Presentamos en este breve texto la manera como el pensador colombiano Darío Botero Uribe hizo una recepción singular de la obra de Nietzsche al interior de su propia filosofía: El vitalismo cósmico.
Presentamos en este breve texto la manera como el pensador colombiano Darío Botero Uribe hizo una recepción singular de la obra de Nietzsche al interior de su propia filosofía: El vitalismo cósmico.
“Todo espíritu profundo requiere una máscara para cubrirse de las malas interpretaciones que producen sus palabras, sus gestos, sus reflexiones. Y Nietzsche es, evidentemente, el más encubierto de los encubiertos”.
Darío Botero Uribe.
Darío Botero Uribe, fallecido en el año 2010, fue un pensador colombiano que se atrevió a plantear una filosofía propia: el vitalismo cósmico. Partiendo del viejo debate entre mecanicistas y vitalistas, optó por este último, al percatarse que la ciencia como tal no podía dar explicación de qué era la vida. Esta no se reducía a los aspectos físico-químicos de la materia. La vida era una energía cósmica (no un aliento espiritual como en Bergson) que luego engendraba la naturaleza como un circuito de vida. La vida era una universalidad y los biotipos (plantas, animales, humanos) tan solo una parte de ese vasto mundo. Al morir los seres regresaban a esa universalidad y perdían su individualidad, su principium individuationis. Por eso la muerte es solo una pobre idea metafísica donde se intenta escapar de la inmanencia.
Partiendo de esa idea, de su vitalismo, Botero Uribe pensó la ética, el derecho, la comunidad política, el humanismo, entre otros aspectos. Sus ideas las dejó plasmadas en varios libros, entre ellos, El derecho a la utopía, Vida ética y democracia, Teoría social del derecho, El poder de la filosofía y la filosofía del poder, Vitalismo cósmico, Discurso de la no-razón, y, el que nos interesa aquí: La voluntad de poder de Nietzsche, el cual tuvo cuatro ediciones.
Botero se ocupó de la obra de Nietzsche más interesado en lo que este aportaba a su vitalismo, especialmente, a partir de la declaratoria del fin de la historia de Fukuyama, que en realidad era, para decirlo, bien, un certificado de defunción del mundo bipolar existente hasta 1989. Nietzsche permitía pensar en un futuro abierto más allá del optimismo ingenuo de Fukuyama, quien, en realidad, se quedaba en el último hombre, ese mismo del que habló Nietzsche y que Botero describió así:
“El último hombre es el que cree haber descubierto la felicidad: dispone de un éxtasis anonadado, amodorrado, ensimismado en un estado cómodo y sin sobresaltos” (2002, p. 120)
Darío Botero, a diferencia de Cruz Vélez, Jaramillo Vélez, Pérez Mantilla o Gutiérrez Girardot, no tuvo un interés erudito, filológico o academicista por Nietzsche. La recepción, apropiación y discusión de Botero con Nietzsche debe entenderse al interior de su proyecto intelectual, esto es, de su “sistema” filosófico denominado Vitalismo Cósmico (Botero, 2007). En efecto, la crítica de Nietzsche a la razón, a la masa o al hombre gregario, la defensa del individuo, la apuesta por la cultura, y de los valores de la vida, fueron asumidos por Botero dentro de su vitalismo filosófico. Decía Botero:
“El filósofo Nietzsche lucha por un espíritu libre, por un hombre nuevo, por una ética personal de la autorresponsabilidad que sustituye la moral prescriptiva y represiva del cristianismo. El escalpelo crítico no sólo está contra el hombre del rebaño, también apunta contra la burguesía, por la forma grosera y antihumanista de acumular riquezas; contra el Estado y su omnipotencia totalitaria. Hay en Nietzsche una filosofía de la libertad, de la creación, de la autorresponsabilidad ética”. (2002, p. 22).
Después de haber sido marxista en los años sesenta, Botero viró hacia las filosofías de la vida y la ciencia. Decía: “Nietzsche hace parte con Spinoza y Freud de la trilogía que representa el mayor influjo en mi pensamiento” (Botero, 2002, p. 15). Por eso, su interés por Nietzsche se acerca más, por ejemplo, al de Fernando González que al que tuvieron otros especialistas. Este ángulo particular de recepción es claro cuando sostuvo:
“A los pensadores del pasado sólo les formulo las preguntas que puedan mostrar la vigencia de su pensamiento. No me interesa desenterrar los huesos para fijar el lugar de un pensador en una cronología histórica, sino hacerlo comparecer ante el tribunal de la contemporaneidad para que nos ayude a pensar el mundo de hoy”. (Botero, 2002, p. 15-16).
Un punto fundamental en esta recepción tiene que ver con la crítica de la razón moderna, con eso que Botero llamaba la “raciomundanidad” (Botero, 2007, p. 15) y su razón cálculo que ha empobrecido al mundo y ha acuñado un humano unidimensional. Esa ratio hobbesiana ocultó y subyugó la dimensión abisal o abismal del humano: sus instintos, pasiones, afectos, inconsciente, etc. En esta tarea crítica, la voluntad de poder de Nietzsche permitía mirar el mundo pulsional, afectivo o eso que el filósofo colombiano llamaba el ámbito de la “no-razón”. Desde este punto de vista, no es la razón lo que determina al humano, sino su estructura libidinal y pulsional. La razón, como en Nietzsche, termina siendo un instrumento para la vida, pero no el único: “La razón es eminentemente sociológica, es un patrón de pensamiento y acción intersubjetivo” (2002, p. 21), que, para captar y aprehender otras dimensiones, los “ínferos de la vida”, diríamos con María Zambrano, se queda corta.
Este acento en lo pulsional e “irracional” explica por qué la voluntad de poder de Nietzsche, la ciega voluntad de Schopenhauer, la potencia de Spinoza o el inconsciente de Freud, fueron acogidos a su manera en el interior del Vitalismo Cósmico. Decía:
“La voluntad de poder cumple en la obra de Nietzsche el mismo papel que la libido en la obra de Freud. En ambos casos se trata de un recipiente de energía psíquica de origen pulsional que jalona la personalidad humana y tiene una influencia decisiva en la conducta del ser humano, sustituyendo parcialmente el papel tan resaltante que tiene la razón en otros sistemas”. (2002, p. 81).
En el libro citado La voluntad de poder de Nietzsche Botero explica brevemente parte de la filosofía del alemán, sus temas principales, y enfatiza algunos aspectos que serán importantes para su propio pensamiento, entre ellos, el de voluntad de poder y la crítica de la modernidad. Así mismo, dio un valor especial a la interpretación ética del eterno retorno, en una lectura similar a la de Deleuze (2008). En Botero el “eterno retorno” es una forma de “responsabilidad histórica del hombre” (p. 104), pues este debe buscar que lo que quiera se repita eternamente. Si se ha de cometer un crimen monstruoso, ese acto nunca desaparecerá, será siempre crimen. Los actos buenos o malos son retenidos en el tiempo, en el devenir, en la historia. Dado que ningún acto malo es perdonado o redimido, permanecerá “por siempre”. De esta manera, debemos elegir muy bien qué hacemos, porque su materialización no es reversible, y quedará eternamente. Así, si tomamos consciencia de esta eternidad, tal vez actuemos mejor.
Por eso, para Botero, la hipótesis del eterno retorno es el intento de retener el ser en todo lo acaecido, pero lo acaecido será siempre obra humana, pues es algo devenido, configurado, compuesto. Por eso, la ética del eterno retorno puede resultar tan exigente y radical como la de Kant. Si no quieres que un acto malo se repita, no lo hagas; si deseas que un acto bueno perdure eternamente: ¡hazlo! Por eso dice Deleuze (2008):
“el eterno retorno da una regla a la voluntad tan rigurosa como la regla kantiana” (p. 99).
Para Botero, esto no era otra cosa que un mandato de autonomía o de una autolegislación de la conducta humana y de sus actos.
Digamos, finalmente, que visto el pensamiento de Darío Botero15 años después de su fallecimiento, y tras el desaparecimiento de sus obras del mercado editorial (una obra que estando él en vida tuvo varias ediciones), este goza de cierta vigencia: su apuesta por la utopía, la ética, el pensamiento ambiental, la post-modernidad vitalista, su crítica del trabajo, su apuesta por el mundo abismal del ser humano (la no razón) y su cercanía con reflexiones actuales sobre los afectos, etc., ofrecen horizontes para seguir pensando este mundo que fenece en manos de ese a quien él llamaba un “mamífero transgresor”, el ser humano.
Referencias
Botero, D. (2002). La voluntad de poder de Nietzsche. 4ª ed. Universidad Nacional de Colombia.
Botero, D. (2007). Vitalismo cósmico. 2ª ed. Corteza de Roble.
Deleuze, G. (2008). Nietzsche y la filosofía. Anagrama.
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