La Franja De Gaso

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Nosotros somos culpa nuestra

Acostumbrados a creer que todo sucede por arte de magia y no como consecuencia de procesos, aunque todos sean caóticos, unos más que otros, nos quedamos pasmados a la vera de la historia, esperando, con pasividad masoquista, que ocurra lo que por décadas hemos necesitado que ocurra. La tiniebla medieval que llegó flotando sobre tres carabelas para extenderse por nuestra América, sigue haciéndonos andar a ritmo lento, mirándonos los pies por temor al siguiente paso y esperando que se dé el milagrito siguiente, porque todo en este país depende de una chispa divina para que ocurra.

Por eso vamos más a la iglesia que a la historia, nos ponemos más de rodillas que de pie o juntamos nuestras dos únicas manos, en lugar de juntar nuestras manos con las de todos los que nos rodean; por eso ante la adversidad ponemos el rostro del padecimiento y no el de la determinación; por eso la injusticia la explicamos mediante nuestra propia culpa y vamos al confesionario a que nos obsequien con una penitencia divina para resarcirnos en la tierra, aunque las trompetas del juicio final nos conduzcan al infierno; nos sentimos sabios cuando entendemos que el camino del cielo está lleno de dolores, frustraciones y castigos y que el placer, aún el más modesto, es un demonio con cuernos, y nos creemos virtuosos por vivir según ese código que es, ese sí, perverso.

Pero si la culpa (la de Dios o la de Freud) existe, la que sin duda tenemos es la de ser lo que somos: una única, solitaria y constante desgracia; es más, somos unos eternos reelectores de la desgracia y no de una cualquiera. Recorremos hace centurias un camino de muerte, hambre, injusticia, esclavitud, mentiras, despotismo, ignorancia, enfermedad, guerra, y sin embargo, nos negamos rotundamente a cambiar el rumbo. Y vamos de una generación a otra aprendiendo y enseñando el miedo: el temor a Dios, el terror al cambio, el pavor al terror.

De todos estos espantos la culpa es de muchos, pero de ser lo que somos, la culpa es de la historia y la historia es hecha a nuestra imagen y semejanza. Nosotros somos culpa nuestra y ojalá en el futuro sintamos  una nueva culpa, la de haber hecho un país más digno, más justo, más sano, más humano. Esa culpa es la que deberíamos cargar siempre, y con la frente bien en alto.

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