Presentamos en “Filosofía y coyuntura” este texto de la profesora Alicia Natali Chamorro sobre el tema de la enfermedad, la salud y los cuidados. Ella es Doctora en filosofía de la Pontifica Universidad Javeriana. Con experiencias de investigación doctoral y postdoctoral en la Universidad Libre de Berlín y la Universidad de la Costa. Profesora de la Universidad Industrial de Santander desde el 2019 y actualmente coordinadora de la maestría y doctorado. Miembro del Comité de ética en investigación científica de la UIS. Sus investigaciones giran en torno al problema de la vida y la salud, discusiones ético epistémicas sobre la corporalidad y antropología filosófica contemporánea.

Por: Alicia Natali Chamorro

La preocupación por la salud y la enfermedad es una constante en la reflexión filosófica, incluso dentro del pensar griego ya podemos ver la relación entre el médico que cura el cuerpo y el filósofo que se encarga de la salud de la mente, lo racional, el alma (Nussbaum, 2021). En contextos más recientes, encontramos no sólo el deseo de ver esta conexión entre filósofo y médico como conductores de una terapia de sanación, sino que hay un interés filosófico dedicado a pensar los aspectos de la enfermedad en relación con la condición culturalmente aceptada de dividir nuestro mundo entre dos grandes grupos, los sanos y los enfermos. Esta división nos lleva a tres aspectos que queremos ver rápidamente: (i) la reflexión desde la comprensión de la vivencia de la enfermedad; (ii) la dimensión del cuidado, y (iii) el lugar del conocimiento en el proceso de la curación.

Nuestra relación con el cuerpo siempre se encuentra en una condición de complejidad, entre entenderlo como una posesión –tengo un cuerpo– o sentirlo como algo que se es –soy un cuerpo–. Esta situación la ha analizado adecuadamente la fenomenología, que ha encontrado en los conceptos de cuerpo físico y cuerpo vivido formas de expresar las dos experiencias propias de nuestro habitar corporal. Como mero objeto físico, nuestro cuerpo se ve cuando se toma como una posesión o cuando desdoblamos nuestra relación de identidad con él; así mismo, cuando nos sentimos íntimamente conectados con nuestra corporalidad o sentimos ese cuerpo vivido cuando esta forma corporal se presenta de manera envolvente. Por lo general, en nuestra vida personal y social oscilamos entre las dos comprensiones de lo corporal.

Ahora bien, la fenomenología, por ejemplo Carel (2019), ha notado que la enfermedad se presenta como disrupción corporal. Un cuerpo que sufre alguna enfermedad es aquel que se hace patente al sujeto, lo llama, en momentos en que antes era transparencia. Mientras gozamos de salud nuestro cuerpo nos permite interactuar con el mundo de tal manera que aquel se trasparenta, estamos en el mundo viviendo en él, disfrutándolo, sin que el cuerpo se nos presente como barrera o ámbito de reflexión. En cambio, en la enfermedad (tanto la pasajera como la crónica), el cuerpo se presenta como cierto tipo de barrera para las tareas cotidianas, aquello que tomábamos por evidente, de lo que se puede hacer con el cuerpo, comienza a resultar complejo y por tanto disruptivo (Chamorro, 2024). Esta vivencia la denominamos duda corporal, es decir: la enfermedad hace aparición como una disrupción en la seguridad que dábamos a las capacidades de nuestro cuerpo, este se comienza a presentar como algo extraño, algo de lo que ya no sentimos la misma confianza. La disrupción de la enfermedad es la comprensión de que aquello muy propio comienza a volverse ajeno.

Además de la duda corporal esta irrupción de lo extraño, propia de la enfermedad, ha mostrado que, a diferencia de ciertos discursos cientificistas, estar enfermo afecta todas las dimensiones de la vida del sujeto (Aho y Aho, 2009). Aunque la enfermedad se pueda ubicar en un órgano, es el sujeto entero el que enferma y el que enfrenta su situación. En este caso, enfermar es una disrupción que se manifiesta en todas las facetas de la vida del sujeto, presentándose como una sobreexigencia. Dependiendo del tipo de enfermedad, las tareas y actividades de la cotidianidad se comienzan a ver desde una nueva composición corporal que implica al sujeto asumir nuevas formas de habitar el mundo, muchas veces con ayuda y necesidad de otros (Chamorro, 2022). Más allá de esa diferencia tradicional, incluso poco pensada, que divide al mundo entre lo normal y lo patológico, lo que sí es real es que las corporalidades que sufren cierto tipo de enfermedad o tienen capacidades diversas expresan nuevas formas de interactuar, construir y vivir en el mundo. Ahora bien, estas formas merecen ser vistas, escuchadas y comprendidas dentro de la construcción de un mundo común y abierto a la diferencia. El mundo se configura en diversas maneras de habitarlo, y muchas de estas están atravesadas por la enfermedad, la contingencia y las incapacidades.

La filosofía también ha pensado a propósito de la enfermedad las diferentes dimensiones del cuidado que se establecen alrededor de un sujeto que experimenta la enfermedad. Cuando nos referimos al trabajo del cuidado vienen dos preguntas a nosotros: la primera, ¿cómo es posible cuidar sin conocer lo inconmensurable del dolor del otro (Blumenberg, 2011)? Y, la segunda, ¿cómo puede ser cuidado aquel que cuida? La primera pregunta surge desde el interés de la fenomenología por analizar las emociones, la comunicación y las sensaciones, se trata de la comunicabilidad del dolor. Se podría considerar que poder entender el dolor del otro siempre está mediado por un proceso de lenguaje que muchas veces se presenta como una muralla, una limitación, entre lo que se sufre y lo que se puede decir. Allí el sujeto batalla profundamente para dar palabras precisas a los dolores y sufrimientos que atraviesa en cierta enfermedad. En este caso, el auxilio del lenguaje figurativo, las metáforas, el uso de expresiones faciales y la comunicación silenciosa entre las personas que comparten íntimamente sus vidas, parece ser la única salida a esa profunda barrera entre el sentir y el comunicar. Pese a la complejidad propia de comprender el dolor y el sufrimiento de los otros, las dinámicas de cuidado que se establecen entre sujetos nos permiten vislumbrar la construcción frágil y delicada del sentido; en el cuidar se crean formas de comunicación a pesar de las dificultades que puede atravesar la comprensión del dolor del otro (Cardona y Chamorro, 2019). Un sujeto que presta a otro su mano para alimentarse, sus piernas para movilizarse o su memoria para recordarse nos deja ver las formas de cuidado que muestran cómo estamos conectados los unos con los otros, pese a cualquier problema de comunicación.

Estas escenas de cuidado atraviesan dimensiones que desde nuestro pensar natural consideramos evidentes, así la comprensión de qué es la intimidad o qué son los límites de la corporalidad se ve ampliada en las relaciones que se establecen entre seres que ofrecen soporte para alivianar la sobreexigencia que sufren otros seres, ya sea de tipo físico o mental. Las dimensiones del cuidado permiten entender cómo el florecimiento de la vida de todos, como seres vulnerables, está dado a partir de recibir ayuda, protección y soporte.

Otra barrera que comienza a volverse porosa en el análisis del fenómeno de la enfermedad es la relación entre lo privado y lo público. Una gran parte de la tradición consideraba que a la enfermedad y a los seres que sufrían cualquier tipo de dolencia se los debía esconder, manejar su malestar en el entorno de lo privado y silenciar cualquier tipo de voz que resonara fuera de lo normal o saludable. El trabajo del cuidado demuestra cómo la vulnerabilidad existe y es un aspecto esencial de nuestra condición humana, imposible de esconder o dejar en lo liminal. El pensar la enfermedad da la oportunidad de reconocer los lazos que unen a unos seres humanos con otros y merecen ser visibles y escuchados.

Desde el rompimiento entre el espacio privado y el público que genera el cuidado, podemos abordar el último punto que nos propusimos. Si bien el campo de la fenomenología ha abierto la experiencia de la vivencia del cuerpo enfermo, desde discusiones relacionadas con la epistemología y la filosofía política se pregunta por la relación entre el sujeto enfermo y su poder de conocimiento frente al tratamiento de su enfermedad. En este caso, no solamente han sido importantes las investigaciones sobre cómo la medicina y el trato de los enfermos puede ser afectados por prejuicios, sino también el interés de los mismos enfermos por poner su voz en medio del proceso de curación. Diferentes aproximaciones, como la de los estudios denominados crip, están determinadas a dar una nueva lectura de la autoridad epistémica en medio de situaciones frágiles y dolorosas. Se proponen cuestionamos como qué tipo de conocimiento tiene el enfermo de su propia dolencia, qué tipo de agencia política debe tener aquel que se sale de los parámetros de lo que se ha asumido como normal, qué poder sobre el tratamiento tiene el sujeto que lo recibe y qué lugar tiene la decisión personal sobre continuar la curación o no. Así, tenemos los casos típicos de la bioética que tratan sobre la decisión sobre el vivir o no, sobre trasplantarse o no; también está la necesidad de que el paciente pueda sentirse autónomo dentro del proceso de curación, no simplemente visto como un depósito carnal al que se le insertan, sacan, intervienen o dan drogas, sino un humano con sentido racional y capaz de tener una visión única y privilegiada de lo que para él o ella significa la salud.

Pues en este caso, y volviendo a la visión clásica de Gadamer, la salud no debe entenderse como simplemente la eliminación total de la dolencia, sino más bien la integración del sujeto a las diferentes esferas de la vida personal, social, laboral, cultural, incluso con la existencia de dolencias. La curación desde esta perspectiva no es meramente un reformar sino un encontrar los espacios que hacen posible que un sujeto pueda construir de manera floreciente su vida con los otros.

Bibliografía referenciada

Aho, J. y Aho, K. (2009). Body Matters. A phenomenology of sickness, disease, and illness. Lexington Books.

Blumenberg, H. (2011). Descripción del ser humano. Fondo de Cultura Económica.

Cardona Suárez, L. F. & Chamorro Muñoz, A. N. (2019). Krankheit als existenzielle Erfahrung. In E. Frick & L. Maidl (Ed.), Spirituelle Erfahrung in philosophischer Perspektive (pp. 3-16). De Gruyter. https://doi.org/10.1515/9783110638066-002

Carel, H. (2019). Illness. The cry of the flesh. Routledge.

Chamorro Muñoz, A. N. (2024). Cuerpos como fronteras heridas, intervenidas y resistentes: la enfermedad y el buen vivir. Co-Herencia, 21(40), 120-142. https://doi.org/10.17230/co-herencia.21.40.4

Gadamer, H. (2001). El estado oculto de la salud. Gedisa.

Nussbaum, M. (2021). La terapia del deseo. Teoría y práctica en la ética helenística. Paidós.

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