Revista Kaliman, publicación de Editora Cinco.

 

Nota preliminar: Una versión previa de este artículo se publicó el 10 de septiembre de 2003, en “Quinta Dimensión“, sitio argentino especializado en ciencia-ficción, terror y fantasía, firmado con mi nombre de pila (Dixon Moya). Es decir que celebro dos aniversarios, los 60 de Kalimán y los 20 de esta columna.

“Serenidad y paciencia Solín, mucha paciencia”

Mi infancia, como la de miles de latinoamericanos que hoy pasamos de los cincuenta años, transcurrió al lado de un aparato de radio. A diferencia de las generaciones actuales que están al frente de una pantalla de televisión o de computador con los ojos bien abiertos, en aquella época el sentido más importante para efectos de entretenimiento e información era sin duda el oído, órgano que tendía un puente al mundo real o imaginario. De esa manera, aquellas complejas cavernas a cada lado de la cabeza eran el mejor receptáculo de diversos programas, entre los que se destacaban las radionovelas de aventuras.

Recuerdo bien que al regreso del colegio, la mejor compañía a la hora de hacer las tareas (casi siempre a escondidas de mi madre-abuela) era la serie de programas radiales que poblaron de héroes fantásticos la imaginación, los cuales después contemplaría en su representación gráfica en historietas. De allí surgió la sucesión de nombres de quienes fueron mis primeros referentes de superhéroes, nombres acompañados de un adjetivo superlativo sobre sus cualidades. Ejemplos de ello, José el Valiente, Kadir el Árabe, Arandú el Príncipe de la Selva (es posible que su apelativo se debiera a que ya existía un Rey reconocido en la jungla), Tamakún el Vengador Errante, pero sobre todo y sobre todos, Kalimán el hombre increíble.

Por aquellos días, ignoraba la procedencia de estos personajes dotados de poderes, virtudes y atributos que los hacía superiores a los demás mortales, no sabía de su importancia, pues su origen era latinoamericano, por lo menos el de sus creadores. Muchos niños de aquella época que no habíamos descubierto a Supermán, Batman, El Hombre Araña, X-Men y los demás seres fantásticos de la Marvel comics y de la DC comics, ya teníamos nuestros propios modelos a seguir.

Es seguro que en cada país de esta tierra latinoamericana, aunque los nombres de los actores cambie, el recuerdo es el mismo, sobre la emoción que proporcionaban los sonidos de aquellos días. Se trataba de un carrusel de voces, varoniles de los protagonistas, seductoras con pizca de inocencia de las nobles heroínas, seductoras con dos pizcas de picardía de las mujeres fatales, horribles de los malvados villanos y sus traicioneros secuaces, así como las misteriosas de los locutores. Los efectos especiales, que nos transportaban a mundos lejanos, realizados por un experto cuya profesión nunca he visto en el currículum de ninguna universidad, el “ingeniero de sonido”. Por eso apreciar “Días de Radio” de Woody Allen, o rememorar “La Tía Julia y el Escribidor” de Vargas Llosa, son selectas golosinas tanto para el ojo como para el oído, y sobre todo para el sentido de la añoranza.

Aunque si de profesiones difícilmente identificables se trata, recuerdo que a eso de las dos de la tarde en la radio que imperaba por entonces, la cadena Todelar de Colombia, tan importante como Radio Cadena Nacional (R.C.N) o la Cadena Radial Colombiana (Caracol), se transmitía un programa de consultas sentimentales, al cual llegaban cartas de muchachas que firmaban en ocasiones con el seudónimo de “Margarita sin deshojar“, preguntando si debían darle la “pruebita de amor” a su novio. Siempre con su entonación de seria especialista respondía la “Doctora”, de quien se ignoraba en qué rama del conocimiento humano era doctora, pero brindaba consuelo a sus corresponsales. Mi tía-abuela Ana era fanática de ese programa, lo escuchaba mientras hacía sus deberes domésticos, yo le acompañaba y ella en compensación me acolitaba la posibilidad de escuchar las radionovelas de aventuras, quizás para enfurecer a mi madre-abuela Carmen. La tarde transcurría mientras me dejaba llevar por las tribulaciones de aquellos seres extraordinarios.

Gaspar Ospina y colegas actrices, grabando un episodio de radionovela.

 

Sin duda, el rey de aquellos personajes era Kalimán (en su versión de historieta durante mucho tiempo lo escribieron sin tilde), con su pequeño protegido Solín, el chico a quien le recomendaba ser discípulo del santo Job, como lo enuncia el epígrafe del presente texto, mientras el pobre niño debía afrontar los más terribles peligros que al final eran solucionados por la fuerza o los poderes mentales del “Hombre Increíble“. Una de las grandes frustraciones de mi primera juventud, fue cuando en televisión (los ojos comenzaban a ganarle la partida a los oídos), un día reconocí al actor que le proporcionaba la voz a Kalimán, el talentoso Gaspar Ospina, dotado de una garganta privilegiada pero lógicamente sin el físico del héroe. Luego supe que la voz de Solín era de una actriz, ya mayorcita, la señora Erika Krum, así como la del presentador misterioso era otra respetable dama, Esther Sarmiento de Correa.

Ahora bien, cuando hablo de la procedencia latinoamericana de estos héroes, como señalaba hace unos párrafos no me refiero en el caso de Kalimán, al chiste popular que habla de un “man” de Cali, sino sobre el origen de sus creadores. Como en la historia de la radio hispanoamericana, en particular de las novelas melodramáticas que empezaron a transmitirse por este medio, el inicio debe buscarse en Cuba. Para nadie es un secreto, que en esa isla se marcaron hitos con historias como “El derecho de nacer” de Félix B. Caignet, quien también debe considerarse precursor de los relatos de aventuras con un personaje, el detective chino Chan Li Po, en donde introdujo el recurso del narrador que ubica a los radioyentes.

En cuanto a los personajes de aquellos relatos de aventuras que nos apasionaron, la mayoría de sus autores fueron cubanos, residenciados en otros países como México y Venezuela. En particular se destacaron Rafael Cutberto Navarro Huerta, Modesto Vásquez González y Armando Couto. Los señores Navarro y Vásquez, creadores de Kalimán, iniciaron en Ciudad de México el 16 de septiembre de 1963 con este personaje, una serie de radio que se convirtió en éxito de magnitud continental, con su posterior paso a otros medios de comunicación como las historietas e incluso al cine, con dos películas realizadas en 1970 y 1976. Los libretos fueron escritos inicialmente por Benjamín de la Torre y luego por el legendario Victor Fox.

Lo importante es que estos autores, herederos de Caignet, al igual que aquel, son continuadores de la vieja tradición oral de América Latina. En Cuba fueron famosos los “Cuenteros de Santiago“, así como en la mayoría de nuestros países hubo narradores o juglares. En Colombia un género musical como el vallenato, no podría entenderse, si no se busca en su génesis la manera en que se divulgaban las noticias, los chismes y las ocurrencias de aquellos músicos trashumantes que pretendían informar y entretener a los pobladores de diversas comarcas de nuestra costa caribe. Toda la mitología latinoamericana poblada de fantasmas, apariciones, brujas y seres terroríficos, fueron el mejor medio con el cual abuelos divirtieron y amedrentaron a sus familias, en noches sin luna a la luz de una vela.

Pero regresando a los héroes de radio, en cuanto a su representación gráfica, debe decirse que se inició otro capítulo memorable para los creadores latinoamericanos. La serie de historietas de Kalimán ha tenido una vigencia inusitada en nuestro medio. En principio dos ediciones, una mexicana de la editorial RaCaNa que llegó a 1384 números, y una colombiana de Editora Cinco que alcanzó 1206 ediciones. Estas editoriales publicarían otras historias que en el caso colombiano no llegaron a la radio, pero que para los jóvenes lectores de la época, también fueron determinantes como Águila Solitaria o Starman el Libertario, obra de ciencia ficción, que recuerdo particularmente por la calidad del dibujo y el realce de la voluptuosidad de las mujeres que allí aparecían. Sin duda todos estos héroes, de alguna manera estaban influenciados por sus colegas norteamericanos, quienes los antecedieron, pero no por ello se debe despreciar la creatividad y capacidad artística de sus realizadores.

Para los aficionados al género de la fantasía, quienes recibimos la avalancha de personajes y situaciones de ficción (ciencia ficción, terror, y fantasía en general) procedentes de otras latitudes, especialmente de Estados Unidos, debe ser motivo de celebración el hecho que tanto en la producción gráfica de historietas como en el caso que motivó esta nota, el mundo de la radio, hubo una época dorada de producción latinoamericana. Claro, quizás habría sido más impactante que Kalimán, por ejemplo, volviendo al viejo chiste, en efecto fuera un “man” de Cali, o de cualquier otra ciudad latinoamericana, pero quizás sus autores conscientes de cierto complejo de inferioridad nuestro en relación a lo foráneo, prefirieron explicar que su origen era enigmático, pues se trataba de uno de los pocos sobrevivientes de una perdida civilización, educado por monjes tibetanos, experto en artes marciales y discípulo de la vengativa diosa Kali, en fin, un ser ecléctico en su naturaleza especial.

En ocasiones se utilizaban escenarios nuestros, recuerdo levemente que Kadir el Árabe, era una historia de piratas, tipo Sandokán, cuyas aventuras transcurrían en Cartagena de Indias, la Heroica, sitio más que apropiado para una ilusión. Quizás quien rompió la tradición sobre la procedencia extranjera o misteriosa de aquellos personajes fuera José el Valiente (en su versión original se llamó Martín, como amablemente me lo recordó en su momento, el escritor venezolano Carlos Yusti ), pues se trataba de un héroe latinoamericano que luchaba contra las injusticias de terratenientes sin escrúpulos y gobernantes corruptos, si mi endeble memoria no falla de nuevo.

Ahora por estos días, nuestras emisoras de radio (por lo menos en el caso colombiano), se convirtieron en centros de información demasiado serios, noticieros o programas periodísticos que incluso a la hora del humor, se concentran en la parodia e ironía política; la radio por estos días es para los adultos sin sueños. Los chicos (y no sólo aludo a los infantes de edad, sino a los seres con conciencia pueril) escapan a otro tipo de medios que proporcionan entretenimiento. Por eso, quizás el tema de los héroes de radio sea materia para nostálgicos sin remedio.

Cómo olvidar que muchos de nosotros, en nuestra infancia y primera juventud, antes de quedar dormidos, seguíamos escuchando el caballo de Kadir el Árabe por las calles empedradas de Cartagena, que fue una creación del escritor colombiano Fulvio González Caicedo. A Kadir le dedicamos una columna aparte que se puede leer aquí: https://blogs.elespectador.com/actualidad/lineas-de-arena/kadir-arabe-heroe-radio

Continuábamos intrigados por la suerte de Arandú y su fiel amigo Taolamba, divertidos por las ocurrencias de Frijolito el compañero de José el Valiente, y sobre todo aterrados porque en el episodio de hoy, Kalimán tuvo que recurrir a su acto más peligroso de poder mental, el “rigor mortis”, en el cual suspende a voluntad todas sus funciones vitales, fingiendo estar muerto, lo que supone un grave riesgo. Aunque seguro, algo se le ocurrirá a nuestro héroe para salir de la encrucijada, todo es cuestión de tener “serenidad y paciencia” y esperar la continuación. Hasta mañana.

Dixon Acosta Medellín
En lo que antes se llamaba Twitter, me ubican ocasionalmente como @dixonmedellin

Avatar de Dixon Acosta Medellín (@dixonmedellin)

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