Los meses del año solicitaron una asamblea urgente en las dependencias del Universo. En el mundo de las peticiones y deseos humanos, mes a mes retumbaban las voces de miles de millones de personas, pidiéndole a los meses sorpresas. “Bienvenido, septiembre, sorpréndeme”, “Este es mi mes, sorpréndeme, septiembre”.

Al inicio de cada mes, estas palabras resonaban en el universo de los intangibles. Los meses estaban agobiados; la ansiedad los consumía al inicio de su periodo, pero ninguno decía nada. Cada uno llevaba su estrés en silencio. Bastante trabajo tiene cada mes en su guardia: ciclos de vida, migraciones de animales, preparar el clima para las estaciones, colocar huracanes, trombas y tornados en el momento exacto.

Los meses tienen una agenda difícil, y no trabajan solos. Cooperan interdisciplinariamente con otros departamentos del universo y del planeta. Deben coordinar con los días, las horas, las deidades del clima —que son malhumoradas y caprichosas—, y los devas del mundo animal, para que los patos no se desorienten en sus migraciones y los árboles pierdan sus hojas en el momento apropiado. También ayudan a Solsticio y Equinoccio con sus eventos anuales, que requieren de preparación conjunta entre varios meses. Cada mes tiene tanto trabajo, a veces tan milimétrico, que resulta realmente estresante. Durante su guardia de 30 o 31 días, trabajan sin parar, 24/7, sin tiempo ni para comer. Excepto Febrero, el mes privilegiado; en la Tierra es el consentido del Universo. Nadie sabe por qué es el favorito, aunque hay muchos rumores. Pero esa historia no es la que estamos contando aquí.

Llegó Septiembre, inició su periodo de guardia y, de inmediato, empezaron a resonar en su ser millones de “Septiembre, sorpréndeme”. La ansiedad se apoderó de él y pensó: “¿Con qué diablos quieren que los sorprenda? ¿Quién les dijo que los meses damos regalos mágicos? ¿De dónde sacaron la idea de que podemos cambiar el curso de sus destinos cuando comenzamos en el tiempo planetario? ¡Los humanos creen que somos magos cósmicos o algo así!”

Desde el 30 de agosto, la frase “Septiembre, sorpréndeme” resonaba dentro de su ser. Ya era 9 de septiembre, y Septiembre entró en pánico. Se acostó en la luna, incapaz de respirar su aliento cósmico; su palpitar de vida se aceleró y el mundo empezó a derrumbarse lentamente. Grupos de ballenas encallaron porque migraron el día equivocado; la agenda entre los devas animales, las horas, los días y los ciclos de la vida se había borrado durante el ataque de ansiedad de Septiembre. Nadie sabía cuándo debían migrar las ballenas.

Un huracán se desató en las costas de Chile. ¿Un huracán en Valparaíso? ¿En septiembre? Y en lugar de temblar en México, como todos los septiembres, empezó a temblar en Alemania. Al ver que todo se volvía un caos debido a su pánico, Septiembre decidió convocar a todos los meses a una asamblea extraordinaria. El motivo: las peticiones humanas de que los meses los sorprendan. También asistieron las estaciones del año, para servir de apoyo y mediación.

Formaron un círculo, y Septiembre tomó la iniciativa: “Estoy desesperado. Resuena en mí, días antes de mi guardia, la petición humana de ‘Septiembre, sorpréndeme’. Hoy ya es nueve y no deja de retumbar en mi ser. No puedo ni escuchar mis pensamientos. Esas voces suenan tan fuerte que se me olvidan los ciclos y mis labores diarias. Ni siquiera asistí a la reunión con las Placas Tectónicas para mediar y evitar que tiemble en México el 19 de septiembre. ¡’Sorpréndeme, sorpréndeme’ es lo único que escucho y no puedo más! ¡Los meses no sorprendemos a los humanos! Esto es algo a lo que debemos ponerle fin. Sé que todos lo sentimos, pero ninguno de los doce dice nada. Ya es suficiente con soportar en silencio esta tortura humana”.

Enero tomó la palabra: “No quiero minimizar tu sentir ni comparar ansiedades, pero yo soy el primer mes del año. Lo que tú vives, multiplícalo por un billón. Los humanos creen que yo tengo el poder de darle rumbo a sus vidas, lo que tú recibes durante 15 días, yo lo recibo casi que los 30 días. Mi técnica para no sucumbir a la ansiedad es hacer ejercicios de respiración y escuchar a Arvo Pärt. Me ayuda a ignorar los ‘sorpréndeme’, ‘este será mi año’, ‘aquí comienzan 365 días de oportunidades’ y demás afirmaciones que resuenan en mí. La mayoría de los humanos son estúpidos, algunos por pura ignorancia, no saben cómo funciona el universo, y otros porque deciden serlo. Y como todos sabemos, la estupidez es infinita, lo que la hace imparable, y en cualquier momento ocurrirá algo peor que los miles de millones de ‘sorpréndeme’. Tenemos que manejarlo, porque no podemos detenerlo. Al menos, demos gracias de que solo lo piden en español, inglés y portugués. ¿Se imaginan si los chinos también lo pidieran? No hay solución”.

Diciembre, con una sonrisa de angustia, agregó: “Todo lo que vive Enero, yo lo experimento triplicado. Concuerdo contigo, esto no tiene solución. ¿Cómo le quitamos la estupidez a los humanos? Es que no tienen cura. El antídoto para su estupidez lo tienen ellos mismos: autoconocimiento, aprendizaje y reflexión. Pero se niegan a usarlo. No se puede sanar a quien no quiere ser curado.  Además, ¿saben cuántos videos en YouTube, Instagram y TikTok fomentan que los meses deben sorprenderlos? No hay forma de hacerles entender que no damos sorpresas del destino ¡No sorprendemos a nadie! Solo queda resignarse”.

Noviembre, quien menos afecto le tiene a los humanos, intervino: “La solución siempre ha sido la misma: que sufran una aniquilación y surja una nueva especie dominante. Los humanos son tóxicos, van a destruir todo. Y con su capacidad de autodestrucción, hasta nosotros saldremos afectados. Como ha sucedido en el ciclo del tiempo universal, deben ser aniquilados para que una nueva especie, con suerte mejor, tome su lugar. A mí me gustan los gatos, son adorables e inteligentes. En la próxima asamblea del destino, deberíamos proponer los doce eso: que se acelere la aniquilación humana. Creo que los días, las deidades del clima y muchos otros se unirían a nuestra petición. Solo hay que charlar con las distintas dependencias del universo. Estoy seguro de que muchos quieren que los humanos desaparezcan. Ya han durado mucho, y se merecen su aniquilación”.

Junio añadió: “Concuerdo, lo humanos me tienen harto, pero yo propondría a los perros como la nueva especie dominante. Son puro amor incondicional, inteligentes y sensatos”.

Marzo dijo: “A mí me gustaría que fueran los pandas. Son más adorables que los gatos y amorosos como los perros. ¿Se imaginan la Tierra gobernada por pandas? Puro amor y sonrisas”.

Primavera, como invitada, alzó la voz: “No soporto a los humanos. Se dicen amantes de la naturaleza, pero son crueles. Por supuesto, no todos son así, pero es como una macabra lotería cada vez que nace un humano; nunca sabes qué saldrá de ahí. Estoy a favor de adelantar la aniquilación y de los pandas como nueva especie dominante”.

Agosto, buscando calmar los ánimos, intervino: “Respiremos. No podemos solicitar que se adelante la aniquilación de los humanos. Esa decisión solo la puede tomar el Comité de la Creación, y los humanos tienen poderosos lobistas intercediendo por ellos, para que su aniquilación se posponga más allá de la fecha prevista. Además, somos los guardianes de los ciclos naturales de la vida en la Tierra. Pedir que se adelante su aniquilación va en contra de nuestra misión universal”.

Abril preguntó: “Entonces, necesitamos alguna solución, ¿qué hacemos para aligerar esta carga humana?”

Febrero, que hasta entonces había estado callado, dijo: ¿Qué hacen los humanos cuando no quieren escuchar lo que sucede a su alrededor?  Ponen música. Se colocan audífonos, suben el volumen de sus equipos, cantan…  Y, aunque sean una plaga —eso es innegable—, son capaces de crear cosas hermosas, como la música. Mi propuesta es que, cuando empiecen a pedirnos que los sorprendamos, pongamos música. Cada uno de nosotros elige lo que más le guste. Yo pondré a Nina Simone y John Coltrane. Pero hay de todo: Bach, Silvio Rodríguez, Norah Jones, Ricky Martin… hay mucho de dónde elegir. Pero, ojo, nada de Bad Bunny, porque ahí sí que perderán la cordura”.

Julio agregó: “Estoy de acuerdo. Con música, sobrellevaremos esta tortura del ‘sorpréndeme’ mensual. Es lo más sensato”.

Los doce meses estuvieron de acuerdo. La cura para la tortura de la estupidez del “sorpréndeme mensual” era la música.

Y así, una vez más, los humanos se salvaron de una aniquilación adelantada. La música los salvó. Al fin y al cabo, la música tiene ese don casi milagroso de curar y redimir. Porque, después de todo, ¿hay algo más mágico que la música?

Ahora, toquemos tierra y hablemos del asunto, aquí, en este lado del mundo, entre humanos, abordemos este tema tan serio que podría generar una adelantada aniquilación humana.

De dónde salió esa ridícula tendencia de “Bienvenido enero”, “Sorpréndeme septiembre”, “Octubre, no me falles”. Y así, uno tras otro, mes tras mes, como si los seres humanos tuviéramos la obsesión de pedirle al calendario que nos saque de nuestra vida rutinaria o, en su defecto, nos libre de la gris monotonía y los infortunios de la vida. ¿Quién se la inventó? Debe existir un responsable ¿de dónde salió esta curiosa tendencia de hablarle a los meses como si fueran una especie de magos cósmicos? Y aún más importante, ¿qué nos dice sobre nuestra sociedad que cada vez más personas le pidan a un mes que las sorprenda?

Debo comenzar con la confesión de que, también he sido víctima de este extraño ritual, aunque sea en broma. Seamos honestos, con las vueltas que da la vida, llegamos a septiembre después de haber sobrevivido al caos de los primeros ocho meses, y el único consuelo es pensar: “¡Sorpréndeme septiembre, pero para bien, por favor!”, aunque en realidad cuando pedimos ese “sorpréndeme” no sabemos si para bien o mal, precisamente porque es sorpresa.

Lo fascinante de esta nueva costumbre es la mezcla de ironía y esperanza. Esta tendencia parece una especie de rezo moderno. No oramos a santos, pero sí hablamos con los meses, como si tuvieran el poder de cambiar nuestras vidas. En cierto sentido, pedirle a septiembre que nos sorprenda es como echar una moneda a la fuente de los deseos virtuales, con la pequeña diferencia de que, en lugar de agua, la fuente está llena de memes.

La clave de todo es el humor. Las redes sociales nos han enseñado que ante la incertidumbre, el sarcasmo es una de nuestras herramientas, es muy útil y casi que la favorita. Cuando alguien le dice a un mes que lo sorprenda, algunas veces no espera una sorpresa positiva, no porque se esté deseando algo malo para sí mismo. Pero a veces es en tono irónico, como quien dice: “A ver, ¿qué es lo peor que me podría pasar?”. Como si estuviéramos preparándonos para la próxima bofetada cósmica. Y aunque sí, hay quienes realmente esperan milagros (¡como la lotería en diciembre!), la mayoría de nosotros juega con la expectativa de que la vida no es perfecta, pero al menos podemos reírnos de ella y sus “sorpresas”. Ese “sorpréndeme octubre” es una frase que se ha convertido en una forma de jugar con la incertidumbre de la vida.

Lo que comenzó como un par de personas hispanoamericanas dando la bienvenida al mes y pidiendo que los sorprenda, se convirtió rápidamente en una tendencia continental, no sé en qué momento eso paso, pero ocurrió y es una realidad cíclica y casi que un “ritual” digital. Ahora, cada inicio de mes es casi una tradición que millones de usuarios publican.

Sin embargo, hay algo más profundo en como enfrentamos la rutina y el tiempo, estamos en la constante búsqueda de control frente a lo inesperado. Según el Mihaly Csikszentmihalyi, quien es autor del concepto de “flow” o “flujo”, esa búsqueda constante de nuevas experiencias se debe a un impulso innato por sentirnos vivos y conectados con el mundo que nos rodea. Cuando le pedimos a un mes que nos sorprenda, estamos intentando activar ese circuito de la novedad que nos hace sentir emocionados, expectantes de nuestro porvenir en ese nuevo mes.

Damos la bienvenida a cada mes con la esperanza de que, al pedir sorpresas, nos sintamos menos a merced del azar. En otras palabras, hablarle a los meses es una forma de mantener la ilusión de que poseemos alguna influencia sobre eso que llaman destino, aunque sabemos que no es cierto.

Todo esto también tiene un lado optimista y reflexivo. Pedirle a un mes que nos sorprenda muestra el anhelo de algo diferente. Vivimos en una sociedad donde la rutina pesa más de lo que admitimos. Vivimos en los afanes de cumplir profesional y personalmente, las responsabilidades nunca se detienen… Todo nos lleva a buscar una chispa de humor y novedad, un cambio inesperado (milagroso) que nos saque de la repetición, de nuestro día de la marmota. Por eso, darle la bienvenida a cada mes con una frase esperanzadora (o sarcástica) y pidiéndole una sorpresa, es una pequeña forma de rebelión virtual contra la monotonía.

Cuando le damos la bienvenida al mes reconocemos la renovación cíclica de la vida. Cada nuevo mes es una oportunidad simbólica de empezar de nuevo, dejar atrás lo negativo y esperar que cosas buenas sucedan. Es como si el simple hecho de cambiar de mes fuera suficiente para “resetear” nuestros errores y, si tenemos suerte y consciencia, no cometerlos de nuevo. Pedirle al mes que nos “sorprenda” es un ritual para quienes ven la vida como una montaña rusa emocional, donde siempre esperamos que la próxima curva nos deje boquiabiertos… ojalá para bien.

Y de alguna manera todos buscamos en el futuro la esperanza que el presente a veces nos niega. No sabemos lo que vendrá, no somos oráculos ambulantes, pero decirle a septiembre que nos sorprenda es una forma de expresar que, a pesar del caos, existen chispas de esperanza. Claro, probablemente septiembre nos sorprenda con un aumento en el recibo de la luz, pero la idea es mantener el vivo espíritu optimista… aunque sea con un toque de sarcasmo.

Mientras seguimos diciéndole a los meses que por favor nos sorprendan, quizás lo que realmente estamos pidiendo es una chispa de vida en medio de la rutina. ¿Y si en lugar de esperar a que septiembre, octubre o noviembre hagan algo por nosotros, somos nosotros quienes sorprendemos al mes?

Así que, la próxima vez que sientas la tentación de publicar un meme pidiendo que un mes te sorprenda, detente un momento y piensa: ¿Realmente necesito que algo inesperado suceda en mi vida para ser feliz? ¿No es suficiente disfrutar de las pequeñas cosas que me rodean cada día? Quizás estas colocando la gota que derrame el vaso de ansiedad que tienen los meses y se nos adelante la aniquilación.

En vez de pedirle al mes que nos sorprenda, deberíamos concentrarnos en sorprendernos a nosotros mismos. Cocinar algo nuevo, leer un libro de otro género, salir a caminar por nuevos lugares. Al fin y al cabo, la vida está llena de pequeñas sorpresas que están allí para ser descubiertas. Y lo mejor de todo es que no necesitamos esperar a que un nuevo mes comience para encontrarlas.

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