Bud Spencer no era un nombre real, sin embargo para los jóvenes de los años setenta y ochenta era el mejor sinónimo de fuerza con sentido del humor, representaba a un gigante bonachón que repartía golpes y bofetadas con la gracia de un bailarín clásico, no era fuerza bruta, era fuerza cómica. Carlo Pedersoli fue…
Bud Spencer no era un nombre real, sin embargo para los jóvenes de los años setenta y ochenta era el mejor sinónimo de fuerza con sentido del humor, representaba a un gigante bonachón que repartía golpes y bofetadas con la gracia de un bailarín clásico, no era fuerza bruta, era fuerza cómica.
Carlo Pedersoli fue un hombre de muchos talentos, menos quizás el de la actuación, él lo sabía bien y en eso siempre fue honesto. Había sido deportista consumado, nadador olímpico y practicante de otras disciplinas, pero también fue bibliotecario en Argentina, trabajador de la construcción en Venezuela y con el correr de los años paralelo a su carrera cinematográfica, desarrolló otras habilidades como libretista, compositor y cantante.
Bud Spencer se relacionó varias veces con Colombia, pero en nuestro país tuvo quizás una de sus mejores experiencias vitales, pues aquí se inició su pasión por volar. En 1957 trabajó en la construcción de la carretera Panamericana en el tramo entre Venezuela y Colombia. Nuestro país fue locación de tres de sus películas, dos con su eterna pareja cinematográfica Terence Hill, Più Forte Ragazzi! (Más fuerte, muchachos!, 1972), Porgi l´altra guancia (Dos Misioneros, 1974) y Banana Joe (1982), esta ya en solitario. Con Terence Hill (Mario Girotti), Bud Spencer inventó el western cómico, comedia de acción sin violencia desmedida, apta para todos los públicos.
Alguna vez le preguntaron a Bud Spencer sobre su película favorita. Resultó ser la primera de las cintas mencionadas, que trataba sobre unos pilotos que se involucraban en una serie de aventuras en Colombia, pero no era la que más le gustaba por su calidad, sino porque le descubrió una pasión en su vida, la aviación. Para el desarrollo del filme, había un piloto profesional que resultaba ser el doble de Spencer y quien los transportaba cada día hasta la ciudad de Santa Marta, después de rodar en otra población. De tanto ver las maniobras del piloto, cierto día Bud Spencer se animó y logró tanto despegar como aterrizar. Tiempo después se convertiría en piloto certificado.
Una de las primeras películas que recuerdo haber visto en cine fue “Lo llamaban…demoledor”, precisamente con Bud Spencer en un teatro de barrio, más exactamente el del Olaya Herrera, popular sector bogotano, célebre por el campeonato de fútbol aficionado y por sus laboratorios clínicos. Allí conocí a Bud Spencer, Bud por cierta cerveza y Spencer por Spencer Tracy, el gran actor estadounidense. En aquella película, el actor italiano representó su rol por excelencia, el de un gigante forzudo de noble corazón.
Carlo Pedersoli, era un hombre agradecido, con la vida, con su carrera y con su familia, de la cual era profundamente devoto, por eso no extraña que su última palabra según su hijo, fuera: Gracias. Como dijo el Primer Ministro de Italia Matteo Renzi: Chao Bud Spencer, te quisimos tanto tantos.
Dixon Acosta Medellín
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Advenedizo extraviado en la dimensión desconocida. Alguna vez aspirante a diletante cronopio y decantado en aceptable fama. De los pecados, errores y calamidades cotidianas me rescata Patricia, incondicional compañera. Cuando salgo del espejo de Alicia, me pongo corbata, apellidos de pila e intento aplicar lo aprendido en la Universidad Nacional de Colombia y otros gratos centros de estudio, en la diplomacia. Estuve en el desierto y ojalá pudiera dejar huella.
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