LA CASA ENCENDIDA

Publicado el Marco Antonio ValenciaFormato Imagen

Todos son culplables y feos, menos yo

En esta ciudad de Dios tenemos congestionamiento por obras, por manifestaciones sociales, embotellamientos espontáneos, accidentalidad y analfabetismo vial. Y quejarse ya no es una opción porque es como llover sobre mojado. Todos nos quejamos y las soluciones están lejos.

Para muchos ciudadanos aquí no hay autoridad vial, pero pocos se miran al espejo antes de pronunciar esas fatídicas palabras.

¿Alguien se pregunta si su comportamiento personal como peatón, usuario de transporte o conductor de una máquina es correcto?

De igual manera, pocos se atreven a elogiar o agradecer el esfuerzo maratónico y titánico de la gente que trabaja en la Secretaría de Tránsito y Transporte.

Se nos volvió natural maldecir y echarle la culpa al secretario de tránsito y todos sus funcionarios sin ver en su trabajo el esfuerzo, la dedicación a pesar de las críticas y los madrazos.

Es fácil señalar y culpar a otros (a los demás, a todo el mundo), dejándonos a nosotros mismos como seres humanos por fuera de la ecuación de los problemas viales.

Es parte de la costumbre de muchos de nosotros pensar: “todos aquí son malos y feos… menos yo”.

Todos queremos vivir en una ciudad ideal. Una ciudad que además de segura tenga un sistema de transporte perfecto, pero en la que por suerte nos tocó vivir ni lo uno ni lo otro.

Un gobernante (o aspirante a gobernante) que pretenda mejorar aspectos claves de los problemas que hoy tiene la ciudad, debe tener un proyecto serio y efectivo de formación ciudadana, eso que algunos llaman, con toda razón: “cultura ciudadana”, de lo contrario, seguiremos llorando y lamentando males y desastres porque un decreto no cambia nada.

Somos un pueblo en crecimiento, pero convertirnos en ciudad no está costando en algunos aspectos vitales como la seguridad y la movilidad, dos temas sensibles y salidos de madre, sin soluciones reales.

Duele crecer, duele salir del cascaron de pueblito. Nuestros antecesores, nuestros abuelos fueron dejando crecer la ciudad sin pensar que tendríamos muchos vehículos y millones de motos circulando sus calles.

Poner multas, más agentes de tránsito, más policía, más leyes, más decretos, en fin, más calles, más obras… todo eso es bueno, y puede servir un poco, pero lo que realmente necesita esta ciudad es cultura ciudadana: formar al ciudadano para amar y respetar su ciudad.

Bien haría el Concejo Municipal de Popayán en comenzar a debatir el asunto y dejar las bases y el presupuesto planteado para el próximo gobierno.

A la queja hay que ponerle soluciones. Aquí ofrecemos una: hay formar el espíritu del ciudadano que Popayán necesita y se merece.

Enseñar a querer y respetar la ciudad es un proceso. Ilustrar cómo nos hacemos corresponsables de una mejor ciudad requiere estrategias de comunicación.

La ciudad que estamos viendo crecer frente a nuestros ojos padece de conectividad vial y de respuestas audaces en materia de movilidad.

Parece que el cerebro creativo que ofrece soluciones se quedó inmóvil y no hemos sido capaces de ofrecer respuestas más allá de maldecir, quejarnos y pensar que la culpa es de otros.

La ciudad es de todos, y el compromiso es que todos tenemos que poner de nuestra parte, pero el jefe político, o sea el alcalde y sus concejales, tienen que liderar el proceso.

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