Líneas de arena

Publicado el Dixon Acosta Medellín (@dixonmedellin)

Mi tío Roberto

William Powell

Nota preliminar: Esta columna tan personal se publica simultáneamente en El Correo del Golfo, en donde el autor escribe con su nombre de pila y se puede consultar aquí:

https://www.elcorreo.ae/opinion/dixon-moya/mi-tio-roberto/20221106091732150725.html

Hoy me ha visitado la imagen de mi tío Roberto, quizás para recordarme que no he escrito sobre quien fue uno de mis grandes referentes en la vida y no puedo esperar a irme uno de estos días del planeta sin saldar una pequeña parte de la gran deuda de cariño que tengo con él. Como saben mis amigos, me crié con mis abuelos maternos, a la postre mis padres, no sólo de crianza, sino para todos los efectos, Laurencio Acosta Guzmán y Carmen Rosa Medellín Medellín, a quienes rendí un homenaje en un texto publicado en Letralia, hace algunos años y que puede leerse aquí:

https://letralia.com/articulos-y-reportajes/2017/03/09/mis-padres-viejos/

Por ello mi nombre literario, es Dixon Acosta Medellín y mi identificación en Twitter (@dixonmedellin), que no tiene que ver con la ciudad de la eterna primavera, aunque sea mi favorita en Colombia y que me perdone mi amada Bogotá. Durante mi niñez y primera juventud, compartí especialmente con mis tíos, los hermanos de mi madre Carmen, los Medellín Medellín. A la postre, Ana, Luis, Carlos, Joaquín y Roberto, todos fueron muy especiales y a mi tía Ana, le debo en parte mi afición por la literatura y la ficción, pues era entusiasta tanto de novelas de aventuras como Ivanhoe, Robinson Crusoe como de las radionovelas que transmitían en emisoras como Todelar o Caracol. Pero sin duda, en cuanto a los tíos hombres, el favorito era Roberto.

Gustavo Londoño

Es una pena que no tenga a mano, ninguna imagen del tío Roberto, pero intentaré hacer un retrato textual, con mi endeble memoria. Roberto Medellín Medellín era como todos los de su familia de tez blanca y cabello negro, delgado y alto, ojos claros, grisáceos con tinte azulado, el cabello lacio se lo peinaba hacia atrás con gomina y fue mi primera referencia de elegancia masculina, no faltaba el traje y chaleco y cuando el clima lo ameritaba la gabardina. Como buen cinéfilo que soy, la imagen del tío Roberto se me antoja entre la mezcla de dos buenos actores, el estadounidense William Powell (un clásico en los años treinta y cuarenta) y el colombiano Gustavo Londoño, especialmente su estampa en su notorio protagónico, en una de las mejores películas nacionales de la historia, Confesión a Laura (1990).

Al tío Roberto, no le gustaba el fútbol, pero su pasión eran las carreras de caballos. En aquella época (años setenta), Bogotá contaba con el famoso “Hipódromo de Techo” y las carreras las transmitían por radio, el locutor favorito de mi tío era el colombiano Alberto Díaz Mateus, quien con el comentarista argentino Gonzalo Amor, llevaban a los radioescuchas la emoción de las carreras. Todavía resuena en mi cerebro la frase “…en tierra derecha”, maravillas de la memoria de un chico. Mi tío me invitaba a ayudarle a jugar el “5 y 6”, juego de azar en el que se apostaba por los caballos ganadores. Mi papel era seleccionar los caballos y lo que yo hacía era guiarme por los nombres que me resultaban más bonitos. Supongo que con mi poca fortuna para este tipo de juegos, mi pobre tío nunca ganó nada.

No estoy seguro sobre los estudios profesionales de mi tío, pudo haber sido derecho, administración o contables, en cualquier caso era funcionario de carrera del Ministerio de Trabajo, eso lo recuerdo perfectamente y no deja de ser una grata casualidad que yo terminara siendo funcionario de carrera diplomática en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Seguro le habría gustado saber que su sobrino nieto, en cierta forma seguiría sus pasos.

Mi tío había logrado constituir una familia estable, con esposa y al menos 3 hijos, a quienes les dio la educación universitaria, era buen exponente de lo que ahora llaman clase media profesional, sin tener mayores riquezas, podía vivir bien, sin pasar necesidades. Sin embargo, luego vino el divorcio con su primera esposa y en un acto de generosidad sin igual, dejó sus bienes a su familia.

Se casaría en segundas nupcias con una colega del Ministerio en donde trabajaba, de quien estaba muy enamorado, pero ella murió en un accidente justo mientras celebraban su luna de miel, en una población cercana a Bogotá. Mi tío Roberto jamás se recuperaría del golpe y luego viviría con una modesta pensión siendo inquilino de un pequeño apartamento, en donde yo lo visitaba con frecuencia, hasta el día en que me dejó, en una especie de segunda orfandad, pues sin duda, al haber muerto mi padre Laurencio cuando yo apenas estaba entre los 6 y 7 años, el tío Roberto, suplió la figura paternal.

Siempre me acompañarán, la elegancia natural del tío Roberto, que no era impostada, y actitudes como recordarme no mantener las manos en los bolsillos, porque me decía que eso era muestra de no tener oficio. Recuerdo cuando años más tarde descubrí la grata película francesa “Mi Tío” del genial creador Jacques Tati y aunque ese tío torpe y caótico resultaba la antítesis de Roberto Medellín Medellín, compartía la ternura, complicidad y sabiduría que uno como sobrino siempre encuentra en su tío preferido. Descansa en paz querido tío Roberto, yo también puedo hacerlo.

Dixon Acosta Medellín

En Twitter en horas no laborales y mientras lo permita el nuevo dueño del sitio, aparezco como @dixonmedellin

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