El 15 de agosto, los duques de Sussex: el príncipe Harry y Meghan Markle, aterrizaron en Colombia, deslumbrando a la prensa: ¡descendió del cielo la “realeza británica”.

¿Por qué vinieron? Francia Márquez Mina, la vicepresidenta, los invitó. ¿Cuál era el propósito? Sencillo: financiaron un viaje para que los duques se dedicaran a hacer un lamentable “turismo humanitario”.

Durante su visita, actuaron como turistas de lujo: visitaron comunidades vulnerables, recibieron obsequios, disfrutaron de una gastronomía gourmet, y fueron tratados como seres superiores. A cambio, soltaron algunas banalidades en foros y charlas, posaron para fotos “oficiales” en redes sociales y se sacaron selfis con todos los que se las pidieron.

¿Por qué Francia Márquez decidió invitar a los duques de Sussex a hacer “turismo humanitario”? La respuesta parece inverosímil, salida de stand-up comedy criollo. En una rueda de prensa, la vicepresidenta reveló su motivación: “Conocí a Meghan y a Harry a través de los medios de comunicación, pero sobre todo vi el documental de Netflix sobre su vida e historia, y eso me conmovió y me motivó a decir: esa es una mujer que merece venir a nuestro país y contar su historia. Su intercambio sin duda será un fortalecimiento para tantas mujeres en el mundo”.

Márquez, como una fanática deslumbrada y una niña caprichosa, usó su poder como vicepresidenta para conocer a las estrellas mediáticas que la conmovieron. Es como ver una mala comedia gringa en la vida real.

Más allá del gasto para su visita, cabe preguntarse: ¿qué cambio real ha generado en las comunidades que visitaron? ¿Qué impacto tiene este despliegue mediático en la vida de las personas de esos lugares?

Analicemos la visita de los duques de Sussex durante sus cuatro días en Colombia. En el Colegio Cultura Popular, debatieron con los estudiantes sobre redes sociales y tecnología. Las pregunta son: ¿qué impacto real tuvo esta charla? ¿Qué mensaje útil pudieron haber transmitido los duques?

Para empezar, las redes sociales de celebridades como ellos no son gestionadas por ellos mismos, sino por equipos de expertos en manejo de imagen. Los duques no son expertos en redes sociales para jóvenes; lo poco que saben proviene de lo que sus asesores les han enseñado para mantener una conversación cordial y simpática con los estudiantes.

No hubo ningún impacto tangible en la vida de estos estudiantes, ni a corto, ni a largo plazo. Solo quedaron frases cliché, consejos obvios, las selfis y la emoción vacía de haber conocido a la realeza británica. No hubo regalos pedagógicos (como libros), ni convenios para becas o recursos que pudieran beneficiar a los estudiantes más vulnerables. Esta visita fue turismo humanitario, un momento banal que solo sirvió para que los duques reforzaran su imagen como figuras empáticas y preocupadas por los problemas de la juventud.

Después de la puesta en escena en el colegio, los duques se dirigieron al Centro Nacional de las Artes de Bogotá, donde asistieron a una función de teatro y un colorido espectáculo de danza. En esta ocasión, dejaron atrás su papel de turistas humanitarios para ponerse sus coronas de realeza. Se les ofreció un hermoso espectáculo cultural, diseñado para su entretenimiento, aunque, por supuesto, la versión oficial dice que se les mostró la riqueza artística de nuestro país.

La visita de Harry y Meghan fue, en esencia, un espectáculo de neocolonialismo, irónicamente promovido por una vicepresidenta que, en teoría, lucha contra esto. Aquí comenzó el neocolonialismo cultural de la gira: se exotizó nuestra cultura, reduciéndola a un conjunto de características pintorescas que complacen la curiosidad de observadores del primer mundo como los duques, ignorando la complejidad y los desafíos reales que enfrentan nuestros artistas.

¿Hubo algún impacto positivo en el Centro Nacional de las Artes? ¿Algún convenio internacional útil, recursos gestionados, o al menos exposición mediática para los artistas? Nada de eso. Los medios no mencionaron qué se presentó en el espectáculo ni quiénes son los artistas, ellos pasaron como anónimos; solo hay fotos de los duques como protagonistas, sonrientes y disfrutando del show. En resumen, la única “ganancia” de esta visita fueron unos cuantos aplausos.

Más tarde, los duques cerraron su primer día en Bogotá participando en el Foro Futuro Digital Responsable, donde hablaron sobre la seguridad en las redes sociales para los jóvenes. Aunque el foro contó con expertos y panelistas de calidad, la participación de Harry y Meghan aportó lo mismo que su visita al colegio: nada. Dos miembros de la realeza repitiendo clichés y obviedades sobre un tema que no dominan. Eso sí, se tomaron decenas de selfis con quienes no quisieron perder la oportunidad de fotografiarse con la realeza.

El viernes 16 de agosto, los duques continuaron su “turismo humanitario” visitando el colegio La Giralda en Bogotá. Allí, realzaron su imagen de “líderes preocupados por la niñez” jugando con los niños pequeños en una clase de arte y plantando árboles en el patio trasero, una actividad ecológica que siempre da muchos “likes” en redes sociales. Las fotos de los duques sonrientes con niños de un país tercermundista y el gesto ecológico eran esenciales para su campaña de relaciones públicas. ¡Son una dulzura los duques!

Este colegio está ubicado en un barrio vulnerable, y la visita de los duques no trajo cambios ni bienestar tangible para los niños o la institución. Quienes realmente ganaron fueron los duques, llevándose consigo publicidad, empatía, seguidores, y algunos obsequios de los niños: dos ponchos, unos muñecos y cartas con mensajes que, con suerte, la duquesa podría haber guardado si alguna le pareció lo suficientemente pintoresca. Las demás, quién sabe, ya podrían estar en la basura.

La vicepresidenta afirmó que esta visita “potencia las habilidades socioemocionales de los estudiantes, dándole prioridad a la salud mental”. ¿En serio? Para muchos de esos niños, lo único que quedará es una foto y un recuerdo borroso. Sus preocupaciones diarias, como consumir las tres comidas al día o la escasez diaria de recursos, no van a cambiar porque plantaron un árbol con los duques de Sussex.

Luego, los duques visitaron el Centro de Rehabilitación Inclusiva, donde llegaron estratégicamente a tiempo para un entrenamiento con el Equipo Colombia de los Juegos Invictus, el evento deportivo fundado por el príncipe Harry para militares heridos en combate. Tras un recorrido por las instalaciones, fingieron “maravillarse” ante la piscina, la pared de escalada y el gimnasio. Los militares, felices, le entregaron al príncipe una placa conmemorativa, reconociendo su dedicación a la recuperación exmilitares heridos en combate a través del deporte.

Como anécdota, Harry y el esposo de Francia Márquez jugaron un partido de voleibol sentado con los exmilitares en rehabilitación, mientras Meghan y Francia animaban desde la barra. ¡Qué muestra de empatía, sencillez y amabilidad! Un verdadero espectáculo mediático que bien merecía otra placa para Harry.

Pero mientras las fotos de Harry jugando voleibol con militares heridos circulan por todas partes, la realidad de los militares heridos en combate colombianos es mucho menos glamurosa. Conforman una población de 210,000 personas, de las cuales el 58% vive en pobreza, el 58% solo alcanza el nivel máximo de escolaridad de bachillerato, el 86% no está trabajando, el 26% presenta una discapacidad y una inserción laboral prácticamente inexistente, según cifras de la Dirección de Veteranos y Rehabilitación Inclusiva (DIVRI).

Frente a este panorama tan preocupante de los exmilitares colombianos, ¿qué cambio positivo trajo la visita de los duques? Ninguno. No hubo donaciones de prótesis, sillas de ruedas, ni mejoras en las instalaciones. Los únicos beneficiados fueron los duques: Harry se llevó una placa que refuerza su imagen de celebridad comprometida con la inclusión y la discapacidad, y una excelente exposición mediática. Porque claro, el príncipe hasta jugó voleibol con ellos. ¡Qué conmovedor! Muchos corazoncitos para las fotos de Harry.

Los duques de Sussex luego viajaron a Cartagena de Indias, una ciudad donde el neocolonialismo y la gentrificación se respiran con la brisa marina. Su primera parada fue en la Escuela Taller Tambores de Cabildo de La Boquilla, donde se unieron a una clase de percusión, tocaron tambores y participaron en una presentación con los estudiantes.

Los medios destacaron dos “grandes” anécdotas: Harry y Meghan tocaron tambores con “mucho ritmo” y Meghan incluso bailó con los niños. ¡Qué emoción! La visita no fue más que un ejemplo de neocolonialismo cultural, donde los duques convirtieron la música y los bailes tradicionales en simples objetos de consumo estético, ignorando su profundo significado para la comunidad.

Más allá de esto, los niños de La Boquilla fueron reducidos a objetos de marketing para realzar la imagen pública de los duques, mientras que su comunidad, atrapada en la pobreza y la gentrificación, sigue luchando por preservar su territorio ancestral. Las comunidades raizales pasan a ser vistas como un “espectáculo” para el deleite del turista, en este caso, de la realeza británica. Reforzando estereotipos negativos sobre las culturas raizales, presentándolas como “primitivas”, “exóticas” o “atrasadas”.

Según las fuentes oficiales, los duques, expertos en crianza y cultura, ofrecieron a los padres locales consejos valiosos sobre cómo criar a sus hijos en medio de una realidad que Harry y Meghan apenas podrían imaginar. ¡WTF!

Al final, la visita fue un espectáculo banal, más marketing para los duques, quienes viven de vender humo, de proyectar una imagen de caridad y preocupación por los niños del mundo, mientras la realidad de las comunidades que visitan sigue exactamente igual.

La siguiente parada fue San Basilio de Palenque, el primer pueblo libre de América. Allí apreciaron muestras culturales y conversaron con líderes sobre identidad cultural, racismo estructural y reparaciones históricas por la esclavitud. Esta vaina parece una broma: un miembro de la realeza británica, descendiente del mayor imperio esclavista de la historia, dando lecciones sobre racismo y esclavitud. La visita duró una hora; fue un “flash”, se demoraron más en ir y venir. Neocolonialismo en todo su esplendor.

Allí, los duques actuaron como salvacionistas blancos, perpetuando una jerarquía racial donde los blancos son vistos como superiores y los no blancos como necesitados de rescate. Su presencia refuerza la idea de que las comunidades raizales son víctimas pasivas que solo pueden ser “rescatadas” por figuras de poder. Necesitan que les enseñan cómo deben vivir sus vidas, superar el racismo y la esclavitud que vivieron sus antepasados. Además, la visita perpetúa estereotipos de pobreza y falta de desarrollo, sugiriendo que estas comunidades no pueden mejorar sin la intervención de salvadores blancos.

Para rematar la visita, Meghan Markle asistió en Cali a la cumbre “Mujeres Afrodescendientes y Poder: Voces de Equidad”, donde sus intervenciones se limitaron a clichés y banalidades típicas de un coach de superación personal. Los titulares destacaron su “simpática” acción de ajustar un ventilador para ella misma y cómo el príncipe Harry se mezcló con los asistentes para escuchar a su esposa.

Y para cerrar con broche de oro, Meghan y Harry bailaron salsa, presumieron de sus habilidades y la duquesa se despidió de Colombia en español, como si eso pudiera borrar la superficialidad de su visita.

Aún no está claro cuánto costó a Colombia el viaje de “turismo humanitario” de los duques de Sussex, invitados por la vicepresidencia. El Ministerio de la Igualdad prometió un comunicado para detallar los gastos, mientras la vicepresidencia movilizó tiempo, personal y recursos para que parte de los costos fueran cubiertos por agencias de cooperación internacional.

Según diversos medios, la visita no resultó en acuerdos concretos ni proyectos específicos, más allá de las buenas intenciones de colaborar con la Fundación Archewell de los duques.

¿Quiénes son los duques de Sussex? El príncipe Harry, hijo del actual rey británico, y Meghan Markle, una actriz y modelo estadounidense. Harry, sin logros académicos destacados o vocero de una causa; su único “logro” es haber nacido en la realeza británica. Meghan tampoco cuenta con una carrera destacada. La pareja se casó y como ocurre en muchas familias, Meghan le cayó mal a la abuela de su esposo, a sus suegros y a su cuñado, debido a su raza y a temperamento incompatible con la esposa de su cuñado, según las revistas del corazón expertas en realeza. Decidieron alejarse de la familia real y dejar de recibir dinero de su padre (no ser un mantenido). buscando sostener su lujoso estilo de vida mediante contratos y conferencias.

Sin habilidades o profesiones notables, venden su imagen. Netflix les pagó 100 millones de dólares por documentales que glorifican su vida y los presentan como víctimas de opresión, un truco que conmueve a cerebros vacíos, como sucedió con la vicepresidenta de Colombia, quien ve en ellos personas que admirar. Su popularidad les permite cobrar altas sumas por conferencias y apariciones públicas, como el millón de dólares que Harry recibió por hablar en una cumbre privada de JP Morgan en 2020.

Visitas como estas los ayudan a tener un enorme impacto mediático, acaparando la prensa internacional. Cuanto más populares son, más dinero ganan.

Francia Márquez declaró que la visita de los duques fue crucial para abordar el ciberacoso y la discriminación, promoviendo el liderazgo femenino en Colombia y en el mundo. Sin embargo, esto no es más que promesas vacías. La realidad es que los únicos beneficiados fueron los duques, quienes reforzaron su imagen mediática y monetaria.

Hoy, la decepción que genera Francia Márquez es cada vez mayor. Como vicepresidenta y ministra, su desempeño ha sido casi nulo en cuanto a generar cambios reales para las poblaciones vulnerables que representa. Aunque dirige un ministerio con recursos para mejorar la vida de la población, su trabajo se limita a figurar en medios con acciones banales y sin impacto tangible.

La visita de los duques de Sussex es un claro ejemplo de su búsqueda de protagonismo. Francia Márquez no solo logró acaparar la prensa nacional e internacional, sino que también cumplió su deseo personal de conocer a estas figuras que admira. Su actuación parece más un capricho de celebridad que una verdadera gestión gubernamental.

Después de la visita, los niños de La Boquilla no tendrán nuevos tambores, ni mejoras en sus instalaciones ni en su alimentación. Su rol como ministra de la Igualdad debería enfocarse en mejorar las condiciones de vida de esas comunidades, no en traer celebridades para su propio deleite. ¿Quién será su próximo invitado? Eso dependerá de qué documental vea en Netflix que la conmueva.

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