
Colombia es uno de esos países subdesarrollados en donde la mayor parte del estilo «propio» de las personas se deriva de las vitrinas de los almacenes o de las presentadoras de televisión. También tengo claro que en materia de moda y diseño nunca hemos tenido el poder de imponer o lapidar tendencias a nivel mundial; sin embargo, este año en la semana de la moda de Colombia la evolución que ha tenido esta industria en el país es innegable.
El desfile inaugural de la feria estuvo a cargo de Haider Ackermann. En ella, el diseñador colombo-francés nos dictó una verdadera cátedra de sofisticación andrógina. Mis expectativas aquí eran grandes. No sólo porque conozco el trabajo del modisto francés, sino, porque era inverosímil pensar que podríamos contemplar sus diez años de trabajo en unos pocos minutos.
Las dudas se disiparon desde que la primera modelo –Saskia de Braw- apareció en la pasarela. Haciendo vehemencia a drapeados, formas orientales, yuxtaposición de prendas, y a una escalinata de colores que fue desde el verde hoja, hasta el negro, Ackermann nos adentró en su universo cargado con notas de misterio y melancolía. No parecía una retrospectiva, es decir, cada prenda en la pasarela hilaba tan finamente la historia que nos contaba, que de no haberlo dicho ni lo habríamos notado.
Parecía imposible poder sorprendernos luego del la primera- y la más exquisita- pasarela. Ahora el reto para los diseñadores colombianos era aún mayor, no era el de superar los diseños presentados por un grande de la moda internacional como lo es Ackermann, pero sí el de hacernos volver a soñar y contemplar la industria nacional como sello de calidad y fantasía.
El turno fue entonces para Francesca Miranda y su colección “Más allá”. Si hay alguien capaz de construir la más elaborada y deliciosa sinergia entre el legado indígena y moda, es ésta salvadoreña radicada en Barranquilla. Las inspiraciones ancestrales y estatuas de San Agustín en Colombia fueron el trasfondo de la colección de Francesca ,que haciendo eco de su arduo trabajo investigativo y artesanal, logró plasmar parte de nuestra cultura en cada una de las prendas. La delicadeza de las telas, su particular atención a los detalles y su manejo en cuanto a la estructura del color, son rasgos característicos de sus colecciones, que con 40 looks sobre la pasarela, dejó una muestra de nuestra riqueza cultural.
Manuela Alvarez demostró que llegó y se quedará para rato. La diseñadora –ganadora de la convocatoria de la revista Fucsia para encontrar diseñador- presentó “HACEB”, una colección arriesgada y con carácter. La mezcla de los materiales elegidos crearon una tensa contradicción entre fuerza y fragilidad, donde elementos como el cuero, la seda y el tul, lograron crear una propuesta verdaderamente resfrescante.
Otro de mis desfiles favoritos corrió por cuenta de la revista Infashion, que presentó en su pasarela a cinco creadores : La Coquito(tocados) , Natalia Londoño (Indumentaria), Todouncuento (calzado), New Cross y Bastardo.La fusión de los tres primeros fue perfecta. La vanidad, sutileza y delicadeza que transmite cada una de las piezas de Natalia Londoño, se complementaron armónicamente con la osadía y sublime elegancia de los tocados creados por Tomás Montoya (La Coquito), y los zapatos de Ana y Lina Mejía, diseñadoras de Todouncuento. Por su parte, Bastardo fue una propuesta más arriesgada. Presentando vestidos y piezas con cortes láser, el cuero, latex y estampado digital le dieron el toque de misterio al desarrollo del desfile. La pulcritud de los cortes y las siluetas de los trajes sastre de New Cross fueron el complemento perfecto para esta pasarela.