
La nueva temporada trajo consigo nuevas tendencias y nuevos rostros detrás de las colecciones más sublimes de icónicas casas de moda como Moschino, Hugo Boss y Louis Vuitton. Diferentes puntos de evocación fueron los pilares de las colecciones de estas tres grandes casas de moda para la próxima temporada otoño-invierno 14/15. Genios de la aguja de la talla de Nicolas Ghesquière y Jason Wu, se consolidaron y reafirmaron como hijos prodigios de la moda de nuestra generación, mientras que Jeremy Scott logró poner nuevamente a la firma italiana Moschino, en el ojo del huracán, polemizando y polarizando las opiniones de los fashionistas más ortodoxos en esta disciplina.
Veinte años tuvieron que pasar para que el glamour de Manhattan que se concentra cada seis meses en el Central Park durante la semana de la moda en Nueva York, se diera cita nuevamente para recibir una nueva colección ready to wear de la maison Hugo Boss. En esta ocasión el desfile venía con una primicia: un taiwanés -Jason Wu- llevaba las riendas de la firma, y su pasión por la arquitectura femenina estaba a pocos segundos de suavizar sutil, pero decididamente, a la mujer army que compone el universo de la firma alemana.
El tan esperado debut del diseñador frente a Hugo Boss, empalmó a la perfección su estilo con el ADN de la famosa casa de modas, dejando claro que ambos hablan el mismo idioma. La sobria perfección que caracteriza cualquier artículo de la firma se vio en cada salida en la pasarela. Las oficinas principales de Hugo Boss en Alemania y los vidriales de la escuela artística Bauhaus, fueron el punto de partida para forjar los diseños de la colección. Aquí, una paleta protagonizada por el gris, camel, blanco y negro se dejó seducir por guiños rosa, tiñendo vestidos con transparencias, faldas midi, tuxedos, trench coats, chaquetas bumbers y piezas con profundos escotes. Sutiles brillos se colaron para posarse sobre determinadas prendas al finalizar el desfile. Y suavizar la sastrería y ese aspecto rígido que lleva implícito el nombre de la marca. Los accesorios fueron fiel a su esencia: mocasines y rígidos doctor bags fueron los protagonistas.
Luego de la pisada firme de Jason Wu en Nueva York, el fashion system se trasladó hasta Milán, en donde el debut de Jeremy Scott como director creativo de Moschino reunió a las personalidades más carismáticas y divertidas de la música, la moda y las artes y generó el ruido mediático más estruendoso de toda la temporada.
En medio del romanticismo y guiños retro que profesaban las pasarelas de la capital italiana apareció el toque perfecto de distinción. Lejos de lo sutil y lo medido, la irreverencia llegó de la mano de este aventurero inalcanzable, que si bien es cierto la colección no fue de mis preferidas, también lo es que la industria necesita un nuevo soñador, que vea más allá de la utilidad y le regrese a la moda esa chispa de osadía que se fue con grandes de la talla de Alexander McQueen y dejó en stand by John Galliano.
Respetando la sátira a la vida y a otras casas de moda que impuso como bases de su firma en 1983 el diseñador y fundador de la casa Franco Moschino, Scott decidió burlarse de la sociedad contemporánea, ridiculizando los íconos de la modernidad tales como Bob Esponja y haciendo una crítica a la cultura de masas y consumismo como Mc Donald’s, Hershey’s, Gummy Bears y Froot Loops de Kellog’s. “MOSCHINO: Over 20 billion served”, rezaba la frase impresa sobre algunas sudaderas, las “cocos” modernas de Moschino se vestían de los colores de la cajita feliz, las imitaciones de los trajes de Chanel y su bolso 2.55, Maxi Boxers de Calvin Klein en forma de faldas, todos estaban allí; el exceso de logomanía, esa logomanía que de no haber estado allí no hubiera podido diferenciar si veía un desfile de Moschino o estaba en Nueva York viendo el de la firma homónima de su nuevo director creativo.
En el Cour Carrée, lejos del bullicio de Milán pero con un público que con atención muda leía frase por frase la carta que yacía sobre los asientos –y publicada en todas las redes sociales – de cada uno, escrita por el diseñador Nicolas Ghesquière, en la que agradecía el apoyo y expresaba el orgullo que suponía estar al mando de el legado de Louis Vuitton, París se disponía a recibirlo, a uno de los creadores más influyentes de nuestra generación y que tomaba desde ese momento las riendas de la maison francesa.
“Hoy es un nuevo día. Un gran día. Estás a punto de presenciar mi primer desfile para Louis Vuitton. Las palabras no pueden expresar exactamente la emoción que siento ahora mismo… y sobre todo, la gran felicidad que me provoca estar aquí, siendo consciente de que mi expresión estética está en armonía con la filosofía de Louis Vuitton.«, se leía en las primeras líneas de la sencilla nota que firmó con un simple: Nicolas.
Alejándose del fascinante dramatismo y excentricidad, a los que estuvimos acostumbrados durante 16 años por su antecesor Marc Jacobs, Ghesquière nos propone un universo estructurado y femenino. Más simple, pero no menos expectante. Nicolás siempre ha profesado una preocupación especial por las formas, y tras 15 años como director creativo de Balenciaga la influencia arquitectónica fue innegable. El desfile evocó épocas pasadas, aires retro se respiraban con los talles altos y estampados, al igual que con los brillos.
Faldas en silueta A, cinturones anudados, jerséis con hombros redondos, pantalones brillantes, pieles, mucho cuero y vestidos con volantes, plisados y piezas con prints florales, todas tenían cabida en la mente creativa de este genio, quien con su primera colección para la casa de modas ha sellado firmemente el fin de la era Jacobs. Muy paciente y meticuloso se mostró frente a los accesorios. Para Ghesquière los cinturones anudados cumplen un papel fundamental al contornear y fijar la cintura femenina; gafas coloridas y minibaúles logotipados borraron las fronteras entre el pensamiento del francés y el adn de la firma. Sin lugar a dudas un regreso triunfal al mundo de la moda.
En esta próxima temporada ya se respiran aires de vanguardia. Estos genios de la aguja han dado, a su manera, un confort invernal más glam, y se han proclamado como un recurso liberalizador de la moda. Una mirada al futuro que lleva intrínseco toda la nostalgia del pasado, toda una etiqueta con historia.