Por: Laura Marcela Serrano Vecino*
El 25 de noviembre de 1960 fueron asesinadas las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, quienes fervientemente lucharon en oposición a la dictadura de Trujillo en República Dominicana. Desde 1999 esta fecha fue declarada como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, reconociendo los distintos tipos de violencia que hemos sufrido las mujeres históricamente y la necesidad de emprender acciones para su prevención, atención y erradicación.
Progresivamente esta fecha ha caído en los canales de la institucionalización, lo cual ha implicado una reducción de su significado a acciones propagandísticas: “actos simbólicos”, carreras, gorras y banderines, discursos condescendientes con las necesidades de las mujeres y campañas de divulgación de servicios que en la mayoría de casos no funcionan, entre otras. Frente a esto, resulta pertinente y necesario resaltar la dimensión política de esta fecha, pues las hermanas Mirabal (Las Mariposas) fueron detenidas, torturadas y asesinadas porque como mujeres participaron activamente en la lucha por poner fin a una dictadura de 30 años. La violencia ejercida hacia ellas estuvo motivada por sus acciones que, además de transgredir los estereotipos sociales y culturales de género, las posicionaba como agentes del cambio político de su país.
En contextos tradicionalmente patriarcales y machistas las violencias contra las mujeres suelen ser naturalizadas y justificadas en supuestas causas que refuerzan los estereotipos de género (basta recordar la pretendida justificación de asesinatos de líderes tratados como “líos de faldas” o las amenazas a las mujeres que suelen calificarlas con insultos sexistas), pero no se reconoce la dimensión política de las violencias cometidas en su contra, negando su papel como sujetas autónomas y políticas.
En el actual contexto de movilización social en América Latina, el papel fundamental de las mujeres en los movimientos ha quedado retratado en imágenes icónicas de las luchas en Ecuador, Bolivia y Chile, donde además se han denunciado 18 casos de agresión sexual en el marco de las recientes manifestaciones sociales y se ha visibilizado el riesgo e impacto diferencial de la violencia política y la represión social y militar sobre las mujeres.
En Colombia históricamente las mujeres se han enfrentado a las distintas formas de violencia diferenciada en contextos de conflicto sociopolítico y conflicto armado. Las amenazas, la violencia sexual, las afectaciones a familiares, los señalamientos y el escaso apoyo social han sido barreras determinantes para el ejercicio del liderazgo y la libertad política. Durante el primer semestre del 2019 se contaban 10 asesinatos y 171 agresiones, entre amenazas y atentados, a lideresas sociales, de acuerdo el informe de la Organización Somos Defensores.
Manifestarse en contra de las violencias contra las mujeres y procurar su erradicación, implica reconocer las violencias estructurales que enfrentamos en los distintos espacios de la vida. No basta con hacer campañas y procurar la atención adecuada y protección eficiente cuando la violencia se manifiesta en su forma más extrema y directa en los golpes y las agresiones que diariamente sufrimos, si no identificamos como su causa fundamental la exclusión política que niega a las mujeres nuestra autonomía y nuestro poder.
El 25 de noviembre las mujeres demostramos una vez más la apropiación de nuestra historia en la exigencia de derechos. Recordamos que así como el 8 de marzo, el 25 de noviembre fueron violentadas las mujeres que lucharon frente a políticas totalitarias de desigualdad, de violencia y de muerte. Y conmemoramos su nombre continuando en la disputa política en defensa de la libertad y la vida, ejerciendo nuestro derecho a ocupar las calles, las plazas, la palabra y el poder. Reconocemos la violencia en la negación a salir libremente por las calles, en el silenciamiento de nuestras voces, en el sometimiento a la supervivencia frente a la falta de oportunidades, en la privación de nuestro derecho a elegir, en la subordinación y manipulación de nuestras memorias y en la subestimación de nuestro poder.
Frente a esto, frente al olvido, la indiferencia y frente a la desmemoria de nuestras luchas, las mujeres reafirmamos nuestra presencia en los escenarios de movilización e incidencia política. Por eso nos movilizamos el 21 de noviembre y nos movilizamos el 25 de noviembre. Por Patria, por Minerva, por Maria Teresa, por Esperanza Amaris, Por Yamile Agudelo, por Marcelina Canacué, Nataly Salas, Yanet Calvache, Emilsen Manyoma, Yoryanis Bernal, Luz Herminia Olarte, Alicia López, Luz Angela Anzola, Edenis Barrera, Irene Pérez, Rubiela Sánchez, Narda Barchilón, María Deniz Criollo, Idaly Castillo, Karolayn Parra, María Efigenia Vázquez, Liliana Cataño, Liliana Ramírez, Luz Yeni Montaño, Leidy Amaya, Maria Yolanda Maturana, Sandra Yaneth Luna, Danna Méndez, Maria Magdalena Cruz, Deyanira Guerrero, María del Carmen Moreno, Miriam Zulay Hernández, Evelia Francisca Atencia, Margarita Estupiñán, Santa Felicinda Santamaría, Ana María Cortés, por millones de mariposas y por todas las lideresas sociales en Colombia y nuestra América Latina.
*Socióloga, U Nacional de Colombia
Mg. Estudios de Cultura Contemporánea, UFMT