Colombia es un país de 1.141.748 kilómetros cuadrados, que viene siendo 3 veces el tamaño de Alemania (que tiene casi el doble de nuestra población). Colombia tiene 51 millones de personas y su tasa de natalidad es de 1.79.
Para que una población logre mantenerse en estabilidad numérica necesita de por lo menos 2.1 niños por familia. Estamos en déficit poblacional y en una altísima concentración de la población en las capitales.
El tema de la reducción de la población es muy interesante, en menos de 5 décadas los Colombianos pasaron de tener 5 niños en promedio por familia a tener 1.79. Esta tendencia que se corresponde con las tendencias de países Europeos y que tiene que ver con la industrialización y la urbanización de la sociedad, plantea nuevos problemas y reflexiones interesantes.
Es evidente que la clase media en Colombia, la clase más importante en el desarrollo de un país, ha venido alejándose de la idea de tener varios hijos e incluso de tener hijos. El alto costo de la vida, el alza de las expectativas sociales y económicas. El estancamiento económico y el desempleo, y algo tenaz que es el desperdicio del talento humano, en una sociedad que le ofrece a sus profesionales poco más que una jornada de 8 horas en un call center (en inglés o en español).
Los Colombianos se extinguen, y deberíamos preguntarnos ya sobre la base pensional del futuro. Más alla del título de esta columna, tomado de un libro de Gunter Grass titulado «Los Alemanes se extinguen (die Deutschen Sterben Aus)» , deberíamos cuestionarnos preguntas esenciales como ¿Cuantos deberíamos ser?; esta pregunta tendría que tener en cuenta la productividad del país, pero también el hambre y todas las variables ambientales. Colombia es un santuario natural del mundo, y nuestra sociedad se puede beneficiar enormemente de cuidar y proteger este santuario, la disminución o aumento de la población tiene que estar en el análisis.
Hay una una pregunta que quiero formular también en esta columna y es ver cómo los hogares que más niños tienen en Colombia, usualmente son los hogares con menos recursos económicos; hay cierta ironía en esto, los hijos de las clases menos privilegiadas destinados a ser quienes salvan el sistema pensional de las clases medias y altas, o para ponerlo un poco más duro; los hijos de los pobres van a salvar al resto de la sociedad.
Sin lugar a dudas esto nos tiene que cuestionar la manera de ver el gasto social, la importancia de la educación pública, subsidiada y de calidad. Y también la educación privada subsidiada. Ya sabemos por el desarrollo del sistema universitario en los Estados Unidos, el fracaso del sistema de préstamos en el mercado de la educación. En cambio hemos visto el éxito que el Estado (la sociedad en su conjunto) asuma el riesgo de la educación de las y los jóvenes, en especial los jóvenes de los hogares más humildes, es el caso de países como Alemania o Francia.
Las personas que decidimos no tener hijos podríamos aportar más a las familias que deciden tener, esto se puede pensar como subsidios directos. La verdad es que la lección de los países desarrollados* es que des incentivar a tener hijos es relativamente fácil, pero incentivar es casi imposible.
En el escenario actual tampoco hemos comprendido el enorme aporte que las familias migrantes hacen al país, más de 400.000 menores de Venezuela han ingresado a Colombia en los últimos 3 años. Son una población que podría aportar mucho a este déficit que tenemos y una población a la que no le hemos ofrecido nada.
Los Colombianos se extinguen, y es una situación real que debemos pensar ahora.♦
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Diego Aretz es un periodista y activista Colombiano, ha sido columnista de medios como Revista Semana, Nodal, El Universal, colaborador de El Espectador, . Así mismo es jefe de comunicaciones del Consejo Nacional de Bioética y consultor de Terre Des Hommes Alemania. Director de la ONG Por la Frontiere.