Imperio del Cáncer

Publicado el Julia Londoño

Hay cosas peores y otras frases torpes para consolar

Cuando estaba en el último grado del colegio se murió el papá de una compañera de curso. Recuerdo perfectamente la larga misa y el terrible momento en el cual me acerqué para darle el pésame.

Me abrazó duro y lloró desconsolada en mi hombro mientras yo, petrificada, esperaba a que se calmara para no sentirme tan inútil e incómoda. No le dije nada mientras la abrazaba, ¿qué decir?

Aunque hayan pasado tantos años la situación sigue siendo igual de incómoda para mí. Cada vez que tengo que decirle a alguien que siento que su persona amada se haya ido, se haya muerto o esté enferma, intento con dificultad decir algo genuino pero reconfortante.Portrait of sad girl (4-5) in forest

Como no soy religiosa no tengo el recurso de consolar con la vida eterna, la gloria de dios ni el cielo.

Hace unas semanas dos personas cercanas perdieron a sus mamás. Las palabras reconfortantes no aparecieron e intenté aplazar todo lo posible el momento de decir algo.  No sabía qué decir pero pensé en las cosas que no quería decir, al menos. Hice una lista mental de esas frases que a mí, cuando he tenido momentos dolor, no me ha gustado oír.

No creo que haya algo correcto o incorrecto para reconfortar, nadie sabe realmente qué hacer frente la tristeza ajena, a veces ni siquiera frente a la propia, así que he optado por decir lo que salga del corazón para cada persona, en cada momento. Pero igual quiero compartir lo que a mí no me ha gustado oír, por si ayuda a alguien que se siente torpe, como yo, frente a la tristeza ajena.

Entiendo que lo que me da rabia a mí puede ser tranquilizador para otro, pero comparto estas frases porque conozco a otras personas que se han sentido frustradas al escuchar  “palabras de consuelo” que no las consuelan sino al contrario. Al final, la tarea es pensar mejor en lo que decimos porque no siempre lo oyen como quisiéramos.

Sin más preámbulos estas son las seis frases que considero torpes a la hora de consolar, aunque se digan con las mejores intenciones. Algunas las he dicho de manera automática, de tanto oírlas, pero creo que no expresan lo que en realidad quería decir.

1. Todo pasa. Es cierto que uno no se queda congelado en el tiempo en una única emoción, y que a quienes nos quieren no les gusta vernos tristes, pero en el momento de una pérdida podría ser más apropiado recordar que tenemos permiso de sentirnos tristes, que el dolor tiene cabida aunque incomode a quienes preferirían vernos contentos. Decir que todo pasa es una forma de decir no te quiero ver triste ahora, pero me parece más importante acompañar al otro en su tristeza recordándole que lo queremos, triste o no.

2. Todo pasa por algo.  A una mujer se le acaba de morir ahogado un hijo de 3 años e intentamos explicarlo desde la sabiduría de la naturaleza o la sabiduría divina.  ¿Si su tragedia pasó por una razón superior eso descalifica su tristeza? ¿Debería sentirse tranquila, incluso agradecida, y no triste?  A lo mejor en ese momento esa mamá no necesita reflexionar sobre si “algo” fue mala suerte, un descuido suyo en el agua, un accidente irremediable o la incomprensible voluntad divina. A lo mejor hay cosas que no deberían pasar, que no deberían pasarle a nadie, pero admitir esto es admitir que la vida puede ser terriblemente injusta y la injusticia no es popular a la hora de consolar. Menos para los más creyentes.

3. Hay cosas peores.  Siento que al decir que hay cosas peores tratamos de minimizar el dolor del otro, de relativizar su situación, pero el dolor del otro no es nuestro y no es comparable al de nadie. Y aunque vengan cosas peores cada uno tiene el derecho de llorar como quiera y cuanto quiera su pérdida.

4. Eso no es nada. Algunos lo dicen de manera literal, otros lo sugieren contando una lista larga de situaciones que les parecen más duras. Hay quienes tienen una hipérbole para cada anécdota que demuestra que han sentido lo que otros sentimos pero a la enésima potencia. Eso no es nada, dicen, peor a mí; a mí también me dejó mi novio pero el mismo día en el que a mi papá le diagnosticaron una enfermedad crónica y me botaron del trabajo.  Qué bonito es intentar relacionarse con la tristeza ajena desde nuestra propia experiencia, pero a veces se trata de la del otro.

5. Al menos ya no van a sufrir.  Asumir que es tranquilizador perder a un ser amado que sufría porque su sufrimiento y el de los seres amados era intenso es intentar comparar el dolor de la pérdida con el de la agonía o la enfermedad. Y  cuando la pérdida es reciente a veces uno no puede pensar con alivio que todos descansarán, porque la tristeza, la ruptura, ocupan todo el espacio, la pérdida puede sentirse infinita.  No es tan sencillo como reemplazar un gran sufrimiento con otro.

6. Con el tiempo es peor. Vendrán cosas peores. Si es verdad que puede ser molesto que ante el dolor los demás insistan en recordarnos que todo pasa, y que no es tan grave, me parece innecesario diagnosticar que va a ser peor; cuando uno carga una gran tristeza no parece reconfortante pensar que el dolor va a crecer, sea como sea. Y el panorama de que vendrán cosas peores puede ser el más torpe consuelo posible, si se va a poner peor algunos tal vez renuncien a la curiosidad de lo que traiga mañana.

 @Juliademiamor

 

 

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