Por largos períodos Colombia fue visto como un país problema, a veces invisible y otras ambiguo en el radar internacional. En la visita oficial, por ejemplo, que hizo el Presidente Turbay Ayala en los años 80 a Francia, el entonces alcalde de París, Jacques Chirac, señalaba: “Estamos ante el representante legítimo de la democracia colombiana, una de las más grandes y mejor conservadas de las democracias africanas». No figura registro alguno de protesta diplomática.
Es frecuente la confusión de Colombia con la provincia canadiense y el municipio de Estados Unidos, Columbia. La firma alemana Adidas, que por años viste a la selección de fútbol, no fue ajena a este parónimo y estampó ese nombre en la camiseta nacional promocionándola con las imágenes de James Rodríguez y Juan G. Cuadrado en la Copa América Centenario de este año. La errónea pronunciación del país propició la campaña “It‘s Colombia, not Columbia”, que en su página en Facebook supera los 30.000 seguidores.
Conscientes de la importancia e interés por acercar a la audiencia en general a un campo tan cerrado como es el de la diplomacia nacional, históricamente reservada, la Asociación Diplomática y Consular de Colombia y el Centro de Diplomacia Pública & Corporativa promovieron un seminario el pasado 16 de noviembre del 2016 sobre la diplomacia pública y marca país Colombia. Coadyuvar con la diplomacia convencional, hacer visible nuestro país y potenciar su imagen son, entre otros, los cometidos de la diplomacia pública -DP-.
En nuestro medio, el marcado ejercicio de la diplomacia clásica ha impedido la incursión de otras herramientas de las relaciones internacionales. El surgimiento de una heterogeneidad de actores no gubernamentales, avalancha de migraciones y turismo, influencia de la opinión pública y la difusión vertiginosa de nuevas tecnologías embridan las relaciones internacionales a otros actores y plazas no oficiales. En este contexto, la diplomacia se ha desmonopolizado dando paso a otro jugador: el diplomático público (ciudadano medio).
El término de Diplomacia Pública, acuñado en plena Guerra Fría por Edmund Gullion, entonces decano de la Fletcher School of Law and Diplomacy de la Universidad de Tufts, abarca múltiples definiciones y vertientes. El Centro de Diplomacia Pública de la Universidad de Southern, California la concibe como “influir sobre el comportamiento de un gobierno extranjero en forma indirecta, ejerciendo influencia sobre las actitudes de sus ciudadanos, para lograr objetivos de la política exterior”. En otras latitudes, la obra del autor chino Zarnish Javed, subraya la DP como la parte más importante de la política exterior destinada esencialmente a la construcción de la imagen positiva de los países.
Este tipo de diplomacia comprende diversas dimensiones: cultural, deportiva, intercambio estudiantil, comunicación estratégica, participación ciudadana y gestión de la imagen en el exterior. Todas ellas pretenden crear un entorno positivo internacional y mejorar las relaciones políticas, culturales y/o económicas.
Las mediciones, sondeos y encuestas son manifestaciones de la opinión pública con marcado impacto en el ámbito internacional. Una fotografía estadística de respetadas instituciones, merecen con respecto a Colombia, reflexiones en términos de reputación, credibilidad e imagen, y una somera lectura de estas evaluaciones revela que los esfuerzos del Estado colombiano son aún insuficientes, por lo cual ha de estimularse la implementación de estrategias para mejorar su presencia global.
El reporte del 2015 del Instituto de Reputación posiciona a Colombia en el número 60 entre 70 países, con una reputación pobre y débil. Vale decir que la reputación internacional de un país se construye, según este Instituto, por las experiencias e información directa e indirecta, y por los estereotipos de grupos e individuos. Estos ingredientes conducen a la formación de las percepciones, actitudes y comportamientos de la ciudadanía global dando lugar a la creación de valor de un país, reflejados principalmente en exportaciones, turismo e inversión extranjera.
Por su parte, en el reporte «Presencia Global 2016» del Instituto español Real Elcano -asesor del Ministerio de Asuntos Exteriores de España para la DP- Colombia figura en la posición 46 de un universo de 90 países. Esta medición es “la proyección efectiva real de los países fuera de sus fronteras en los ámbitos económico, político y social” a través de variables como la cantidad de exportaciones, turistas recibidos y competiciones deportivas internacionales ganadas.
En otra clasificación, el Índice de percepción de Corrupción 2015 elaborado por Trasparencia Internacional, el país ocupa una posición poco honrosa. En este sentido, las percepciones de la opinión pública interna y del exterior son análogas. En materia de países sin restricción de visado a 2016, la firma The Henley & Partners Visa encasilla a Colombia en la plaza número 50. Nuestros compatriotas pueden ingresar a 103 países, exentos de visado, gracias a una buena gestión de la Cancillería.
A pesar de los avances, aún el país carece de estrategias conjuntas entre DP y Marca País www.colombia.co en orden a revertir ciertos prejuicios, percepciones y estereotipos de nuestra nación en las audiencias extranjeras. Una adecuada DP por parte de la Cancillería en consuno con el Programa de Marca País de Procolombia, fortalecería su presencia y visibilidad en el mapa de las naciones.
Las acciones de DP y Marca País revisten conceptos diferentes. Esta tiene un carácter económico y comercial, enmarcada en el mercadeo, mientras que la DP es de naturaleza política y del campo de las relaciones internacionales. En todo caso, ambas son acciones que articulan la gestión de la imagen en el exterior y la opinión pública internacional.
En una sociedad internacional compleja, cada país busca distinguirse, tener su propia marca, mejorar el posicionamiento merced a su reputación, imagen, credibilidad y confianza internacional. Son etiquetas asociadas con bienes intangibles y públicos que favorecen o perjudican los movimientos de su gente y empresas.
Además de los recursos y atributos del poder blando con que cuenta el país, algunos hechos relevantes y circunstancias recientes concitan a un punto de inflexión en la reputación e imagen nacionales.
La gestión de la imagen colombiana se hace visible con la actuación de nuestros deportistas en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro y otras competiciones, la presencia de empresas nacionales fuera de las fronteras, la ola de nuevos escritores, el realismo mágico garciamarquiano, el posicionamiento de artistas y grupos musicales, el aporte del Instituto Caro y Cuervo, las menciones positivas en la prensa internacional de Colombia, el otorgamiento del Nobel de la Paz al Presidente de la República, la suscripción de los Acuerdos de Paz, los casi cinco millones de compatriotas que componen la diáspora en el exterior, y los más de 25,500 estudiantes colombianos en el extranjero, según reciente artículo publicado el 16 de noviembre en este mismo blog https://blogs.elespectador.com/actualidad/ese-extrano-oficio-llamado-diplomacia/desconocidos-embajadores-los-estudiantes-colombianos-exterior . Estas manifestaciones representan un activo social del país y por supuesto, eximios Embajadores colombianos.
Amigos lectores, las percepciones, actitudes e imágenes tienen una particular valoración y constituyen elementos para entender la DP. Las impactantes imágenes que presenciamos desde el Atanasio Girardot hicieron ver a una Colombia solidaria con el lamentable accidente de los jugadores del Chapecoense; #Gracias Colombia, tuvo una tendencia y reconocimiento mundial. Las sentidas palabras del Ministro de Relaciones Exteriores de Brasil y del Director Técnico del Atlético Nacional, conmovieron nuestros corazones y la hermandad entre dos pueblos. En las redes fue viral la etiqueta en español: #GraciasColombia, por parte del pueblo brasileño. En medio del dolor, reconforta que nos vean como un pueblo solidario y se eclipsen las repudiadas series y películas que estereotipan nuestra nacionalidad, como bien lo señala en su reciente blog Guga Chacra, comentarista de política internacional del Estadão e do programa Globo News Em Pauta em Nova, subtitulado “Minha carta de agradecimento aos colombianos”.
Colombia requiere institucionalizar en la Cancillería la diplomacia pública, tal como otros países lo han hecho, para hacer conocer al mundo su rico acervo cultural, empresarial y deportivo. Los mensajes, la información estratégica y eventos culturales, por citar algunos, que proyectan las misiones diplomáticas carecen de mayor cobertura e impacto en los auditorios foráneos. Conviene igualmente que la Academia Diplomática incluya esta materia en su programa de estudios.
Desde el Centro de Diplomacia Pública & Corporativa nos encontramos “evangelizando” la DP en diferentes sectores, en especial con la provincia del país, impulsando programas como el city branding. Las ciudades y regiones son actores claves en este complejo organigrama internacional. Colombia posee atractivos lugares para estudiar, visitar, invertir y vivir. A mayor internacionalización mayor beneficio para esas comunidades.
El diplomático público colombiano, por último, está llamado a contribuir en la construcción de una mayor visibilidad, imagen, reputación, en circunstancias tan favorables como la del posconflicto que se avecinan para Colombia. Juntas, diplomacia oficial y pública pueden complementarse para mayor bienestar de la nación y los intereses en la política exterior.
JOSE MIGUEL CASTIBLANCO MUÑOZ
Abogado y exembajador de Carrera Diplomática
Director del Centro de Diplomacia Pública & Corporativa