
A Mario Montoya, único amigo al que le presto libros porque sé que no se pierden, ellos ganan.
Las películas policíacas norteamericanas nos enseñaron que un polígrafo es un artefacto detector de mentiras. Pero la verdad (palabra esencial que atraviesa este sucinto texto), un polígrafo, entendido como un escritor que aborda diferentes géneros literarios, es simplemente un constructor de mentiras. Un creador que apela a su creatividad para formar, reformar, deformar la realidad misma, descubrir territorios desconocidos, inventar artefactos novedosos, recuperar o jugar con la historia. En últimas ser un contador, no de números sino de palabras, aunque existan seres como el periodista y escritor colombiano Juan Gossaín que cumplan con las dos condiciones.
Cuando pienso en polígrafos, algunos nombres llegan a la memoria, por ejemplo los escritores Isaac Asimov y Ray Bradbury (más conocidos por su narrativa de ciencia-ficción, quienes cuentan con variada bibliografía) o el genial Italo Calvino, aunque hoy deseo destacar el caso de don Alfonso Reyes, mexicano universal, que incursionó con fortuna en todos los géneros, cuando estos tenían fronteras claramente demarcadas, no como ahora cuando se habla de la fusión o la desaparición de los géneros y no es tan difícil escribir poesía en prosa o viceversa.
Don Alfonso Reyes Ochoa quien también fue diplomático, pasaba con facilidad sorprendente y pasmosa, de la ficción al ensayo, de la poesía al teatro, del cuento al artículo periodístico, en una vasta obra que alcanza más de veintiséis tomos, en la recopilación efectuada por el Fondo de Cultura Económica, producción de donde todavía se encuentra más tela de donde cortar, pues Don Alfonso cual mago hace aparecer más líneas para imprimir.
La poligrafía también se entiende como el arte de descifrar escritos en clave. De alguna manera, ese es el ejercicio de todos los amantes de la literatura, de los lectores anónimos que aprovechamos los momentos libres. En este caso se trata de la libertad en su sentido pleno, para interpretar y disfrutar los textos que siempre traerán la clave personal de su autor.
Ojalá surjan en el futuro más polígrafos, mujeres y hombres que construyan mentiras eternas que se confundan con verdades tradicionales y no aparatos de tortura que detecten y proscriban la capacidad de mentir del ser humano, es decir, su capacidad de crear. De igual manera, que germinen en las escuelas, ejércitos de intérpretes de aquellos ilustres mentirosos.
Dixon Acosta Medellín
A ratos en Twitter: @dixonmedellin