La conspiración del olvido

Publicado el Ramón García Piment

La Ciudad de Dios (Por Carlos Julio Hoyos)

Continuamos con la saga de artículos invitados de la pluma del escritor, abogado e ingeniero Carlos Julio Hoyos, quien nos induce con su escrito a un análisis que nos lleva a conspirar contra el olvido de yugos actuales impuestos históricamente, en donde buscamos culpara a Dios y los demás de los fracasos.

La mejor forma de justificar el fracaso es culpando a otros. Vieja práctica que el ser humano ha usado desde siempre para evitar quedar en evidencia respecto de sus aberraciones. Y no es propiamente de falsas banderas de lo que trataremos aquí, puesto que una falsa bandera es un acto previo a una acción perversa, en tanto que una justificación es una mentira posterior a la acción para evitar ser señalados. La una es anterior y la otra posterior.

La mayoría de los desastres que ha sufrido la humanidad se ha debido a sus prácticas científicas, que por su propio carácter son el producto de la prueba y del error, que en términos cuantitativos bien podría afirmarse que por cada acierto en beneficio común, hubieron de suceder al menos veinte pruebas erróneas.

Sin embargo, antes que reconocer esos veinte desaciertos y sus consecuencias, el hombre ha buscado y encontrado tantos chivos expiatorios como desaciertos ha tenido en sus ensayos.

En el peor momento de desprestigio del imperio romano, Nerón no tuvo otra opción que quemar Roma y emprenderla contra los cristianos; tampoco durante el papado de la Baja Edad Media hubo miramientos para perseguir a cátaros y luego a musulmanes y después a alquimistas llamados herejes, o a ancianas yerbateras llamadas brujas; tampoco los hubo por parte de Felipe IV de Francia para asesinar a los templarios poseedores de muchos secretos y mucho dinero; ni hubo esos miramientos durante la Primera Revolución Industrial para idearse la forma de explotar a una naciente clase obrera jamás vista hasta entonces, ni tampoco para comenzar a agredir al planeta mediante la explotación indiscriminada de recursos naturales, que constituiría la obertura del desastre ecológico y ambiental que soporta hoy la humanidad. Tampoco durante la Segunda Revolución Industrial, cuando, descubierto el petróleo (cáncer económico y ecológico de la humanidad), ya la agresión no sólo tocó al individuo sino a naciones enteras, con o sin petróleo, quienes no tuvieron más opción que pasar del vapor a la gasolina sin su consentimiento.

Posteriormente, durante la Tercera Revolución Industrial, tampoco hubo miramientos para obligar a todas las naciones de la tierra a comerciar con una moneda sin valor llamada dólar, que antaño tuvo un respaldo en el oro pero que de un solo plumazo el presidente Nixon la transformó de moneda fuerte y segura a fotocopia verde sin respaldo, luego de que años atrás el presidente francés Charles de Gaulle apostara buques enteros cargados de dólares  frente a las costas de Nueva York para ser cambiados por el oro de respaldo que prometía su tenencia, generando una crisis de tal envergadura en EEUU que obligó a Nixon a suspender el cambio del dólar por el oro, sumergiendo al mundo, a partir de entonces, en un sistema económico de deuda en donde cada país endosaba en favor de sus prestamistas sus recursos naturales y sus empresas estatales  a cambio de dinero sin valor, o moneda Fiat, llamada así desde el mismo instante en que la Reserva Federal de los Estados Unidos comenzó a imprimirla de manera indiscriminada para poder cubrir la creciente demanda de dólares por parte de todos los países del mundo que forzadamente se vieron obligados a adquirirla en calidad de préstamo, con el objeto (también impuesto) de brindar y obtener sus bienes y servicios mediante el uso del dólar como única moneda de cambio, ofreciendo como garantía sus recursos naturales, también explotados indiscriminadamente, con el objeto de poder cubrir sus impagables obligaciones.

Y éste es el sistema económico que rige al mundo de hoy. Sistema que hoy se encuentra colapsado a causa del excesivo flujo de dinero Fiat alrededor del mundo, el cual ha hecho que la mayoría de los países sean económicamente «inviables», esto es, que su producto interno bruto PIB ya no alcance para cubrir las deudas adquiridas.

Frente a semejante colapso económico global, en donde hay sobreproduccion de papel moneda y nadie que lo desee, esas organizaciones supranacionales han venido promoviendo sistemáticamente, desde hace varias décadas, una serie de campañas tendientes a culpar a los ciudadanos de a pie, de  todos los males de que están siendo víctimas, olvidándose que han sido ellos los que han contribuido con el desastre social, ecológico, ambiental y económico, gracias a su voraz apetito de riqueza sin freno, mediante el desaforado e irresponsable desarrollo tecnológico, bélico e industrial.

Entonces, si eres culpable, la consecuencia lógica será que pagues por ello, ¿y cómo más podrás pagar sino entregando el resto de la poca libertad que te queda?, aparte de entregar todos tus bienes materiales traducidos en las riquezas de tu nación, las cuales podrás seguir explotando, pero no para beneficio tuyo y de tu familia sino para pagar «el daño que le causaste a tu planeta». «No tendrás nada pero serás feliz», uno de los ocho puntos de la Agenda Global 2030 lanzada por Foro Económico Mundial… Y ese será el cerrojo que asegurará la «nueva cárcel mundial», el «nuevo ghetto global». Ese en donde vivirás en suelo ajeno aun cuando hayas nacido en él, ese en donde trabajarás y producirás pero no tendrás nada debido a que «unos pocos» diseñaron una «fórmula mágica» para «castigarte y salvarte» al mismo tiempo, y para hacerte feliz sin que tengas nada mientras vas pagando tus deudas y tus culpas.

Fórmula mágica llamada Reseteo, Nuevo Orden Mundial o Nueva Normalidad, en donde el distanciamiento social será la clave para que las personas no puedan reunirse a conspirar en contra de ese Nuevo Orden Mundial que los vigilará milimétricamente (me viene a la cabeza el 1984 de George Orwell), impidiéndoles crear logias, hermandades, cooperativas, sectas religiosas o simples reunioncitas sociales de barrio en donde las ideas individuales puedan propagarse más allá del mínimo familiar más íntimo, haciendo que cualquier tipo de aglomeración sea severamente castigado, porque en eso consiste la experiencia histórica, en impedir que se repitan viejas formas revolucionarias que obstruyan el bienestar de unos pocos.

Y esa será la nueva Ciudad de Dios, aquélla en donde la tecnología de la Cuarta Revolución Industrial será el nuevo Dios, aquél al que ya no habrá necesidad de adorar, pero sí de servir y obedecer.

Es histórico que cada vez que sucedió una gran tragedia en la tierra, la gente volteó su mirada hacia el cielo culpando a Dios, muy seguramente porque en su mente se sembró desde un comienzo que todo provenía de Él. Lo bueno y lo malo indistintamente. Teoría cátara que otorgaba una doble esencia a Dios, la del bien y la del mal, provocando en el hombre esa creencia de que todo lo bueno proviene de Dios, y lo malo también. Lucha en la que se enfrascaría Agustín de Hipona (San Agustín) durante quince años de su vida, mil seiscientos años atrás, cuando requirió de todo un tratado simbólico llamado «De Civitate Dei» La Ciudad de Dios para desvirtuar la creencia del pueblo romano de que la caída de su Imperio había sido obra de Dios, luego de que el bárbaro  Alarico, personaje designado por la historia para arrasarlo, acabara con casi cinco siglos de depravación y corrupción, liderada por sus casi ciento cincuenta emperadores, los cuales, exceptuando a Augusto y a Marco Aurelio, pusieron en evidencia el lado más oscuro del ser humano, y que San Agustín, actuando como agente oficioso de Dios, intentó desvirtuar en su tratado filosófico-teológico: La Ciudad de Dios.

Ahora estamos a la espera de otro San Agustín, ese nuevo enviado del Mesías que le explique a la humanidad que no ha sido ella la culpable de la debacle económica y social en la que indefectiblemente se hunde, sino la acción de una nueva estirpe de emperadores (no como Augusto ni Marco Aurelio) empeñados en sumergir a la humanidad en un estado de esclavitud y de sumisión perenne, mediante el uso de la «táctica de hacerla sentir culpable de su propia situación». Porque ahora el culpable es el hombre (y también el ganado que expulsa excesivas flatulencias), «quienes conjuntamente están provocando el calentamiento global y la destrucción del planeta total», y no aquellos que, habiendo dado golpe de estado al Dios de los cielos para sustituirlo por el Dios dinero, se han excedido en la creación de tecnología industrial, espacial y bélica, inútiles.

Una acepción tan ambigua como dañina, porque «cuando se trata de matar cristianos, bien vale la pena quemar Roma». Carácter antropogénico del cambio climático que optaron por usar para justificar el desastre económico que provocaron, y así abrirse el camino para implementar ese Nuevo Orden Mundial que se avecina, y seguidamente sumergir a la humanidad en la nueva «Ciudad de Dios».

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