de Goldman es fundamental. Ella nos recordaba que la verdadera emancipación, el verdadero cambio, no puede venir de estructuras que solo maquillan la opresión. Goldman nos invita a rechazar esa pasividad y esa tibieza del centro, que es una forma de inacción que solo beneficia al statu quo y que convierte al centro en una caricatura. El centro debe acercarse a esta radicalidad ética, y hacerlo desde la acción partidista reformista, que es el único camino viable para la transformación profunda que buscamos. Sobre esto nos habló en su ensayo La Tragedia de la Emancipación de la Mujer.
Y en esa misma línea de ética pública, la pensadora boliviana Silvia Rivera Cusicanqui nos enseña que el verdadero acto político se teje desde la praxis comunitaria y en el cuerpo-territorio. Para ella, la democracia no es solo un voto, sino una acción constante de descolonización del poder que se gesta desde las bases, algo que podemos encontrar en su obra Un pensamiento aymara.
En medio de esta desorientación, la gran épica democrática sigue siendo cada vez que la ciudadanía logra quitarle una silla a un corrupto en el Congreso. Aún así, mi deseo —al parecer inviable en esta coyuntura— es ver a Alejandro Gaviria en el Senado. Él debería estar ahí.
Es increíble que el centro no haya entendido el caudal político y la marca propia de Alejandro Gaviria: es un speaker intelectual con una trayectoria académica y ejecutiva probada. Y es precisamente por estas calidades profesionales y éticas que no creo en las narrativas que lo han tildado de ‘traidor’ u ‘oportunista’ simplemente por haber tomado una decisión pragmática ante el dilema electoral. Yo confío plenamente en su integridad. Su decisión fue una muestra de madurez política: priorizar la acción sobre la pureza ideológica. Decidió juntarse desde la fe en la posibilidad y votar por su contrario político, algo que solo hace una persona que realmente ama la democracia y ama a la gente. Había que escoger el menor de dos males para evitar un mal mayor. De eso se trata la política partidista.
El voto que él y decenas de políticos y políticas entregaron al Gobierno actual no era un juramento de lealtad al Mandatario; era un compromiso condicional con la ciudadanía, una esperanza de que él fuese un demócrata de oídos abiertos.
Esta decisión de “bajarse del delirio de superioridad moral” y actuar en la contingencia resuena con la filosofía de Hannah Arendt. Para ella, la esencia de la política reside en la acción y en el juicio dentro del ámbito público, incluso cuando el juicio es difícil. La acción de Gaviria es un ejemplo de la vita activa arendtiana (el concepto de Arendt para la “vida activa” o la “acción” pura, que se opone a la mera supervivencia y a la fabricación de objetos), que se centra en la responsabilidad histórica ante la crisis y no en la pureza ideológica. Arendt desarrolla esta idea profundamente en su obra magna La Condición Humana.
3. La Decadencia Ética: El Bombardeo a la Infancia
Y ahora, la parte más dolorosa. Ya nos enteramos de que este Gobierno ha bombardeado a niños y niñas. La polémica actual por el Guaviare se suma al informe de, al menos, otro bombardeo que costó la vida a menores el pasado octubre, demostrando una dolorosa recurrencia. Esto es una traición a la promesa inicial del Mandatario de que “no van a morir más niños bombardeados” y nos obliga a aceptar una verdad incómoda: el Gobernante no es diferente a ningún otro que haya autorizado bombardear campamentos con menores asumiendo el riesgo como una decisión personal de Estado. Es de los mismos de siempre, solo que a la izquierda. Un encantador de serpientes a la izquierda no es diferente a un encantador de serpientes a la derecha.
No soy experta en seguridad. Soy ciudadana activista, defensora de la vida y de la memoria. La ética no es un lujo. Es una urgencia, y más aún cuando se gobierna.
El Gobierno justifica bombardear para evitar que los grupos armados recluten a menores como escudos humanos. Debemos ir más profundo en la causa. Esos niños y niñas llegan ahí, muchas veces, por la pobreza, la miseria y el abandono, sin oportunidades reales para una calidad de vida que les permita tener acceso a sus derechos fundamentales. Llegan a ese lugar creyendo que van a tener una vida digna, que están existiendo por un bien superior a sus miserables vidas, pues sí, millones de niños se sienten miserables en este mundo. En esa profunda vulnerabilidad es que les lavan el cerebro para que hagan parte de estos grupos infames. Esto es cuando llegan engañados; ni hablar cuando son realmente secuestrados. El llamado ‘reclutamiento forzoso’ es una forma de suavizar lo que realmente pasa. La criminalidad de estos grupos no se puede justificar, Aún así, sí se puede explicar. Y si hay un nicho delincuencial, es el hambre, el abandono y la miseria, acompañado de maltrato y abuso, que acompaña a cientos de niños colombianos que luego están allá, en el monte, dando la vida por una causa que ni siquiera entienden, aprendida de memoria por resignación. No puede ser que el país que con orgullo cree en Dios mayoritariamente, con ese mismo orgullo, justifique el bombardeo a niños por alguna razón. Esa lógica plantea una pregunta que nos debería helar la sangre: ¿quién decide qué vida vale más? ¿Desde qué lugar se toma esa decisión?
Esta pregunta nos lleva al dilema ético fundamental. Michael Walzer, en su libro Guerras Justas e Injustas, nos advierte que incluso en contextos de guerra hay límites morales que no pueden cruzarse. Y desde la óptica feminista, la teórica Joan Tronto, desde la ética del cuidado, recuerda que la vulnerabilidad debe ser el centro de toda decisión pública. En este sentido, bombardear en nombre de la paz es una contradicción que normaliza el lenguaje de guerra. Gobernar, al final del día, es cuidar.
El Derecho Internacional Humanitario es claro: los menores reclutados siguen siendo víctimas, no combatientes legítimos. ¿Cómo puede entonces justificarse su muerte como daño colateral? La contradicción entre el opositor, que denunciaba, y el Gobernante, que justifica, no es solo política: es ética.
El sociólogo Avishai Margalit, en La Sociedad Decente, nos recuerda que la legitimidad política se destruye cuando se traicionan los principios sin reconocerlo. Justificar la muerte de niños y niñas que deberían ser protegidos es una humillación radical a la base ética del Estado. Como bien lo dijo Silvia Rivera Cusicanqui: “el poder tiende a reciclar sus violencias”.
4. El Deber de No Callar y la Coherencia que Exigimos
Como Feminista Artesanal, me niego a aceptar que la ética se suspenda a conveniencia. Ninguna estrategia, por “necesaria” que sea, justifica la muerte de menores. La vida no es una variable táctica. Los niños y las niñas no son escudos. La infancia es sujeto de especial protección. Callar ante su muerte sería traicionar lo esencial.
Por eso, citar a la gran Rosa Luxemburgo antes de que me encasillen en cualquier extremo, es necesario: “El deber de quien piensa es no callar”.
Como Edu-comunicadora, pienso en voz alta. La coherencia ética no es un adorno del discurso, es la base para defender los derechos fundamentales, incluso —y sobre todo— desde el poder. Bombardear niños y niñas es inaceptable. Reclutar menores es crimen de lesa humanidad. Que sea ‘legal’ no lo hace correcto. El actual gobernante no debió ser quien diera la orden o autorización al bombardeo de niños.
Esta reflexión se amplió por la fuerza de la realidad: el tiempo me pasó por encima y esta decadencia absoluta apareció. La coherencia exige nombrar lo que duele, incluso cuando incomoda. Porque la ética no se posterga. Porque la infancia no se negocia. Porque la memoria no se calla.
Agradecimiento: Agradezco especialmente a la productora audiovisual Kelmen Gómez, quien hizo posible la producción y realización del video de opinión que hoy les presento, el cual grabé días antes del bombardeo a menores. Su sensibilidad, profesionalismo y compromiso con la palabra ética hicieron posible que esta reflexión tuviera también una dimensión visual y pedagógica. Gracias por ayudarme a sostener la voz cuando más se necesita.
Bibliografía y Fuentes de Consulta
Aquí se detallan las fuentes y autores citados en esta columna de opinión para consulta de todas las personas:
Filosofía Política y Ética
Arendt, Hannah.La Condición Humana (1958).
Margalit, Avishai.La Sociedad Decente (1996).
Tronto, Joan.Moral Boundaries: A Political Argument for an Ethic of Care (1993). (Ética del Cuidado)
Walzer, Michael.Guerras Justas e Injustas (1977).
Pensamiento Crítico y Feminismo
Goldman, Emma.La Tragedia de la Emancipación de la Mujer (1910).
Luxemburgo, Rosa. Frase célebre: “El deber de quien piensa es no callar”.
Rivera Cusicanqui, Silvia.Un pensamiento aymara y otras obras.
Fuentes Históricas y Contexto de Conflictos Armados
Radio Free Europe/Radio Liberty (vía JNS.org). (2022). Iran’s sickening use of child soldiers. (Detalla la movilización de más de 550.000 estudiantes al frente y la alta mortalidad entre combatientes en la Guerra Irán-Irak).
Zargar, M., Araghizadeh, H., Soroush, M.R., & Khaji, A. (2007). Iranian casualties during the eight years of Iraq-Iran conflict. Revista de Saúde Pública, 41(6). (Estudio académico que proporciona datos sobre muertes totales y el número de niños huérfanos por la guerra).
Refworld (UNHCR).Child Soldiers Global Report 2001 – Iran. (Documenta el uso extensivo de niños soldados por Irán en la guerra).
Fuentes Periodísticas sobre la Controversia en Colombia
El País América Colombia y otras fuentes (2025). Informes sobre el bombardeo en Guaviare, la confirmación de la muerte de menores, y los reportes de otros casos en meses previos bajo el actual gobierno.
Se recomienda buscar las publicaciones bajo los títulos como “Un bombardeo de las fuerzas militares pone en apuros a Petro por la muerte de varios menores de edad” o “Cuatro niños más murieron en otro bombardeo…”
Mar Candela
Periodista Para el desarrollo humano – Comunicadora para la vida y las resistencias. Edu comunicadora , Escribidora, disléxica , neuro divergente, Autista. madre. esposa ,Ama de casa . Ácrata
Quién propuso la iniciativa de Feminismo Artesanal – Expositora de opinión y este es un espacio de reflexiones desordenada con textos largos.
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