
La región montañosa de Caldas, atravesada por la Cordillera Central, aparece como el Olimpo en la cima de su montaña oculta por un mar de nubes e invisible para quienes no se han aventurado allí. Una región flotante con sus 3190 metros de altitud que pudimos descubrir durante nuestra estancia allí en compañía de la gobernación.
En la curva de la colina, tras un largo recorrido hecho de curvas y relieves, aparece finalmente Manizales, reconocible por la aguja de su catedral gótica, Nuestra Señora del Rosario, la más alta de Colombia. La entrada a la capital regional está marcada por dos grandes y majestuosas puertas con un letrero que dice «Ciudad de las Puertas Abiertas». ¿Qué mejor apodo para describir la mentalidad de sus gentes, cálidas, acogedoras y orgullosas de su región? Esta atracción por el prójimo, que parece ser característica de sus habitantes, es quizás uno de los marcadores del éxito de las políticas sociales implementadas por el gobernador de Caldas, Luis Carlos Velásquez Cardona. Siendo arquitecto y urbanista de formación y por su experiencia en las viviendas de interés social, se ha involucrado con afán en el proyecto «Revolución de la Vivienda».
En Colombia, 5.1 millones de hogares se encuentran en déficit habitacional ósea 31,4% de los 16,25 millones de hogares, según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida realizada por el DANE en 2020. Esto refleja las difíciles condiciones económicas y sociales en las que viven una gran parte de la población colombiana y aún más las mujeres. Ellas sufren más la pobreza por tener que ocuparse del hogar, trabajar y ser menos valoradas socialmente. Lo hemos podido observar directamente pues eran las principales beneficiarias del proyecto de construcción de viviendas de Caldas.
En el caso de Caldas, el déficit de vivienda sería de aproximadamente 54.000 hogares según cifras de Camacol Caldas basadas en la información del Censo de 2005. 62,9% de ellos se encontraban en zonas rurales en las que se evidencian más carencias en temas de vivienda. Por eso el proyecto se ubica en municipios alejados de las ciudades, bajo un concepto territorial llamado “rural disperso». Se piensa Caldas como una región y no sólo reducida a Manizales y su centro urbano. Caldas es el tercer departamento del país con los índices de déficit más bajos.
El problema de las viviendas es tanto cuantitativo (más de 16.000 de hogares en el departamento) como cualitativo (más de 37.000 hogares). Por eso la política llamada “Revolución de la Vivienda” en Caldas prevé tanto la construcción de viviendas como el mejoramiento de algunas. Sumando recursos de la nación y de la región, lo que representa 170 mil millones de pesos, el objetivo es alcanzar 4000 hogares construidos y permitir a la vez crear más de 2000 empleos. Pudimos ser testigos de la evolución del proyecto pues fuimos a visitar a la bloquera comunitaria del municipio de Chinchiná que cuenta con 42 lotes de casas de 55 m2, cada una costando 85 millones de pesos, inalcanzable para las familias a las que se ayuda. Allí vimos a militares dejando por un rato las armas de lado para coger en cambio herramientas, echando una mano en las obras con la misma gana de ayudar que todos los otros actores presentes, que sean ingenieros, obreros o funcionarios. Este proyecto une a las personas como colombianos que tienen como objetivo común ayudar a los necesitados, hacer sonreír a familias enteras y ofrecerles nuevas perspectivas de futuro. También asistimos a la entrega de casas prefabricadas en Anserma, que son más baratas y más rápidas de construir.

Algunas de las obras las pueden hacer directamente el beneficiario gracias a una nueva tecnología única en el país llamada la bicibloquera, que funciona sin energía. Solo pedaleando se genera vibro compactación que da forma a los bloques. Permitir a las familias participar en el mejoramiento de sus viviendas contribuye a que se sientan orgullosos de ellos mismos antes de todo pues cosechan directamente el fruto de sus esfuerzos.
Pero entre todos estos proyectos de construcción, el que nos llamó la atención fue el de las viviendas en guadua. Conocida por sus aguas termales, su volcán Nevado del Ruiz, sus verdes colinas, Caldas es aún más famosa por su historia y su economía cafetera que marca los paisajes de la región. El café es el dinamizador de Caldas 32.459 familias dependen directamente de él y genera 573.900 millones de pesos cada cosecha. La economía cafetera une desde siglos a los pueblos entre sí y brindó educación, salud y condiciones de vida estables en el departamento. Una herencia que está en el centro del proyecto de las viviendas para no traicionar el modo de vida tradicional de la cultura Caldense, sino para celebrarlo, para demostrar que es posible en el siglo XXI vivir con dignidad en el campo. Por eso las viviendas en guadua que, además de utilizar un material barato y local, respetan este patrimonio. De hecho, este material es un pilar de la cultura cafetera y más globalmente de la cultura colombiana. Su uso se remonta a milenios en América Latina, de los primeros pobladores hasta hoy en día. Colombia es uno de los países que registra mayor tradición de uso. Además del apego histórico a la Guadua, también tiene una función ecológica por conservar suelos inestables y pendientes, un gran problema al que se enfrenta Caldas en tiempos de lluvia con derrumbamientos frecuentes, pero igualmente por preservar las fuentes de agua y las cuencas de los ríos. Asimismo tiene un gran potencial económico, por sus altos rendimientos, y estético. Por sus valores culturales, económicos, ambientales, y arquitectónicos, la guadua es un gran logro de interés social para el mundo.

En consonancia con este respeto a las raíces culturales de la región, el lugar de las comunidades indígenas en el proyecto es fundamental y trabajan en estrecha colaboración con la gobernación a través del Resguardo Indígena Escopetera y Pirza. Sobre los más de 1 millón de habitantes en Caldas, los indígenas representan el 4,29% de la población. Entre ellos la etnia Embera Chami que significa el Hombre del Maíz o Nativo de la Montaña. Durante la entrega de una casa, participamos en un ritual con el fin de armonizar y purificar la vivienda, un momento centrado a la vez sobre sí mismo y sobre los otros, un momento para compartir, un momento universal que nos devuelve a valores esenciales que son el amor al otro y a la madre tierra.
La tranquilidad social y la paz son un escenario ideal para el desarrollo económico. La fortuna que tiene hoy Caldas es poder usar de una seguridad política, ciudadana y pública que permite que pueda haber este tipo de iniciativas, que la política pública se concentre no en el tema de seguridad sino en el tema de desarrollo social y de inclusión. Esta política regional permite invertir inversamente en un círculo virtuoso para preservar la seguridad de su población y prevenir las semillas de la violencia dando mejores condiciones de vida a la gente.
Como dice la frase popular, “Tener casa no es riqueza, pero no tener una es una gran pobreza”. El acceso a la vivienda es imprescindible para vivir con dignidad y seguridad. Y esto es lo que intenta proveer a su población la gobernación de Caldas que ya puede cumplir con el sueño de tener casa propia a muchas familias caldenses. Esperamos que esto sea un primer paso hacia una revolución social más amplia.♦
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Pauline Serrano es estudiante de tercer año de ciencias políticas de Sciences Po Toulouse e investigadora de Por La Frontiere.
Diego Aretz es un periodista y activista Colombiano, ha sido columnista de medios como Revista Semana, Nodal, El Universal, colaborador de El Espectador, ha sido jefe de comunicaciones del Festival Internacional de Cine de Cartagena, jefe de Comunicaciones del Festival Internacional de Cine por los Derechos Humanos. Así mismo es jefe de comunicaciones del Consejo Nacional de Bioética y consultor de Terre Des Hommes Alemania y director de Por La Frontiere.