La Franja De Gaso

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2020, un golpe de muerte

2020 ha sido una letanía de días atestados de miedo, enfermedad y muerte; un pandemonio, un cataclismo, un delirio, una agonía, un siniestro, una desgracia, una devsatación, una hecatombe, una maldición, un desastre, un holocausto, el apocalipsis, lo que quieran que haya sido, eso fue, pero, sobre todo, 2020 es el año que mejor nos muestra como humanidad.

A este punto llegamos no por un golpe de suerte, sino por un golpe de muerte que nos causamos nosotros mismos, cuando quemamos los bosques, cuando aserramos las selvas, cuando exterminamos a los animales, cuando desviamos los ríos y profanamos sus cauces, cuando vomitamos toneladas de residuos tóxicos por las chimeneas causantes de la miseria de todos y la riqueza de unos cuantos y llamamos a eso revolución industrial cuando era una carnicería ambiental, cuando pretendimos someter la naturaleza con cadenas de pavimento y disparates de concreto, cuando achicharramos el planeta, cuando nos creímos el cuento de ser superiores por tener ‘uso de razón’ aunque el único uso que le hemos dado a la razón es el de la sinrazón y el suicidio.

Este año nos refleja a la perfección: estamos recogiendo el fruto mohoso de la repugnante semilla que sembramos y regamos hasta inseminarla  con nuestra peor cepa. El mensaje de la paz y el amor nunca tuvo la menor posibilidad frente al de las ojivas nucleares, la humanidad prefirió a Patton en lugar de Lennon, a Hitler en lugar de un poema de Rimbaud o de Neruda, y así, en medio de esas decisiones degradantes, fuimos pudriendo el planeta, desgarrando las sociedades y envileciendo el alma. Este año nos mostró lo que somos. Hay que aprender la lección o las próximas generaciones verán una pandemia tras otra hasta que no haya ya más remedio, hasta que vuelva a ser imposible morirse de viejo y el reloj de arena cósmica de la vuelta para empezar un nuevo conteo.

Como especie estamos lívidos ante nuestra oquedad, espantados ante nuestro propio abismo, enfrentados sin esperanza a nosotros mismos; que no vengan a decir ahora que fueron los chinos, el demonio o el comunismo: el enemigo siempre fuimos nosotros por los siglos de los siglos de depredación, industrialización, petulancia, destrucción y avaricia, hasta que llegó el año que nos mostró nuestro verdadero rostro lascivo y desahuciado. Después de que Nietzsche mató a dios y solo quedó registrado en la desleída página roja de la filosofía, ahora parece que solo queda la posibilidad de que muera el hombre para salvar al hombre: una paradoja pandémica que anuncia el rito de la suerte suprema, el momento inexorable de la muerte.

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