La Franja De Gaso

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Sólo seremos una muerte más

En este país vejado y perpetuamente escarnecido, lo que no ha destruido la violencia lo ha matado la indiferencia. En Colombia la muerte natural es una matada a lo troglodita, un cráneo pateado contra el cemento de un estadio; pero también es natural una muerte de esas que no desprenden el alma del cuerpo, sino la piel de los huesos, porque hay personas a las que les derriten la vida en ácido y les imponen una condena medieval al estigma y el suplicio; en este país sangrado, la muerte natural no alcanza a llegar, porque antes de eso nos han despellejado el espíritu con ultrajes y mentiras; y así, de terror en terror, de un despojo en otro, en Colombia todas las muertes se cuentan como naturales en el necrófilo sumario de la indolencia.

Ya nos da lo mismo morirnos de esto que de aquello, de todas maneras nos vamos a morir antes de tiempo. Nos van a matar de soledad y marginalidad, nos van a seguir matando de miseria y desaliento, de horror, de dolor, de tristeza, de miedo, de vergüenza, de todo, menos de tedio. Llevamos siglos viéndonos matar y morir en el juego fratricida de todos contra todos, en esa guerrita civil libreteada por los titiriteros en el que ya lo único que falta por saber es cuántos vamos quedando en el filo dentado del ego borracho de un rufián de barrio venido a más por obra y gracia del delito, la mediocridad y el desafuero.

En este país, endosado antes al sagrado corazón y ahora a la mafia y la deshonra, la violencia de unos cuantos conspira en las sombras de la indiferencia de los que callan y otorgan para sobrevivir, sin entender que ese silencio es el que nos mata a pedazos, el que nos dicta una sentencia de largo plazo, el que se usa para dejarnos sin aire y quitarnos lo que tengamos en el corazón, la palabra y el pensamiento.

Esa ladina indiferencia con pretensiones expiatorias, en lugar de purificarnos, nos harta de desencantos, culpas y espantos, nos arrebata el sueño y nos disuelve en la historia hasta convertirnos en el recuerdo de nadie, en la huella pisoteada, la ceniza estallada en el viento, porque donde sea, como sea, cuando sea que muramos, por las buenas o por las malas, solo seremos una muerte más: mientras siga reinando la indiferencia, seremos sólo eso, nada más.

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