En “Filosofía y coyuntura” presentamos esta entrevista con el profesor Alberto Berón. Él se ha desempeñado durante 25 años como profesor de la Universidad Tecnológica de Pereira. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Caldas de Manizales, obtuvo una maestría en comunicación y otra en filosofía en la UNED de Madrid, es Doctor por la Universidad Pablo OIavide de Sevilla, con una tesis doctoral titulada “El historiador como pensador. Violencia y memoria, el caso colombiano”, orientada por el filósofo español Manuel Reyes Mate. Ha publicado los libros “Walter Benjamín, pensador de la ciudad, usos y recepciones en América Latina” (Universidad Tecnológica de Pereira -UTP- 2005), “Filosofía y memoria. El regreso de los espectros” (Hoyos editores. 2007), “Víctimas y memorias: relato testimonial en Colombia” (UTP, 2011), “Caminar y detenerse” (Expresión viva, 2018), “Cuadernos de confinamiento” (UTP, 2021), “Los guetos de la memoria” (UTP, 2023). Además, coordinó el número temático 230 del año 2011 de la famosa revista Anthropos: “Colombia, memoria y significación política de la violencia”.

El profesor Berón es uno de los grandes referentes en el abordamiento filosófico de la memoria en Colombia.

Profesor Alberto Berón, gracias por  aceptar esta invitación al portal Filosofía y coyuntura de El Espectador.

¿Qué significan para el filósofo las víctimas y la memoria? ¿Fue tardía la recepción de la relación filosofía y memoria en Colombia?

Para la filosofía anterior a la Teoría crítica, descender del mundo de las ideas y  acercarse al mundo de los seres de carne y hueso parecía no ser algo necesario. Con la  universalidad abstracta la filosofía tenía suficiente . El filósofo se pensaba a sí mismo desde las alturas, tal como lo muestra la imagen del águila de Nietzsche.  La Historia Universal se levantaba como el búho y desde esa altura de la Historia se contemplaba. El propósito del pensamiento consistió en mostrar la urgencia de que el hombre fuera racional. (Kant habla de razón y Hegel de espíritu). Su noción de razón implicó una lógica del devenir que se definía como una conciencia histórica exclusiva de Europa, nacida a partir de los historiadores griegos, de los mitos y las tradiciones conservadas en forma de memoria.

En Colombia hasta hace dos décadas y media, ni la memoria, ni mucho menos los testimonios de las víctimas eran relevantes en los asuntos propios de la filosofía. Se necesitó en parte de una voluntad académica externa – los llamados tropos de la memoria- como Auschwitz, las dictaduras del cono sur, Sudáfrica, etc., como dispositivos capaces de arrancarle a la modernidad  y  los imperativos del progreso una perspectiva de interpretación para situar la mirada en  esas zonas del ser donde los discursos de la  modernidad y del progreso parecían no cumplirse, mostrándose  más  como manifestaciones de crueldad, excepciones   normalizadas, tensiones extremas entre eso que Franz Fanon llama las zonas del ser (Europa)  y las zonas del no-ser (el resto, lo periférico).  Por lo tanto el filósofo hacia el que me oriento reconoce en la víctima un potencial histórico, social, afectivo acumulado por un largo tiempo de carencia de voz.

¿Cuál ha sido la importancia del pensamiento de Walter Benjamin en su trabajo filosófico e investigativo? ¿Cómo se dio la recepción de ese pensamiento en Colombia?

Benjamin se ubica justo en el momento del derrumbe del pensamiento humanista europeo, de crisis en los ideales de la llamada ilustración, desmoronados entre dos guerras mundiales, lo cual obligó a plantear una fuerte crítica radical a la modernidad.  En mi caso particular el llamado efecto Benjamin tuvo origen en las primeras huellas dejadas por las traducciones que a mediados de la década de los años 60 se publicaron en la Revista Eco, como fue el caso de la realizada por Carlos Rincón de “La obra de arte en la época de la reproducción técnica”. Fue en ese tipo de revistas culturales, que se inició la divulgación de Walter Bernjamin en Colombia, así como de otros autores de la llamada Teoría Crítica. También por esos medios, circularon versiones del alemán al castellano elaboradas por Ernesto Volkening, Hernando Valencia Goelkel, así como el trabajo divulgativo que de la llamada Escuela de Frankfurt hizo Rubén Jaramillo Vélez en la publicación Argumentos, especialmente su “Homenaje a Walter Benjamin desde Colombia” (1999)  

Simultáneamente en Manizales durante los años como estudiante de pregrado en la segunda mitad de los años ochenta el nombre de Walter Benjamin solía hacerme guiños secretos desde la vitrina de la Librería Palabras, una actualizada librería de la época. Eran las publicaciones de la editorial Taurus de Madrid, cuyas traducciones bajo el sugestivo título de Iluminaciones aparecieron con la rúbrica de un exsacerdote, el padre Jesús Aguirre un singular personaje de la vida intelectual española de los años sesenta, quien a su vez fuera próximo al pensador colombiano Rafael Gutiérrez Girardot. Fueron esos los tiempos idílicos de la figura de Walter Benjamin, figura que entiendo como la del escritor estudioso de la memoria de las ciudades europeas, en un momento de transición impulsado por la guerra. Su reflexión rompió con maneras de entender el mundo más abstractas e idealistas. Aquel tiempo de transición de los años ochenta a los noventa coincide también con un potente ascenso de la violencia, así como con la furia de la naturaleza, acciones que se materializaron en la toma del Palacio de Justicia, que aceleró la ruptura con el orden establecido en Colombia y la destrucción del municipio de Armero a raíz del estallido del volcán nevado del Ruiz.

Hablemos de sus libros. ¿Qué tipo de problemas le interesó abordar en su primer texto escrito sobre Benjamin?  

Walter Benjamin, pensador de la ciudad. Usos y recepciones en América Latina (2005) fue uno de los primeros libros de ensayos sobre el filósofo, publicados en Colombia. Me atrevo a decir que el segundo, luego del homenaje realizado por Jaramillo Vélez. Mi hipótesis sugiere que su recepción se produjo en un momento donde las explicaciones materialistas del marxismo no eran suficientes para aproximarse a las singularidades de las transformaciones en América Latina, haciéndose necesario una observación culturalista, en especial la mirada a la ciudad como objeto de experiencia. A partir de la lectura de Benjamin, este libro aborda la expresión América Latina bajo la óptica de escritores y pensadores que como Beatriz Sarlo, Jesús Martín-Barbero, Renato Ortiz, Néstor García Canclini presentan una afinidad y un reconocimiento por las lecturas en común con el autor del Libro de los Pasajes. Luego del derrumbe de las utopías de los años sesenta, los intelectuales pasaron a otro de tipo de interpretación cuyos referentes fueron la generación de la Teoría Crítica y del Instituto de Investigaciones Sociales encarnados en exiliados como Max Horkheimer, Herbert Marcuse, Teodoro Adorno y por supuesto Walter Benjamin. Entre las primeras personas conocedoras de este trabajo estuvo el filósofo Guillermo Hoyos Vásquez el cual me puso en contacto con el profesor Manuel Reyes Mate quien era en ese momento el líder del seminario “La filosofía después del holocausto” del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Sociales de España.

Siempre es importante reconocer la huella que en nuestro devenir intelectual han dejado los maestros. ¿Cuál ha sido su relación con el maestro Reyes Mate? ¿Cómo se dio ese acercamiento y qué nos puede decir de sus apuestas intelectuales

El seminario que orientaba Reyes Mate funcionaba a la manera alemana: reuniones espaciadas cada cierta semana, expertos que llegaban de distintas partes de España, invitados que exponían sus reflexiones. De esas jornadas mantengo las imágenes de pensadores que pasaron por allí como Francisco Fernández Buey y Toni Domenich, quienes fueron próximos al marxista Manuel Sacristán Luxon; también pasó Giorgio Agamben, autor de la trilogía Homo Sacer. Cuando llegué en mis estancias doctorales al Instituto de filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España (CSIC) el profesor Reyes Mate me propuso que como tema doctoral abordara un tema que sería sumamente importante para Colombia: la memoria desde la perspectiva que Walter Benjamin le otorga a esa tensión entre la historia y la memoria. Finalmente, el título de la tesis doctoral fue: “El historiador como pensador. Violencia y memoria el caso colombiano”

Reyes Mate es el autor  contemporáneo que más ha insistido en el tema de la relación comunicante que se pueden establecer entre memoria y democracia, a partir de  una  tradición liberal y socialista cristiana. A través suyo se reconoce una interpretación particular de Walter Benjamin la cual estimula considerar una nueva oportunidad para la democracia. 

Pero en el caso de Reyes Mate la irrupción de las víctimas en el campo de la teoría crítica filosófica y de los derechos humanos se hace evidente, lo indecible y lo imposible  permiten configurar un espacio para la reflexión filosófica, pues el espacio en disputa de la democracia   se amplía,  al llevar la memoria de un lugar teológico hacia un lugar político. Esta operación nos permite comprender que es en el espacio de la modernidad donde se instalan en medio de la democracia y Estado de derecho una franja gigantesca de quienes continúan siendo oprimidos, inmersos en el estado de excepción y que para ese cumulo de seres esa es su normalidad.

El Estado deberá  procurar un equilibrio entre las libertades que reclaman quienes son sus protegidos y la seguridad que limite las presiones de determinados intereses sobre el Estado que administra a los asociados. Dicho de otra manera: el Estado gravita  sobre una frágil línea entre lo que piensan muchos acerca de lo que debería ser la libertad  y el cultivo de una serie de libertades que aseguren la sobrevivencia material de quienes depositan sus seguridades en él. Esto lleva a  considerar que la memoria es una categoría fundamental de la democracia hoy, y que esa memoria si bien se  vale del reconocimiento lo hace con uno particular: el especial reconocimiento a los derechos de las víctimas. 

De allí se desprende que el papel de la filosofía sea  en parte  recuperar lo extraviado entre las palabras emitidas por nosotrxs y aquello que pretende simbolizarse, estados sociales, como los que se pretenden describir en la democracia. Quienes emiten juicios acerca de la democracia sugieren que se trata del sistema que ofrece una mayor estabilidad, olvidan  que la palabra se abre a múltiples sentidos que colisionan entre sí.

Tomemos en bloque sus tres libros “Filosofía y memoria, el regreso de los espectros”, “Víctimas y memoria: relato testimonial en Colombia” y “Los guetos de la memoria”. ¿Qué los une a los tres, cuáles son los hilos comunicantes entre ellos?

La memoria se convierte en el asunto neurálgico, abordando esos conceptos vetados por ser peligrosos como son excepción, vencidos, redención, valiéndose de autores silenciados por tomar partido al lado de los derrotados. Estos derrotados son esas flores que crecen con dificultad  en la orilla del camino y que el filósofo de la memoria recoge, mientras que por el contrario el pensador del progreso pisotea. En el caso de “Víctimas y memorias relato testimonial en Colombia”, propongo  una evaluación ética del sufrimiento. Desde la perspectiva de Benjamin, Levinas, Cohen, Reyes Mate, nos encontramos con lecturas acerca de fenómenos ontológicos excluyentes, donde se prefieren concepciones del mundo nomológicas, o una idea de progreso instrumentalizada desde la racionalidad hegemónica. El libro muestra cómo habitamos un accionar del lenguaje que reduce el mundo simbólico a un maniqueísmo moral excluyente, que pugna por silenciar  o borrar las tensiones propias del lenguaje, conduciendo esto a representaciones del lenguaje verticales, que no aceptan las diferencias, las contradicciones o el carácter polisémico del lenguaje y que finalmente terminan reproduciendo la violencia como en el caso de Colombia.

En “Caminar y detenerse” (Cali, 2028)se elabora  una propuesta de pensamiento crítico construido bajo la perspectiva de la crónica y del recorrido por la ciudad. Se encuentra estructurado gracias a la concepción del recorrido urbano, a través de una ciudad sentida e imaginada, por medio de las lecturas de filósofos y de literatos. En ese viaje se recurre al concepto de “la experiencia” para plantear una relación con la ciudad en cuanto motivadora de reflexiones, relatos, vivencias donde se entrelazan el presente del autor y el pasado de quienes son sus inspiradores como Carlos Marx, Federico Nietzsche, Walter Benjamin, Guy Debord, Marshall Berman, los cuales transitan por este libro como fantasmas que habitan una ciudad soñada dentro del texto. En la propuesta se entrecruzan la teoría crítica y la crítica cultural, produciendo “una fenomenología del caminar en la ciudad, esto es, un tematizar, variar y esencializar el acto de desplazarse, detenerse y pensar sobre el mundo de la vida que envuelve a quien camina en el siglo XXI” (Damian Pachon, Le monde diplomatique, Bogotá. No 183, p.39) El libro puede abordarse bajo las etiquetas de pensamiento y sociedad, teoría crítica, crítica cultural y crónicas de pensamiento contemporáneo.

La más reciente publicación son Los guetos de la memoria (UTP, 2023). En ella  propongo pensar a partir de la imagen de los guetos otra  forma de relación de la filosofía  con la espacialidad  contemporánea. El gueto pasa de un lugar de segregación  o encierro a una experiencia que continúa   y se prolonga en cualquier calle o barrio. El gueto implica una relación  con la memoria, así como  experiencias  que afectan históricamente nuestra sensibilidad, tanto de una generación a otra, de una región a otra del ser. Por eso el filósofo que reivindico en este libro considera que el pasado asedia el presente, siendo en esos bordes fronterizos donde arriba todo aquello que la historia desecha, lo que el presente considera poco importante. Ninguna teoría por seductora que parezca puede competir con lo contundente de la experiencia de “ese otro” que nos interpela desde el verbo “sufrir”. El sufrimiento forma parte de  “la vida misma”. Por eso la memoria del sufrimiento resulta difícil que sea forzada a convertirse en teoría y es  por eso  que la labor del filósofo de la memoria sea actualizar la figura del “trapero”, resignificando los residuos de la  civilización y reconociendo en las ruinas clausuradas por el olvido unos restos que potencien un  futuro distinto al marcado por el horizonte del desastre.

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