Más allá de llenar cementerios y engrosar la lista de viudas y huérfanos, toda guerra es inútil.
Dos guerras mundiales y miles de muertos al menudeo en tiroteos de poca monta (aquí y allá) nada importante han resuelto en ninguna parte del planeta.
Por eso celebramos desde el departamento del Cauca que el gobierno logre un cese al fuego con grupos armados de todas las tendencias para intentar, una vez más, la paz en el territorio colombiano.
Tenemos tantos muertos en el Cauca por conflictos armados distintos, que realmente un respiro para pensar en cómo acabar con la violencia es una bendición.
En cada municipio nuestro vivimos un temor que no permite aflorar la resistencia ciudadana para convocar la paz como una necesidad vital de territorio.
La guerra nos tiene fracturados como sociedad en el Cauca. Por culpa de la violencia nuestros líderes se esconden, se callan, se exilian, transigen, se hacen los de la vista gorda, los matan.
La guerra nos ha impedido que tengamos identidad propia, leyendas comunes, amor por la tierra que nos habitamos, acontecimientos que nos unan, y mucho menos una movilización contundentes de todos los sectores sociales en los 42 municipios gritando ¡basta ya, no más guerra!
Al parecer somos una raza anestesiada en el dolor, la sangre y el desgarramiento del otro.
Una raza indiferente y cobarde que tiene como bandera el silencio y el agache de cabeza cuando hay una masacre, una toma de pueblo, un secuestro, un atentado.
Por tanto, todo esfuerzo de paz en el Cauca hay que respaldarlo. Ponerle gente, convertirlo en tema de conversación en todas partes.
La tregua, la paz, el cese de actividades que nos darán los grupos armados debe ser una oportunidad para sentarse y conversar asuntos de convivencia como sociedad civil.
La gobernación, los alcaldes deben convocar, sino la sociedad civil debe hacerlo.
Pensar en el futuro, pensar en la región implica meterle malicia indígena, como se le dice al saber popular; pero también estrategias científicas, como les gusta decir en las universidades a sus propuestas.
¿Cómo integrarnos como caucanos? ¿Cómo unirnos como habitantes de esta región? Son grandes temas y grades preocupaciones.
Tenemos que superar las dificultades raciales que nos desunen, las desigualdades económicas que nos fragmentan, pero sobre todo frenar los prejuicios que nos desgarran.
De qué vale poder elegir gobernantes si seguimos viviendo en la miseria de la guerra, si continuamos matándonos como enemigos mortales.
Si la gente se auto exilia de miedo todos los días.
Humanizar la vida, dejar la indiferencia ante el dolor ajeno, son tareas comunes y necesarias.
¿Será que la tregua nos permite vivir una vida normal en todas las carreteras del Cauca?
Que nuestros líderes y el gobierno nacional identifiquen nuestras falencias.
Pero que todos, como ciudadanos podamos decir algo al respecto, sería lo ideal.
Convocar un referendo por la paz en el Cauca, es buena idea, por ejemplo.
Para lograr la tan anhelada la paz, hay que dejarnos de hacernos los de la vista gorda cuando pasa una desgracia frente a nuestros ojos.
Que hable el gobernador, que hablen los alcaldes. Que hablen los gremios, que hable la gente.
La Paz en Colombia, pasar por el Cauca.
Marco Antonio Valencia
POPAYÁN (1967) Autor de las novelas Oscuro por Claritas (2002); El Profesor Espantapájaros (2009); La fiesta de ayer (2018), La cicatriz en el Espejo (2019); De los libros de poesía: Los versos de la iguana (2000); Bestiario Familiar (2004), Extrañas mutaciones (2016); De columnas: La noche del Trapecista (2011). Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, 2004, Temuco,Chile. Ex-Director de la Comisión Bicentenario del Cauca 2010; Consejero Nacional de Literatura. Docente. Tutor del Programa Todos a Aprender del Ministerio de Educación Nacional. Director periódico El Nuevo Liberal.