
Nota preliminar: Comparto una nota, escrita en 2007, luego de una inolvidable presentación de la cantaora Petrona Martínez en Managua, Nicaragua, en donde tuve el placer de acompañarla. En la distancia, elevo una oración por su salud.
Han pasado varias horas desde la presentación de Petrona Martínez en el Teatro Nacional Rubén Darío, sitio por excelencia de la cultura en Managua, han pasado varias horas pero aún escucho retumbar los tambores en la zona más telúrica de mi cerebro, el sonido inconfundiblemente colombiano de las gaitas indígenas, que se deslizan como serpientes por la sangre y la voz de la cantaora mayor, la señora Petrona Martínez, quien desde que subió el telón se apoderó de la escena y por consiguiente de la platea, los balcones y la noche con sus habitantes, por lo menos de las mil personas que estuvimos atrapadas escuchando su autobiografía hecha canciones.
El nombre de Petrona, viene de la ancestral piedra, en su caso de una piedra hecha de arena, de la combinación de varias arenas, la arena que tuvo que extraer con sus manos, para sacar adelante a su numerosa familia, la arena de las playas del Departamento de Bolívar y su capital, Cartagena de Indias, arena con la cual se construyeron sus murallas y castillos, la arena sofisticada, hecha silicón, ingrediente de las máquinas modernas de grabar imágenes y sonidos, la arena que sirvió para que alguien hiciera el documental que hizo historia al mostrar su historia, vino un disco, luego otro, una nominación al premio Grammy, la celebridad, la veleidosa fama que a ella la dejó intacta en su autenticidad, escenarios, viajes, el mundo.
En la capital nicaragüense, Doña Petrona arrasó con su sencillez y talento, con la misma fuerza de los terremotos y huracanes que han pasado por esta tierra. Todos quedamos rendidos ande la grandeza de la humildad y la espontaneidad, la naturalidad de una señora que es bisabuela, abuela, madre pero también hija, nieta y bisnieta de las mujeres que en un solo canto interpretan el bullerengue, folclor puro, sin condimento comercial o electrónico, el verdadero “desconectado” de los artistas de estudio de grabación.
La señora Petrona Martínez surge de las raíces colombianas y africanas que se mezclan en el mismo crisol, allí donde anidan los elementos, los ingredientes sonoros de las canciones compuestas y cantadas por la gran cantaora, matrona de su pueblo y del mundo, quien sorprende y entusiasma con su garganta prodigiosa, con los bailes que ejecuta con sus hijas y nietas, danzas fabricadas en la arena, sin artificios ni coreografías elaboradas en academias de baile.
Los elementos están ahí, la señora Petrona los hace funcionar. Catarsis completa, asistir a un concierto de la señora Petrona Martínez, reina del bullerengue, dueña de los elementos de la creación.
Dixon Acosta Medellín
En Twitter, escucho tambores lejanos como @dixonmedellin