Justo antes de la última elección a Alcalde de Bogotá moderé en la Universidad de los Andes un debate organizado junto a la Universidad y un grupo de estudiantes. En esa ocasión recuerdo con claridad la amplia libertad editorial que nos permitió Alejandro Gaviria (siendo rector) y un par de palabras suyas al inicio del debate «la democracia es una fiesta y en la fiesta se debe participar».
En esa ocasión el único candidato que no quiso participar fue Miguel Uribe Turbay, el único graduado de la Universidad de los Andes.
Alejandro Gaviria esperó sentado el tiempo completo del debate, con un blazer negro y camisa, sin corbata, de gafas y cabello despeinado, más recordaba a un profesor perdido en alguna cátedra o alguna decena de textos y libros, que al ex ministro de Juan Manuel Santos, al rector de la Universidad más privilegiada del país y a uno de los pensadores más influyente de nuestra sociedad.
Su pose, para llamarla de algún modo, o su estilo es el de un liderazgo que poco se ve en la sociedad Colombiana, la ausencia del arribismo y el clasismo tan popular en la política y un discurso y la voz de un liberal que no escuchábamos desde la muerte de Carlos Gaviria y que hace pensar también en la vida de personas como Alberto Lleras.
La Paradoja de Alejandro es que vive en un mundo que no es la realidad Colombiana; si cualquiera pasa por los corredores de la Universidad de los Andes puede fácilmente sentirse en una sociedad de primer mundo, lo mismo que cualquier persona que viva o pase por Rosales o La Cabrera en Bogotá, o Corralito de Piedra en Cartagena, o El Poblado en Medellín; puede sentir que vive en una isla en un mar de pobreza. Colombia hoy es un país con 20 millones de personas por debajo del nivel de pobreza. Y reiteradamente lo decimos: uno de los países más desiguales del mundo.
Casi un año después del debate en la universidad, entrevisté a Alejandro en una serie de conversaciones que he llevado durante la pandemia. Hablamos de su libro «Otro fin del mundo es posible» donde no solo hace un ensayo sobre la vida, la ética y bioética, sino nos lleva en un viaje al extraño perfil del escritor inglés Aldous Huxley, en este libro Alejandro confiesa su uso del LCD con usos terapéuticos y nos abre preguntas sobre las drogas, nuestra cultura y los cimientos de una sociedad que parece desmoronarse en su propia tragedia. Si hay algo difícil de encontrar en la política es una persona que no esté libreteada, que no sienta uno que hay un guión o una manipulación bajo la manga, con Alejandro Gaviria no se siente eso y creo que no me equivoco, pero la política no es solo lo que es un individuo sino sobre todo lo que hace la sociedad con ese individuo.
Hijo de una familia acomodada de Medellín Alejandro Gaviria conoce las elites del país, pero no cae en sus errores fáciles, en sus miopías y en sus desprecios por la increíble diversidad de seres humanos que formamos esta sociedad.
La Paradoja de Alejandro Gaviria es abandonar la rectoría de la Universidad de los Andes para intentar una carrera a la Presidencia de Colombia, si sale del mundo académico para hacer política electoral, su imagen va a quedar desdibujada por el halo negativo que acompaña a los y las políticas Colombianas. Esto no sería del todo malo si llega a Presidente con la posibilidad de redimir ese papel y ser un buen Presidente (algo extremadamente complejo en nuestro contexto). Volver a ser rector de los Andes es casi imposible después de participar en una elección popular, irse a una campaña agresiva por la presidencia exige decisiones personales contundentes que le cambiarían completamente su manera de ser y lo que su figura representa actualmente. Y la pregunta no solo es si Alejandro está listo para ser Presidente de Colombia, sino si Colombia está lista para que una persona como él la pueda liderar.
Alejandro Gaviria vive su paradoja y nosotros vivimos la incertidumbre de un país que parece insistir en la violencia como legitimidad cultural, que parece insistir en el odio como mecanismo de diálogo y que parece querer repetir errores que nos han llevado por los peores caminos.
» “Ser o no ser, esa es la cuestión” (en inglés, to be, or not to be, that is the question) es la primera frase del soliloquio o monólogo del personaje Hamlet de la obra de teatro Hamlet, príncipe de Dinamarca, escrita alrededor del año 1603 por el dramaturgo inglés William Shakespeare (1564-1616).»♦
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Diego Aretz es un periodista y activista Colombiano, ha sido columnista de medios como Revista Semana, Nodal, El Universal, ha sido jefe de comunicaciones del Festival Internacional de Cine de Cartagena y es el Jefe de Prensa del Festival Internacional de Cine por los Derechos Humanos.