Llevo días viendo unas publicaciones con una pregunta ridícula que encontré en redes:
—¿Nunca te has fracturado un hueso? Entonces podrías ser una semilla estelar.
Ciencia, mística y algoritmo, todos en la misma frase. Jajaja.
Y la frase:
“Si nunca te has roto un hueso, eres un ser especial. Una semilla estelar. Una entidad cósmica enviada a sanar al mundo”.
Okey…
Hace rato vi una publicidad en Instagram. Una app te dice, si nunca te has roto un hueso en tu vida, de qué parte del espacio proviene tu alma. Así como lo lees: una app que te revela si eres una semilla sideral, un ser de luz cósmica, un elegido, enviado especial del universo. La señal de eso, aparentemente, es tener el esqueleto intacto. Como si las fracturas fueran una señal de humanidad defectuosa.
¿El algoritmo? Uno que mide tu número de fracturas óseas. Y si no tienes ninguna, voilà: misión estelar desbloqueada.
La app es paga —por supuesto— y según la información de Google Play, tiene más de 40 mil descargas. Es decir: más de 40 mil personas han pagado para que un grupo de pendejos les diga de qué constelación salió disparada su alma luminosa. Y lo peor no es eso. Lo peor es que hay gente que realmente lo cree. Que paga por leer un montón de inventos galácticos fabricados por hábiles mercaderes del misticismo, expertos en la industria del consuelo espiritual.
Gente que entendió que la necesidad humana de sentirse diferente… es un negocio redondo.
Porque eso es: un negocio. Una industria. Y bastante lucrativa.
Pero eso era solo el principio. Cuando empecé a investigar más, encontré un universo paralelo en TikTok. Gente que va más allá. Videos donde gente explica que esta “teoría” también tiene raíces bíblicas. Afirman que los no fracturados son mencionados en la Biblia. Que hay profecías. Dicen que hay pasajes en la Biblia —los citan, los leen con solemnidad— que prueban que quienes nunca se han roto un hueso son seres espirituales especiales. Enviados divinos. Una especie de elite esquelética celestial. Que si no te rompiste nunca nada, es porque eres parte de un ejército espiritual en la Tierra. Citaban a Zacarías. A Isaías. Juan. Aseguran que hay un plan.
Entonces tenemos dos bandos:
- Las semillas estelares que vienen de galaxias lejanas con una misión intergaláctica.
- Los seres de luz bíblicos, también en misión, pero enviados directamente por el Altísimo.
Ambos con huesos vírgenes de trauma, eso sí.
¿Y cuáles son esas misiones tan urgentes que tienen estos elegidos?
¿Salvar el mundo?
¿Evitar el apocalipsis?
¿Rescatar a la humanidad del colapso espiritual?
¿Detener el calentamiento global con un mandala?
¿Reorganizar la ONU?
¿Subir reels con frases de Osho, Mercurio retrógrado y autoayuda?
¿Compartir frases motivacionales en stories y energías de abundancia en formato carrusel?
¿Bailar en TikTok para elevar la vibración del planeta?
Ambos con esqueletos impecables. Cristalinos. Cero fracturas.
¿Perdón? Así o más tonta va esta humanidad. Mi rehabilitadora cardíaca reemplazaría “tonta” por “maca”. Suena genial: Así o más maca va esta humanidad. Y lamento informar que el nivel de macadería está en subienda.
Semilla estelar. Es decir, alguien que viene de otro planeta, otra dimensión. Un alma pura. Elevada. Una que vino a salvarnos o a enseñarnos algo. Todo esto porque nunca te rompiste un dedo. Porque tus huesos no han hecho ‘crack’. Porque no fuiste a urgencias y saliste de allí con una radiografía en la mano y un yeso.
Una oleada de misticismo Instagram bautiza a los huesos intactos como una especie salvadora intergaláctica.
Hay cosas que uno no debería leer ni ver, podrían atrofiar las conexiones sinápticas del cerebro…
—Si nunca te has roto un hueso: eres un ser de luz. Especial. Has venido a sanar el mundo.
Realmente suena ridículo. Lo peor, lo que no deja de asombrarme… es que hay miles que lo creen. O quieren creerlo. Gente que nunca se ha roto un dedo y piensa que eso significa algo. Que son distintos. Que hay un mensaje cósmico en su integridad ósea.
Es solo suerte. Genética. Destreza motriz. Qué sé yo.
Cualquier cosa. Pero puedes estar seguro de que no tiene nada que ver con dimensiones ni energías ni ADN pleyadiano.
Me meto a revisar estadísticas, porque la duda ya es existencial. ¿Hay más team fracturados que team huesos vírgenes?
Estudio Global Burden of Disease (2019). Pum. 178 millones de nuevas fracturas óseas en el mundo. 455 millones de personas con síntomas agudos o secuelas.
Y la población mundial ese año era de 7.7 mil millones.
Así que, haciendo la resta con cuidado (porque una nunca sabe si las matemáticas también son señales galácticas):
≈ 7.245 millones de personas sin síntomas de fractura actuales.
¡Ta-tán! ¡Sorpresa!
Los no fracturados no son la excepción.
No son pocos.
No son selectos.
Son la mayoría de la población.
Pero eso no lo dice ni la app ni los videos de TikTok.
Si mencionaran que las estadísticas confirman que casi el 93 % de la población del planeta nunca se ha fracturado un hueso, la teoría de las semillas estelares se desbarata.
Por completo.
Los de la App dejan de facturar.
La filosofía podría ayudar. No lo sé. Nietzsche dijo que el hombre es algo que debe ser superado: el Übermensch. Y tal vez la nueva versión de ese “superhombre” es alguien que nunca se ha roto un hueso. ¿Qué diría Nietzsche? Creo que le da su yeyo.
Pero el mundo está roto. Lo puedo afirmar en cuanto a los huesos. Algunos lo dicen con relación al alma o al corazón, pero de eso no hay estadísticas.
En 2019 habían 7.7 mil millones de humanos de los cuales unos 7.2 mil millones tienen su estructura ósea intacta.
¿Y por qué, entonces, el mundo no es un lugar mejor, con tanto supuesto iluminado caminando sobre huesos intactos?
Casi todo el planeta no se ha roto un hueso. ¿Un grupo selecto? Paja.
¿Eso los hace especiales? No. Se inventan cualquier estupidez y se la creen sin buscar una estadística.
La lógica detrás de la afirmación es más delgada que una hebra de cabello, pero no importa. Porque TikTok no exige lógica. Exige impacto. Y nada impacta más que decirle a una generación ansiosa que quizás… solo quizás… son especiales. Divinos. Intactos.
Solo hay que decirles: “No te has roto un hueso porque eres diferente”.
Y en la mente de ellos surge un iluminado: “Claro, ahora todo tiene sentido”.
No se debe a que te tropiezas poco. La explicación es: porque eres cósmico.
Casi todo el planeta es cósmico y está lleno de elegidos. Pero ellos no saben que los no fracturados son la mayoría. Ellos no buscan estadísticas, van a TikTok y lo confirman con unos cinco videítos donde influencers expertos lo explican.
A veces pienso que el algoritmo lo sabe todo. Más que uno. Detecta tus vacíos. Tus heridas. Tus ganas de ser distinto. Y te da lo justo. Ni más ni menos.
Una voz seductora en tu pantalla te susurra: “Tú, sí tú… viniste a sanar el mundo”. No importa que no sepas qué sanar. Ni cómo.
Zygmunt Bauman lo llamó modernidad líquida. La identidad ya no es sólida. Se nos resbala. Se disuelve. Hay que volverla a crear cada mañana. ¿Y qué mejor que una app que diga “eres del cosmos”? ¡Maravilloso!
En estas sociedades líquidas o hipermodernas, ya el consumo no es solo comprar cosas. Ahora compramos narrativas personales. Se resume en el famoso “sí soy”.
Yo soy este tipo de persona. Lo dice mi playlist. Mi app de meditación. Un tiktokero con una explicación espiritual… mis huesos sin fracturas.
Y cada uno compite por su propia pequeña parcela de mito personal de sí mismo que construye en su mente, del que se quiere vanagloriar delante de otros.
¿A través de…? Redes sociales. Es obvio, no sé ni por qué escribí la pregunta.
Es un círculo que devora morales. Parece de conspiracionistas, pero no. Es capitalismo.
Una app que te da una “misión cósmica” no es ingenua. Es puro y duro marketing espiritual: te venden un yo transformado a cambio de unos pesos.
Funciona cada vez mejor porque la gente no siente que gasta, sino que invierte en entender su vida. En crear su narrativa personal. Una fantástica. Que lo hace sentir especial. Perteneciente a un grupo selecto. El que sea… pero selecto.
Probablemente estamos buscando son pretextos para no cambiar nada en nosotros y seguir siendo los mismos pendejos de siempre.
Creyéndonos los elegidos. Los Neo sin fracturas. La Matrix ósea.
Como si no haber tenido un yeso fuera una credencial espiritual.
¿Quién lo explica mejor? La sociología.
En un mundo sin grandes relatos, Lipovetsky dice que la identidad se vuelve fragmento. Parche. Collage.
Queremos pertenecer a algo. Pero no demasiado. A algo especial. Queremos ser parte del grupo. Pero raros. Distintos.
Y puffs. Aparecen las tribus. Los sin fractura. Los que vibran alto. Los que no toman café porque los desancla de la quinta dimensión.
Los que comen solo cosas verdes. Los que bailan para limpiar karmas ancestrales.
Los que creen que sus huesos ilesos son una declaración metafísica.
Tenemos una necesidad (de muchas). Una necesidad profunda de sentirnos distintos.
Porque si no somos distintos, somos reemplazables.
Y eso da miedo.
Si Michel Foucault viviera en este tiempo, diría: epimeleia heautou.
En vez de querer sentirnos los elegidos, deberíamos cuidar de uno mismo como práctica activa. No para buscar likes.
Foucault diría:
“Transformarse. Esculpir el propio yo con honestidad”.
Lo llama una poética del sí: una forma de resistencia a los dispositivos de poder que nos disciplinan desde adentro.
Pero en lugar de eso, descargamos una app y ya.
¿Epimeleia? No.
Es el algoritmo diciendo: “Tú, misión estelar confirmada”.
El verdadero cuidado de sí mismo implica reflexión, trabajo interior. No una simple validación digital.
Entender eso es una vaina complicada.
En mi caso… hace tiempo dejé de ser de huesos inmaculados.
Fue un accidente leve. Tonto, incluso.
De esos que parecen no tener consecuencias, pero terminan con un hueso roto y una historia cliché para contar.
Iba de pasajera en un carro. De pronto, el frenazo. La nariz contra la silla delantera. No tenía colocado el cinturón de seguridad… Crack.
Se rompió mi nariz. Torpeza. Descuido. Me operaron.
¿Por qué no tenemos una categoría para los que se han roto huesos?
De hecho, somos menos. Somos la excepción.
Estadísticamente, casi todo el planeta no se ha roto un hueso.
“Los huesos frágiles. Almas delicadas con la misión de curar el mundo”.
Debido a mi fractura de nariz, pertenezco a este grupo.
Podría tener una pulsera. Un carné. Un podcast.
¿De qué galaxia viene mi alma?
De 7.7 mil millones de terrícolas, unos 7.2 mil millones no se han fracturado un hueso.
El planeta está lleno de sabios iluminados.
¿No deberíamos haber salvado ya al mundo con tanto iluminado, estelar, vibrante y crísticamente alineado caminando por ahí?
¿Por qué el mundo sigue siendo el mismo desastre?
¿Dónde están sus misiones?
¿Por qué no hemos alcanzado la paz mundial?
¿Por qué no hemos logrado la empatía universal?
¿Por qué no hemos puesto fin al capitalismo salvaje?
Y no será por falta de energía cósmica. Medio planeta vibra alto.
Más de siete mil millones de personas que no estaban rotas. ¿Semillas estelares todas?
Si eso fuera cierto, con semejante ejército intacto, el mundo ya sería un paraíso.
Un Edén de iluminados. Pero no. Mira a tu alrededor.
Mientras nos creemos semillas siderales, una parte del mundo está ardiendo.
El genocidio de Gaza, sin que nadie lo detenga.
Irán defendiéndose del ataque de Israel. Amenazado por EE. UU.
Los gringos malinterpretando su delirio de policía planetario.
Israel sembrando muerte con el aplauso de Europa.
Ríos de sangre en África. Siempre lejos de los noticieros.
Sudán: más de 150.000 personas asesinadas.
Doce millones desplazados por un conflicto que no parece tener fin.
Congo oriental: masacres silenciadas. Milicias matando civiles. Miles de desplazados.
Y mientras tanto —una app le dice a algún pendejo no fracturado:
“Tú, sí tú… viniste a sanar el mundo”.
Ese mismo maco, “semilla sideral de Orión”, con la misión de sembrar paz, sale unas horas después a una marcha apoyando a Israel.
Espiritualidad descargada desde Google Play.
Otra tonta se ve un video en Instagram y dice:
“Yo nunca me he fracturado. Soy una emisaria cósmica”.
Treinta minutos después de sentirse emisaria cósmica de amor, insulta a las personas diciéndoles “indiamenta” para menospreciarlas.
Para esa semilla sideral, los indígenas no son personas.
O por lo menos, de tan baja categoría, que no tienen derechos.
En otra latitud, hay otro humano viendo un video en TikTok que, con versículos bíblicos, dice que la teoría de los no fracturados sale en la Biblia.
Y con eso ya se cree dentro del grupo de los elegidos bíblicos.
Al día siguiente acosa a una empleada de la empresa, siendo él su jefe.
Ella es madre soltera y necesita el trabajo.
Ya no es la hegemónica pureza de raza.
Ahora es la fantasía de pureza ósea.
Que si no me han enyesado nunca, es porque vine al mundo con una misión celestial.
Budas en crocs.
Historia cargada del cinismo de la complicidad: silencio, desinformación, indiferencia.
Creo que los que se rompen —sea un hueso o el corazón (metafóricamente, por supuesto)— tienen una pregunta interesante que plantearse:
¿Qué hiciste después de romperte?
¿Te cuidaste? ¿Te reconstruiste? ¿Aprendiste a colocarte el cinturón de seguridad?
Eso es lo más humano que existe.
Y mientras todos nos creemos únicos, destinados, enviados…
El mundo sigue lleno de odio, violencia, desigualdad.
De pronto, un bombazo atómico.
Y solo quedemos los que nos rompimos un hueso.
Tremenda ironía. Una malísima broma sideral.
En cualquier momento surge otra teoría para crear el nuevo club de los especiales.
Las nuevas semillas estelares:
“Si se te caen mucho las cosas de las manos, es porque tus células están mutando a la quinta dimensión”.
No es broma. Lo vi. En TikTok.
Con música de flautas andinas y voz de alien.
Posdata:
Colombia, para 2024, tiene una población estimada de 52.700.000 habitantes.
La información de los fracturados está dispersa, pero a partir de estos datos fragmentados, se puede establecer que aproximadamente el 90 % de la población colombiana no se ha roto un hueso.
Me costó mucho cruzar esos datos y llegar a una cifra promedio. Es un texto muy largo, así que no lo incluí.
Esto significa que el 90 % de los colombianos son semillas siderales. Estamos llenos de seres de luz. De elegidos bíblicamente.
Por eso será que Colombia es un paraíso de paz y amor.