Las Ciencias Sociales Hoy

Publicado el Las Ciencias Sociales Hoy

Pandemia, reinvención y Estado

Por: Jorge Coronel López*

El Estado es una invención social, no divina. Llevamos cerca de seis siglos conviviendo con un aparato o sistema que hemos construido para controlar el funcionamiento de las comunidades o de la sociedad. Le hemos creado instituciones y le hemos entregado poder.

Entre los XIV y XVI tuvieron lugar un conjunto de hechos que le fueron dando forma y tamaño al Estado-nación. Este periodo coincidió con el surgimiento de reflexiones teóricas sobre la política, que nutrió bastante las discusiones y el debate, sin las cuales, no hubiese sido del todo posible llegar hasta donde se llegó en la concreción del Estado-nación. Catástrofes, desastres, guerras, insurrecciones, sublevaciones, hambrunas y hasta la peste negra, que redujo en un tercio la población europea, también fueron algunos hechos ocurridos en dicho periodo que empujaron y ayudaron a dicha concreción.

Hoy con la pandemia las personas sufrieron privaciones. Se privaron de trabajos, alimentos, ingresos, rentas, salarios, de acceso a salud y educación, y obviamente, de movilizarse. Venimos de una estructura laboral donde 4 de cada 10 ocupados trabajaban por cuenta propia y donde 5 de cada 10 tenían un empleo vulnerable. Además, somos uno de los países más desiguales del mundo, con un Gini de ingresos de 0,51 en 2018 y un Gini del patrimonio bruto de personas jurídicas en 2017 de 0,974, lo que indica una alta concentración según las estimaciones de Garay y Espitia (2019). El Dane también confirmó que el 17,5% de la población en 2019 se encontraba en situación de pobreza multidimensional y que las regiones más pobres eran la Caribe y la Pacífica, como si las salidas al mar, que debieran ser un privilegio, fuesen una condena.

Estos datos son una forma de entender la (des)organización social que hemos permitido que se defina. Por eso es que al tener que confinarnos muchos de estos empleos se deslizaron por el abismo profundo de la cordillera del Estado y se fueron río abajo por el cauce indómito de las fuerzas del mercado.

Hoy todas las voces claman por más Estado y entre todos tenemos que ser capaces de imaginarnos ese Leviatán ‘reinventado’, así tengamos una idea estrecha de todo lo que es posible y así el pensamiento político de las personas esté oculto o haya sido capturado por ideas intransigentes. Tomás de Aquino (1225-1274) había propuesto unas ideas que hacían casi imposible imaginarse como no creyentes, al aceptar la existencia de autoridades seculares, pero dentro de un plan divino. Sin embargo, algunos empezaron a pensar que el caos y la destrucción no podían ser parte de un plan divino y fue así como Maquiavelo (1469-1527), junto a Villani y Guicciardini, imaginaron al Estado como una forma de gobierno, una forma concentrada de autoridad política pública que se ejercía de manera uniforme en todo un territorio, independiente de la persona que la ejerciera o en nombre de la cual se ejerciera. También era impensable un Estado desligado de la Iglesia, pero La Reforma de Lutero (1483-1546) y Calvino (1509-1564) contribuyeron a crear y soñar esa posibilidad y tuvieron la virtud de lograr transferirle al pueblo la autoridad y la soberanía política de las instituciones.

Hoy necesitamos muchos -Maquiavelos, Luteros, Calvinos- que se atrevan a pensar nuevas formas de ajustar el sistema político y su aparto estatal. La reinvención de la que hablan las personas y los empresarios no es más que la negación de un Estado garante de seguridad, confianza y protección. Podemos entonces preguntarnos ¿Qué autoridad tiene hoy el pueblo y qué soberanía ejerce sobre las instituciones? Es una pregunta que lleva a reflexionar si el simple hecho de elegir es suficiente para creer que se tiene alguna autoridad. Los hechos palpables sobre compra de votos, la financiación de actores ilegales a campañas políticas influyendo e inclinando la balanza electoral, son evidencias de que estamos lejos de dicha autoridad y soberanía, pero muy cerca de tener que reconocer que tenemos un estado capturado y cooptado, en grado sumo. Un Estado impertinente para este momento histórico.

Esta impertinencia es la que lleva a que el Estado ejerza autoridad y soberanía de forma selectiva, ambigua y atroz. Esto ocurre cuando los aparatos del Estados no se mueven de la misma forma ante hechos semejantes, por ejemplo, uno es el trato a los migrantes venezolanos y otro al despliegue de tropas extranjeras.

Un buen punto de partida entonces, sería empezar por aceptar que el Estado fue capturado, cooptado y terminó patrocinando un conjunto de políticas que expusieron demasiado a millones de personas, que ahora en la pandemia, quedaron sin trabajo, ingresos y con un conjunto de privaciones encima, lo que las ha llevado a pensar en una ‘reinvención’.

Reinvención denota hoy salida al desespero económico, al desempleo, al hambre, a la parálisis de la producción, al agotamiento de los mercados, a la escasez de ingresos y a todo aquello que refleje una salida medianamente diferente a lo que habitualmente hacíamos, denominado como normalidad. Este clamor no es ajeno a la discusión sobre el tipo de Estado o sistema político que necesitamos para enfrentar esta dura realidad que nos asiste.

Pero ¿Cuáles son las razones para invocar una reinvención del Estado? Suficiente sería lo dicho, pero de cara a aspirar a una sociedad sustentada en el respeto, la dignidad y el orden, habría que agregar las siguientes razones. La forma como los aparatos del Estado han enfrentado y participado de desgracias como: la muerte sistemática de líderes sociales, las recientes masacres de niños y jóvenes, las ejecuciones extrajudiciales mal denominadas falsos positivos, son razones suficientes para invocar su reinvención. Además, si a estos hechos le sumamos los siete millones de desempleados y los nueve millones en pobreza multidimensional, por lo menos debemos preguntarnos: ¿Quién se hará cargo de ellos?

Por todas estas razones es que este momento histórico tiene que llevarnos a imaginar un Estado capaz de asumir y enfrentar todo este complejo conjunto de desdichas y desgracias que arrastramos, ya que nadie más estaría en capacidad de hacerlo, salvo que nos inventemos un nuevo sistema o un sustituto del Estado. Inadmisible sería que las catástrofes, masacres, conflictos, pobreza y esta pandemia, con todo lo que nos ha generado, no nos haya llevado como sociedad a imaginar un nuevo sistema y nuevas relaciones sociales para la supuesta nueva normalidad que se avecina. Pretender llegar a una nueva normalidad con el tipo el Estado que teníamos es pretender pasar un camello por el ojo de una aguja.-

 

Economista, magíster en Economía*

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