El poder de las grandes compañías en el mundo cada vez es mayor. Muchos empresarios, usualmente, tienen más poder que presidentes de países e influyen profundamente en la vida de millones de personas. Al tener la facultad de manejar la economía, las inversiones y los medios de comunicación, algunas veces, estas compañías cometen supuestos excesos y diariamente aparecen cuestionamientos a su obrar. En estos conflictos es denunciada la manipulación de información y hasta campañas de persecución de manera que cada vez es más difícil discernir si la información que se nos da, sobre estos casos, es verídica.
En 1965, sucedió uno de los casos más conocidos donde las grandes empresas, después de atentar contra la salud humana, intentaron salir impunes. En esa época, era añadido Plomo a la gasolina, para aumentar su rendimiento. Este metal pesado, es un agente que lleva a desórdenes mentales en las personas, entre otras cosas, volviéndolas más violentas de manera que varios casos de asesinatos han sido asociados a niveles altos de Plomo en el organismo del agresor. En ese año, el científico estadounidense Clair Patterson descubrió niveles inusuales del metal en el ambiente. Para él, fue claro que estos niveles eran debidos a la combustión de gasolina y empezó una batalla de varios años para la prohibición del uso de este metal como aditivo. Al final, el tiempo y los procedimientos independientes le dieron la razón a Patterson. A pesar de que las empresas manipularon evidencia abogando por la inocuidad del Plomo, en 1973 fue decretada su prohibición. Desde esta fecha, en Estados Unidos los niveles Plomo en el medioambiente han descendido hasta niveles de 1940 y seguramente de manera asociada, han disminuido los niveles de homicidios violentos por cada 100.000 habitantes.
Otro enfrentamiento de la ciencia contra el poder económico, fue representado por el descubrimiento del agujero de la capa de ozono, causado principalmente por los gases cloro-fluoro-carbonados (CFC). Estos gases, durante todo el siglo XX, fueron usados ampliamente en la industria de la refrigeración y de aerosoles. Desde el descubrimiento de que estos gases degradaban el ozono atmosférico en 1976 y durante 10 años, el científico mejicano Mario Molina y sus colegas, emprendieron una lucha para prohibirlos. Fue enorme la cantidad de supuestas pruebas a favor de los CFCs, provenientes de las industrias, para hacer caso omiso a la voz de Molina. Sin embargo, al igual que Patterson, el tiempo y los hechos le dieron la razón a este científico. Los CFCs fueron prohibidos y Molina recibió en premio Nobel de química en 1995.

Actualmente, el descubrimiento del calentamiento global y su asociación con las emisiones de Dióxido de Carbono, ha generado un conflicto similar. Casi toda la tecnología actual está basada en los combustibles fósiles así que, no solo los empresarios sino de la gente común nos resistimos a dejar la industria basada en estos combustibles. Sin embargo, tengo la confianza que, una vez más, los hechos sean más fuertes y en un futuro recurriremos a fuentes de energía sostenibles abandonando los combustibles fósiles.
Todos los días, encontramos personas con ideas diferentes a las aceptadas por el sistema y que dicen sufrir de algún tipo de conspiración para acallarlos de manera que discernir quién tiene la razón no es fácil. Patterson y Molina sufrieron campañas de desprestigio y persecución por luchar contra el sistema, pero no siempre las críticas son bien fundadas ni las grandes compañías son siempre las victimarias. Para citar algunos casos, encontramos toda clase de procedimientos alternativos que se muestran como métodos diferentes para sanar un gran tipo de enfermedades. Según los estudios científicos usuales, ninguna de ellas corresponde a una disciplina que muestre resultados que puedan ser repetidos (tal vez aislados los haya) pero muchos de quienes las practican, argumentan que sufren persecución ya que sus prácticas van en contra de los intereses económicos de las farmacéuticas tradicionales. Al igual que Patterson y Molina, estas personas argumentan que las pruebas que apoyan sus prácticas son manipuladas o acalladas.
Un ejemplo puntual lo constituyen los grupos en contra de las vacunas. No solamente aquellos contra la vacuna del Virus de Papiloma Humano (que actualmente tiene algunos detractores por casos de efectos secundarios encontrados) sino también contra las vacunas del plan obligatorio de primera infancia. El caso que me refiero aconteció cuando el científico británico Andrew Wakefiel, en 1998 publicó un artículo que estudió ocho casos de autismo y los asoció con la vacuna contra el Sarampión (incluida en la Triple Viral). Según Wakefiel, las empresas productoras de vacunas sabían que estas vacunas producen autismo pero lo ocultan con intereses económicos. Sin embargo, los hechos no lo respaldaron. Al irnos a los números, desde su implementación, la vacuna del Sarampión ha sido aplicada a millones de niños y la cantidad de casos de autismo no ha sufrido un aumento fuerte. La conclusión de Wakefield no prosperó pues la verdad era otra. Sin embargo, por ese miedo o tal vez por otros motivos, algunos padres dejaron de vacunar a sus hijos y en 2012 se reportaron, en niños no vacunados, más de 2000 casos de sarampión en Inglaterra cuando, en los noventas, los casos rondaban apenas unos 100 anuales.
Desde los casos de Patterson y Molina, los posibles excesos derivados de los intereses económicos de las compañias siempre estarán bajo la lupa de organismos independientes de control. Las empresas deben cumplir estrictos controles de calidad donde el consumidor es el más beneficiado. No puedo asegurar que todo se maneje bien y estemos libres de tóxicos en lo que consumimos. La ciencia no es perfecta y puede tener errores como cualquier disciplina humana pero son grandes los esfuerzos hechos para conseguir el bienestar de la gente y hay que creer en los organismos de control que se juegan su reputación y credibilidad con cada estudio que hacen así como en las empresas que cumplen la ley. Discernir quién dice la verdad y si realmente existen persecuciones causadas por el interés económico no es una tarea fácil pero, cuando se encarga a profesionales expertos y responsables, la verdad se defiende sola.