7 de junio de 2025. A Colombia la sacuden los disparos.
¿Cuáles?
¿Cuántas personas fueron asesinadas en ese mismo instante, en la misma hora en que Miguel Uribe Turbay recibía varios balazos? Uno en la cabeza, que, según comunicado de la clínica, lo mantiene en estado delicado.
¿Por qué son esos disparos, los recibidos por Miguel Uribe, los que sacuden al país y no los que, a esa misma hora, impactan a un ciudadano de a pie, en cualquier rincón de Colombia?
Porque la violencia política ha sido el detonante de los periodos más violentos en nuestra historia. Pero hoy hay una diferencia: por primera vez, el atentado es contra un político de derecha.
En Colombia siempre han herido —y asesinado— a líderes, políticos y candidatos de izquierda o del espectro ultraliberal.
Miguel Uribe Turbay.
Otro nombre en la lista de atentados. ¿Cuántos van? Desde que Galán cayó en Bogotá aquel agosto del 89. No. Antes. Mucho antes.
1914. En la plaza de una Bogotá polarizada (estamos igual ¿no?) un hombre murió martirizado. El general Rafael Uribe Uribe. Un gigante liberal. Fecha: 16 de octubre de 1914 ¿El primero? De la historia de este territorio no. Del siglo XX, sí.
¿Cuándo empezó esto?
¿Quizás 1828?
Creo que mucho antes. Pero empecemos por aquí: Bolívar sobrevivió a puñaladas en Bogotá. Fecha: 25 de septiembre de 1828.
Antonio José de Sucre, el Mariscal. Asesinado en Berruecos. 1830. Uno de los generales más leales de Bolívar. Considerado un héroe de la independencia latinoamericana.
7 de junio de 1929. La Policía Nacional de Colombia asesina a Gonzalo Bravo Pérez. Estudiante de derecho de la Universidad Nacional.
Junto con otros estudiantes protestaba en Bogotá. Repudiaban la Masacre de las Bananeras. También el nombramiento del general Cortés Vargas, como jefe de policía de Bogotá. Responsable de dicha masacre.
Hoy, 8 de junio, se conmemora en el país el Día del Estudiante Caído.
¿Curioso?
¿La historia o la vida haciéndonos ironías?
Hace 96 años Colombia también fue sacudida por disparos. Pero estos balazos no le dolieron al país entero. “Los vándalos” que protestan solo le duelen a un sector del país.
Colombia gira sin parar dentro de un mismo circulo.
Amnesia histórica. En algunos, voluntaria y fingida. En otros, por física ignorancia.
Repetimos los acontecimientos una y otra vez.
Diferentes nombres y caras.
Gonzalo Bravo Pérez. No era político, ni senador, ni candidato. Solo un joven al que le dolía la injusticia y la muerte. Así que, creo, no va en este recuento de violencia política.
Pero había que mencionarlo. Recordarlo es una obligación en esta coincidencia de fechas.
Colombia no es un país de sensatos.
Desde siempre dividida. Polarizada entre dos corrientes ideológicas.
Antes, conservadores y liberales.
Hoy, derecha e izquierda.
Los primeros siempre matando y acorralando a los segundos.
No lo digo yo. Lo dice la historia.
Tolerancia y respeto. Dos palabras usadas a diestra y siniestra en este país tricolor. Ambas palabras vulgarizadas. Ninguna de esas dos palabras tiene significado en la psique de la élite colombiana. Y, para ser justa, tampoco en la del colombiano promedio.
Walter Benjamin lo explicó dolorosamente en sus escritos: en cada época se reescribe la historia con violencia. Una síntesis de sus palabras.
1930 y 1934. Liberales y conservadores se enfrentaban en zonas rurales y urbanas. No cabían en Colombia dos vertientes políticas. Y solo una quería conservar el poder, aniquilando a la nueva que surgía (liberalismo).
- Inolvidables las amenazas de Laureano Gómez en el Senado:
“¡Llegaremos hasta la acción intrépida y el atentado personal… y haremos invivible la República!”
Ahí lo dijo todo:
Eres un político que piensa diferente a mí: bala.
Eres un político que quiere quitarnos el poder: bala.
Tu ideología me molesta: bala.
La bala como argumento político. Tan vieja como la república colombiana misma.
El pensamiento de Laureano Gómez ha estado —y sigue estando— presente en la mente de la élite colombiana. Y en una parte del pueblo… esa que se cree élite.
1948. Nueve de abril. El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Candidato liberal a la presidencia. Un punto de inflexión en la historia de la (violenta) política colombiana. El “Bogotazo”. Ardió Colombia en una serie de protestas violentas: 3.000 muertes.
Paradoja: Matan para silenciar. Pero el muerto habla más fuerte.
Inició una década de conflicto. 1948 a 1958. Conservadores mataban a liberales. Estos últimos se defendían. Del país se apoderó una violencia generalizada. Surgieron grupos armados y guerrilleros. Fue una “guerra civil no declarada”.
1958: crearon el Frente Nacional. Parecía una solución “pacífica y armónica” al conflicto. Mentiras. Un acuerdo entre los partidos liberal y conservador para compartir el poder. Este año tú, el que viene yo. Este periodo la presidencia es roja, el próximo es azul… se repartieron el poder.
El corrupto acuerdo bipartidista no erradicó la violencia política: solo la dirigió a otro lado.
El poder político en Colombia solo puede caer en manos de dos colores: azul y rojo. Y aunque nuestra bandera es tricolor, dentro de ese acuerdo de repartición de poder no cabe el amarillo. Ni ningún otro color.
Y tampoco todos los rojos. Esos rojos más liberales de lo normal… ya no eran rojos, eso es como magenta… todo lo que tuviera otro color recibía la lección de Laureano Gómez: bala.
Asesinaban a todo político que desafiaba el orden establecido.
Los políticos colombianos no quieren la paz. Ni hoy ni hace 70 años.
1957. Asesinaron a los líderes liberales amnistiados. Entre ellos: Guadalupe Salcedo. Emblemático líder guerrillero liberal de los Llanos Orientales. Se desmovilizó. Se acogió a la amnistía ofrecida por el gobierno de Rojas Pinilla. Pero fue asesinado poco después de su desmovilización. Así asesinaron a otros líderes desmovilizados. Los políticos que nos han gobernado incumpliendo y rechazando procesos de paz desde hace 70 años.
Entran nuevos participantes a la violencia colombiana: la droga y sus carteles.
Las décadas de 1980 y 1990. Las épocas de sangre que recuerdan las generaciones que estamos aquí. Pero a algunos se les olvidó quiénes apoyaron tanto dolor.
1986. Pedro Nel Jiménez Obando. Asesinado. Fue senador de la UP.
1987. Jaime Pardo Leal. Unión Patriótica (UP). Candidato presidencial, víctima del exterminio de la UP.
1988. Gildardo Castaño Orozco. Asesinado. Fue concejal de Pereira por la UP.
1989 y 1990. Tres candidatos a la presidencia asesinados en ocho meses durante el ciclo electoral: Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo Ossa y Carlos Pizarro Leongómez. Nivel extremo de violencia política.
1989. También: Gabriel Jaime Santamaría. Asesinado. Perteneciente a la UP. Fue vicepresidente de la Asamblea de Antioquia.
Aniquilaron a todos los lideres de la UP. En 2014 la Fiscalía General de la Nación declaró estos crímenes como de lesa humanidad. Reconoció que todo fue planeado por sectores políticos tradicionales, en alianza con las fuerzas militares del estado colombiano, narcos y paramilitares.
El objetivo: impedir el ascenso de movimientos de izquierda en la política colombiana.
2023: la Corte Interamericana de Derechos Humanos declaró al Estado colombiano responsable de este exterminio político. Fue descrita como “genocidio político”. Una eliminación sistemática de un proyecto político completo.
Aquí es donde resuenan, otra vez, las amenazas de Laureano Gómez en el Senado en 1940:
“¡Llegaremos hasta la acción intrépida y el atentado personal… y haremos invivible la República!”.
Y eso fue lo que hicieron ¿No? Asesinaron a todo el que tenía posibilidad de llegar. Que no hacia parte del acuerdo bipartidista. O que sus ideas fueran tan liberales y limpias que serian capaces de transforma este país. Les aplicaron la ley de la bala.
Hannah Arendt lo dijo claro: “La violencia es muda por naturaleza”.
Pero aquí, en Colombia, grita. Siempre grita.
Los cadáveres son banderas. Los ataques: editoriales de sangre seca ¿Escritos por quién? Generalmente por los de siempre. Diestros y bien portados.
¿Miguel Uribe Turbay? No hace parte de ese grupo.
¿Entonces por qué?
¿Quién?
¿Para qué?
Dudo que esas preguntas sean respondidas con verdades.
Uribe Turbay. Centro Democrático.
¿Importa el color?
La sangre sale igual de roja.
Miguel está vivo. Todos queremos que siga respirando. Que siga diciendo inmensas estupideces en sus redes sociales.
Podemos no coincidir jamás con su pensamiento de derecha. Pero lo queremos vivo.
El discurso de Laureano Gómez no hace eco del lado izquierdo del río.
Aquí no se aplica la ley de la bala para silenciar.
Lo sufrieron en carne viva por décadas.
Creo que lo que todos queremos es un puente. Uno que una ambas orillas.
Por el que se pueda transitar sin miedo.
Pero Colombia no ha sido nunca un país de unión.
Ni de puentes.
Colombia: violencia circular.
Círculo vicioso con olor a pólvora barata.
¿Por qué seguimos así?
Hegel hablaba de la dialéctica.
Tesis: poder.
Antítesis: resistencia.
¿Síntesis? Un féretro.
Aquí la historia no avanza. Da vueltas. Como un perro que se muerde la cola.
Filosofía práctica:
Maquiavelo: “El fin justifica los medios”.
Gandhi: “Ojo por ojo y el mundo acabará ciego”.
Colombia eligió a Maquiavelo. Pero sin el Príncipe. Hoy solo mercenarios con smartphones. Y no son sólo los que disparan.
Lo peor: la normalización. Desayunar y cenar con noticias de balas. ¿Cuándo dejamos de temblar? Una cita apócrifa Galeano: “La costumbre de matar se ha vuelto costumbre de morir”.
¿Existe salida?
¿Y si la única resistencia es no acostumbrarse?
¿Aunque duela?
¿Aunque no cambie nada?
Mientras la lista de nombres siga creciendo, las preguntas serán las mismas. A la espera de respuesta.