Nota preliminar: Una versión preliminar de este artículo, se publicó en la Revista Semana el 19 de marzo de 2005, con el nombre de pila de su autor.

El  24 de marzo de 2005, se conmemoraron cien años del último viaje de Julio Verne, el que seguramente le llenó de más emoción, porque su alma inquisidora debía estar ansiosa por descubrir el ignoto puerto de destino. El hombre de los viajes extraordinarios (como los bautizó su editor Hetzel), el mismo muchacho que aspiraba a ser marinero mientras su testarudo padre le imponía ser abogado, padre al cual le hizo la promesa luego de un fallido escape, que sólo viajaría con su imaginación.

Por cuenta de ese compromiso, nos terminó llevando a todos en sus increíbles recorridos a través de la geografía universal, lo que ayudó a que algunos piensen que realmente era un viajero del tiempo, que se desplazó desde el futuro para descrestar a los ingenuos hombres del siglo XXI, un extraterrestre con adelantados conocimientos o simplemente un escritor tan imaginativo como disciplinado. En todo caso, pilar de un género muy exitoso en el cine, pero injustamente desprestigiado en lo literario, la ciencia-ficción. Verne es uno de los escritores más editados en la historia y uno de los más interpretados en las pantallas, desde que su paisano Georges Méliès, realizó “Le voyage dan la Lune”, la primera manifestación en imágenes de las obras de Verne, versiones que en cine, video y televisión casi alcanzan el centenar.

El Soberbio Orinoco

Algunos seguimos sorprendiéndonos con las novelas de Julio Verne, por su capacidad de anticipación e investigación que exhiben. Pero también nos emocionamos, porque Colombia es mencionada en diversas obras del autor francés, incluso haciendo parte de los países que colaboraron económicamente con el proyecto de lanzar un cohete al espacio exterior, precisamente en la novela “De la Tierra a la Luna“.

Hay referencias de nuestro país en “Viaje al Centro de la Tierra” (1864),  cuando se menciona la legendaria Cueva de los Guácharos o en “La Jangada” (1881), aventura que se desarrolla en la selva amazónica. Pero donde Colombia adquiere relevancia es en “El Soberbio Orinoco” (1898), relato de aventuras que comienza con el debate entre sus protagonistas sobre el origen del gran río americano, que uno sitúa en Venezuela y otro en Colombia, motivando un viaje a través del mismo para dirimir el debate geográfico. Uno de los diálogos, parece el consejo pasado (o futuro?) de Verne, para valorar nuestros olvidados llanos orientales.

“- Pero el Meta no es más que la espita de una fuente.

– Una espita de la que sale un curso de agua que los economistas miran como el futuro camino entre Europa y los territorios colombianos.

En consideración a la condición de visionario, casi profético, de don Julio, deberíamos hacerle caso.  El nombre de Verne seguirá escuchándose  con el correr de los años y seguirán conmemorándose sus fechas de nacimiento y muerte, con el permanente reconocimiento a un hombre, quien gracias a sus historias, ha sido un gran compañero de viaje…viaje extraordinario.

Dixon Acosta Medellín

En Twitter a ratos leo a Verne como @dixonmedellin

Avatar de Dixon Acosta Medellín (@dixonmedellin)

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