Filosofía de a pie

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EL UNIVERSO ESTÁ EN OTRA PARTE

Cuando tenía ocho o diez años, mi familia se reunía especialmente un fin  de semana con festivo de noviembre para observar uno de los eventos más esperados del año: El reinado nacional de la belleza. Mi padre, madre y hermano comenzaban a hacer apuestas sobre quién sería la ganadora que, posteriormente, nos representaría en Miss Universo, en el mes de febrero. En esa época el reinado ocupaba la parrilla televisiva del fin de semana: entrevistas, desfiles, preliminares y el gran certamen. El reinado, por aquel entonces, estaba al mismo nivel que el ciclismo y muy por encima del fútbol. Pero esa es otra historia.

Al final del evento en mi casa se respiraba un nuevo aire, el sentido de esperanza parecía renacer pues todos afirmaban que esta vez sí. Uno de los propósitos de año nuevo de la mayoría de los hogares en Colombia era ganar la corona de Miss Universo. Una y otra vez los medios nos hacían recordar a nuestra única reina universal, por allá a finales de los años 50. Una y otra vez nos hacían repetir: esta vez sí.

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© Radio Santa Fe.

Así se nos fueron los años 80. Pero en los años 90 todo parecía indicar que esta vez sí. A punto estuvimos con Paola Turbay (pero le faltó estatura). Era la nuestra la de Paula Andrea Betancourt (pero nos la robaron). Cómo no iba a ser con Carolina Gómez (pero le faltó estatura, de nuevo). Mientras tanto, el balón empezaba a rodar fuerte y un nuevo sueño, una esperanza casi olvidada, renacía de entre las cenizas. El Mundial de Fútbol. Y nos fuimos a Italia 90. Y nos quedaba a un paso Estados Unidos 94 siendo la promesa de campeones. Y puede que esta vez sí en Francia 98. Pero esa terrible década de los años 90 nos negó todas las posibilidades de esperanza.

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© La Otra Cara del Fútbol.

Ya entrada la década del 2000, el reinado nacional era más un día festivo (entre los muchos que abundan) que un evento masificador. Nos ganaba la costumbre y nos decepcionaban los resultados. Pasamos de tener tres virreinas universales a no estar entre las quince favoritas. Aumentaron las especulaciones de corrupción, de dineros ilícitos, de favores políticos. El país necesitaba un nuevo lugar para su esperanza. En la entrada del siglo XXI el balón se enfrió y el virreinato de Taliana Vargas pasó sin pena ni gloria (no importaba el que fuera una virreina más). Las esperanzas nos han decepcionado.

Un nuevo año, un nuevo reinado universal. Los medios, lanza en ristre, de nuevo enarbolaron las banderas de la victoria y día tras día nos recordaban esa frase que habíamos perdido: esta vez sí. Aprovecharon el medio que hace 10 o 20 años era apenas impensable, así que a través de diarios digitales y redes sociales buscaron mover nuestras emociones perdidas sobre un evento que venía de capa caída y guardado en cualquier cuarto oscuro. Entrevistas con expertos en moda, belleza y pasarela insistían en que esta vez sí.

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© Telemundo

Llegó el día señalado. Pero algo había cambiado en tantos años de distancia con el Universo. Ya no hay un Jairo Alonso o una Pilar Castaño en la transmisión. Ya no hay un Sánchez Cristo trayéndonos la diversión. Ahora es un canal estadounidense y un doblaje lastimero con comentarios que no queremos escuchar. Antes el Universo era nuestro, al menos por un par de horas, ahora es totalmente ajeno. Con esa misma displicencia, muchos colombianos encendieron sus televisores, abrieron su Twitter y comenzaron a seguir las acciones del mayor evento de belleza del universo. No se escucharon gritos de júbilo cuando mencionaron a nuestra reina de primeras para el ramillete de las quince favoritas (tal vez por la emoción de pensar en nuestro futuro al lado de James y de Falcao). No nos arrojamos harina cuando apareció con traje típico o traje de baño (tal vez porque nos la arrojamos al llegar a cuartos de final en el Mundial). No hubo nervios cuando respondió la pregunta del jurado y la del público (tal vez porque James no era el que estaba respondiendo). Y en el momento decisivo no hubo lágrimas de nadie, ni de la reina misma, coronándose la máxima belleza universal.

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© Real Madrid.

 Al día siguiente, algunos cuantos comentarios de oficina. Los medios haciendo su labor de exaltar un gran logro para el país, pero la mayoría tenía claro que si de logros se trata es de la reina y de nadie más. En su tierra natal, al parecer, lo celebraron como victoria propia. De resto, la sensación que queda es que nuestras esperanzas están en otra parte (¿en el fútbol?, ¿en el renacer del ciclismo?, ¿en el BMX?) y que el universo se nos hizo más pequeño.

Somos un país de victorias pírricas. Cuando ganamos nos volvemos locos. Y cuando perdemos movemos nuestras esperanzas hacia otro lugar.

Por Diego Valbuena

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