La casa que mi mamá y mi papá habían podido comprar en un conjunto cerrado gracias a un programa de la Alcaldía de Funza era de tres pisos. Subirlo y bajarlo de su habitación se convirtió en una rutina cuando volvió a salir a la calle.
La casa que mi mamá y mi papá habían podido comprar en un conjunto cerrado gracias a un programa de la Alcaldía de Funza era de tres pisos. Subirlo y bajarlo de su habitación se convirtió en una rutina cuando volvió a salir a la calle.
La casa que mi mamá y mi papá habían podido comprar en un conjunto cerrado gracias a un programa de la Alcaldía de Funza era de tres pisos. Subirlo y bajarlo de su habitación se convirtió en una rutina cuando volvió a salir a la calle. Mi mamá siempre dijo que ya era suficiente con su enclaustramiento físico, como para que tampoco pudiera salir de la casa. Yo lo agarraba por debajo de los brazos y mi mamá de las piernas, ella “era la que menos fuerza tenía”, lo subíamos a su silla de ruedas, le poníamos la gorra de su preferencia, cobija y salíamos.
Debo decir que esa primera salida fue dura, muy dura. Nadie está acostumbrado a que los ojos de los demás se claven en alguien como queriendo hacer mil preguntas sin hablar. Esas primeras veces tuvimos que soportar la sorpresa de amistades y personas conocidas quienes al ver a mi papá en ese estado por supuesto preguntaban ¿qué pasó? Una y mil veces tuvimos que dar la explicación, tanto que ya teníamos un discurso predeterminado para no desgastarnos de más. La sociabilidad de mi papá y su fama en este pueblo nos hacían parar cada cuadra para dar nuestro discurso. Después de un tiempo nadie nos miró.
Han pasado 12 años en los que mi mamá y yo nos convertimos en cuidadoras, en las que las horas se iban entre bañar a mi papá, vestirlo, cocinar, lavar la loza y la ropa, mantener la casa, salir a hacer las diligencias, ir al médico, hacer visitas, ir a practicar boccia, horas en las que muchas veces quisimos mandar todo a la mierda y solo llorar. Pero había horas, en las que con solo verlo nos volvíamos a enamorar y simplemente, seguíamos.
12 años con mi papá viviendo una enfermedad crónica con secuelas que nunca se quitaron por más milagros que él y muchos pidieron. 12 años en los que aprendimos a comunicarnos con un abecedario a través de sus ojos de motor, en los que volvimos varias veces a vivir en hospitales, en los que dejamos la casa para irnos a un apartamento, pues las hernias y los discos corridos de nuestras columnas no daban más. Años en los que me inventé una recolecta de plata para comprar una grúa de traslado y aliviar un poco a mi mamá cuando me casé. 12 años en los que mi mamá se sometió a varias cirugías para reparar sus huesos dañados por el cuidado, en los que fue al psiquiatra porque el burn out tocó la puerta una mañana, trajo fiebre y ansiedad. Tiempo en el que peleamos con la Empresa Promotora de Salud (EPS) de mi papá para que le diera más horas de enfermería, para que le dieran equis o ye tratamiento, para que le pudieran medicar con cannabis y aliviar sus dolores y ansiedad. 12 años que mi mamá no repetiría.
Pero 12 años en los que también fuimos felices, en lo que paseamos, en los que mi mamá pudo cumplir la promesa que le había hecho al Señor de los Milagros de Buga y llevar a mi papá hasta allá para agradecerle por su vida. 12 años en los que cada día me reí con él, le conté chistes, él me contó anécdotas de su vida de la que siempre decía estaba orgulloso, me dejó saber quién era, tiempo en el que pudo estar en mi matrimonio, en el que los lametazos de Renata lo hicieron reír. 12 años en los que pudimos compartir con nuestra familia.
Esos 12 años como cuidadoras terminaron. El 20 de junio a las 12:27 de la tarde mi papá emprendió su viaje más esperado, con la ayuda de un médico y un coctel de medicinas dejó el cuerpo que habitó por 66 años. Con una carcajada y paz en su rostro cerró sus ojos de motor.
Colofón
Esta es la séptima y última entrega de una crónica que fue el resultado de mi participación en el Taller de Crónica 2024 del Instituto Distrital de las Artes – Idartes de Bogotá. Encuentra todas las entradas.
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