Los avances y retrocesos en la pobreza y el desarrollo de Colombia en las últimas cuatro décadas

Hace unos meses James Robinson recibió el premio Nobel de economía por su trabajo sobre la desigualdad en el mundo, una semana después pude entrevistarlo en un viaje por tierra a la Cop16 de Cali, el trabajo de Robinson es notorio precisamente por haber dedicado décadas a entender como unas naciones perseveran más que otras, también es un ejemplo de ese tipo de investigadores que salen de su comodidad, o la comodidad de sus instituciones para leer el mundo que intentan entender, lo entreviste por zoom desde un restaurante de la Mesa Cundinamarca, fue ahí donde pensé esta reflexión.

Por más de 40 años, Colombia ha vivido un proceso lleno de altibajos en su lucha contra la pobreza y su búsqueda de desarrollo económico. En muchos aspectos, el país ha logrado avances significativos en la reducción de la pobreza y en la mejora de indicadores clave como la educación y la salud. Sin embargo, en otros sectores, los retrocesos han sido palpables. A lo largo de estas cuatro décadas, la realidad colombiana ha sido una danza entre la prosperidad y la desigualdad persistente, un reflejo de las tensiones entre crecimiento económico y los desafíos estructurales.

El progreso: ¿un camino de luces y sombras?

En las últimas cuatro décadas, Colombia ha experimentado un crecimiento económico robusto, especialmente a partir de la década de los noventa. La apertura económica de 1990, impulsada por reformas estructurales que incluyeron la liberalización del comercio y la privatización de empresas estatales, permitió al país insertarse en la economía global. Desde 1990 hasta la actualidad, el Producto Interno Bruto (PIB) de Colombia ha crecido a un ritmo promedio de alrededor del 3.5% anual. En términos de renta per cápita, el país ha avanzado, superando el umbral de los 6.000 dólares en la última década.

Este crecimiento ha tenido un impacto positivo en la reducción de la pobreza, que ha disminuido considerablemente en las últimas décadas. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), la pobreza extrema en Colombia pasó del 21.5% en 2000 al 7.5% en 2023. Esto es un avance significativo, pero aún queda un largo camino por recorrer. En comparación con otras economías de América Latina, como México o Brasil, Colombia ha logrado una disminución más pronunciada en la pobreza extrema, pero sigue rezagada frente a países como Chile o Uruguay, donde la pobreza extrema es prácticamente inexistente.

Uno de los factores que explica este avance es la mejora en el sistema educativo, especialmente en el acceso a la educación primaria y secundaria. Colombia ha hecho esfuerzos notables para reducir la tasa de analfabetismo, que ha bajado de más del 10% en 1990 a cerca del 4% en la actualidad. Sin embargo, el sistema educativo colombiano sigue enfrentando desafíos, especialmente en la calidad de la educación y en la cobertura de la educación superior. La falta de infraestructura adecuada en zonas rurales, la desigualdad en la calidad de la enseñanza y la escasa inversión en investigación y desarrollo han sido obstáculos para que Colombia logre consolidar un sistema educativo de clase mundial.

Como señala el economista Jeffrey Sachs de la Universidad de Columbia, “el desarrollo económico no se trata solo de tener una economía de mercado en crecimiento, sino de garantizar que todos los segmentos de la sociedad se beneficien de esa prosperidad”. Esto es especialmente cierto para Colombia, donde el progreso ha sido desigual y no todos los ciudadanos han compartido equitativamente los beneficios del crecimiento económico.

Desafíos persistentes: ¿por qué la pobreza sigue siendo un problema estructural?

A pesar de los avances, el país aún enfrenta una pobreza estructural que no se resuelve simplemente con políticas de crecimiento económico. La desigualdad en la distribución del ingreso es uno de los mayores retos para Colombia. Según el índice de Gini, que mide la desigualdad en la distribución del ingreso, Colombia ha mantenido niveles altos de desigualdad durante las últimas décadas, con una ligera mejora reciente. En 1990, el índice de Gini estaba cerca de 0.60, y aunque ha mejorado ligeramente, en 2023 todavía se encontró alrededor de 0.50. Este nivel de desigualdad coloca a Colombia entre los países más desiguales de América Latina, similar a Brasil y México, y lejos de los niveles de igualdad observados en países como Uruguay y Costa Rica.

Un factor que contribuyó a esta desigualdad fue la elevada tasa de natalidad. Aunque en las últimas décadas la tasa de natalidad ha disminuido. En 1990, la tasa de natalidad en Colombia era de 3.1 hijos por mujer; para 2020, había caído a 1.8 hijos por mujer. Una alta tasa de natalidad implicaba una mayor presión sobre los recursos del país y dificultaba la inversión en capital humano de calidad, especialmente en las familias de bajos ingresos, tanto en recursos públicos como privados.

Amartya Sen, el reconocido economista y filósofo indio, cuya investigación ha abordado los efectos de la natalidad y el crecimiento poblacional en el desarrollo económico, además de la equidad y el bienestar social destaca en “Desarrollo y libertad” (1999), cómo una alta tasa de natalidad puede generar presiones adicionales sobre los recursos y los servicios públicos, lo que limita las posibilidades de inversión en la mejora de la calidad de vida y el acceso a servicios como la educación y la salud. Según Sen, el aumento de la población sin la correspondiente expansión de las oportunidades económicas y educativas genera una trampa de pobreza intergeneracional, donde las familias no pueden ofrecer a sus hijos las herramientas necesarias para mejorar su situación.

Siguiendo el argumento de Sen, esto implica que las políticas públicas deben enfocarse en mejorar el acceso a los servicios de salud reproductiva, educación y empleo, para garantizar que el crecimiento demográfico no se convierta en un obstáculo para el desarrollo económico sostenible.

El economista Raúl Prebisch, quien estudió el desarrollo económico en América Latina, destacó la importancia de la diversificación económica para romper las cadenas de la pobreza. “El principal obstáculo para el desarrollo de América Latina no es solo el subdesarrollo en sí, sino la estructura de dependencia que le impide acceder a mercados más rentables”, dijo Prebisch. En el caso de Colombia, la economía sigue siendo dependiente de las exportaciones de recursos naturales como el petróleo y el carbón, lo que limita su capacidad para generar un crecimiento inclusivo y sostenible.

La riqueza y el empleo: los retos del crecimiento económico

El crecimiento económico de Colombia, aunque sólido, ha estado acompañado de un empleo informal elevado. Más del 50% de los trabajadores en el país están empleados en el sector informal, lo que genera un círculo vicioso de pobreza y desigualdad. La informalidad laboral limita el acceso a servicios de salud, pensiones y seguridad social, y aunque Colombia ha implementado políticas para mejorar la formalización, los resultados han sido modestos.

Por otro lado, la concentración de la riqueza sigue siendo un problema evidente. La economía colombiana está dominada por un pequeño grupo de empresas, en su mayoría en sectores como el petróleo, los recursos naturales y las finanzas, lo que contribuye a una estructura económica desigual. El país no ha logrado diversificar su economía de manera suficientemente efectiva, y la dependencia de las exportaciones de recursos naturales, especialmente el petróleo y el carbón, lo hace vulnerable a fluctuaciones externas y a los efectos del cambio climático.

Colombia en el contexto latinoamericano

Comparando a Colombia con otras economías de América Latina, vemos que, aunque el país ha experimentado una notable reducción de la pobreza y cierto progreso en educación, sigue enfrentando desafíos significativos. En términos de crecimiento económico, Colombia ha estado a la par con muchos de sus vecinos, pero la alta desigualdad y la persistente pobreza en las zonas rurales limitan el impacto del crecimiento en amplias capas de la población.

Países como Chile, Uruguay y Costa Rica han logrado reducir la pobreza extrema a niveles mucho más bajos y presentan una mejor distribución del ingreso, debido en parte a políticas fiscales más inclusivas y a una mayor inversión en capital humano. En contraste, Brasil y México, aunque también han tenido avances significativos, siguen enfrentando niveles elevados de pobreza y desigualdad.

En resumen, Colombia ha logrado avances importantes en la lucha contra la pobreza en las últimas cuatro décadas, pero aún enfrenta desafíos estructurales. El crecimiento económico ha sido positivo, pero ha sido insuficiente para erradicar la pobreza de manera efectiva, debido a la persistente desigualdad y la falta de inclusión social. La educación ha mejorado, pero la calidad sigue siendo una preocupación. La tasa de natalidad y la concentración de la riqueza siguen siendo obstáculos para un desarrollo más equitativo. El país necesita políticas que no solo fomenten el crecimiento económico, sino que también apunten a una distribución más justa de los recursos y a la inclusión de los sectores más vulnerables en el proceso de desarrollo. La historia de Colombia es una de avances y retrocesos, de luces y sombras, pero el camino hacia la prosperidad plena sigue siendo incierto, sobre todo si no se abordan las desigualdades estructurales que siguen limitando el potencial del país.

Petro y la desigualdad.

Aunque la lucha contra la pobreza y contra la desigualdad fueron banderas del presidente Petro, es evidente que esta agenda no se ha fortalecido en los dos años y medio que lleva su gobierno, algunos impedimentos quizás fueron la falta de acuerdos políticos en el congreso, también el no haber situado agendas posibles y concretas a mediano plazo. Considero que la oportunidad de mayor envergadura que hasta ahora se ha perdido, es precisamente no haber logrado un avance en la educación, un tema esencial al desarrollo y un tema no tan peleado en el abanico de la opinión política, un tema en que se podrían lograr acuerdos fundamentales. Las conclusiones no son tan buenas, en esta reflexión no me propongo criticar ad hominem al presidente, pero si tuviera que hacer un balance, diría que Petro a pesar de ser economista, ha pensado más su mandato en planos “mesiánicos” en luchas políticas, en retoricas idealizadas, para ser un Marxista, parece aborrecer la realidad. En efecto los posibles avances se han debido más a la inercia del propio país que a la innovación ideológica y política del gobierno. Alguien podría decir que habernos estancado, o seguir movidos por la inercia, es un avance, pero eso no es un pensamiento correcto, en nuestra situación no haber avanzado es un rotundo retroceso.

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