La Asociación Diplomática y Consular de Colombia –ASODIPLO, junto a los sindicatos Unidiplo y Semrex llevó a cabo un acto de despedida en homenaje al embajador Francisco José Coy Granados, quien ocupó el cargo de viceministro de relaciones exteriores desde agosto del 2022 hasta junio del presente año. Por considerar de interés para los lectores su mensaje y consideraciones sobre el significado de la Carrera Diplomática en Colombia, lo reproducimos a continuación:

“Tal vez algunos de ustedes recuerden que, en este mismo salón hace casi dos años, me posesioné como viceministro de Relaciones Exteriores. En esa ocasión, expresé que tenía mucho que agradecer a la vida: por tener un trabajo que amaba y disfrutaba, por el equipo que había integrado y que me acompañaría en mi gestión y, particularmente, por la familia que tengo que me acompañó entonces y me acompaña hoy, sin quienes no habría sido posible adelantar el trabajo al frente del Viceministerio de Relaciones Exteriores durante 22 meses.

Esos agradecimientos están vigentes hoy, con mayores razones, sin duda.

Hoy, a manera balance de fin de gestión, permítanme hacer unas breves reflexiones sobre lo que ha sido este recorrido, en el que viajé por muchos kilómetros, sostuve cientos de reuniones, leí cientos, tal vez miles de páginas, y sostuve muchas conversaciones telefónicas para presentar, avanzar, promover y ayudar a ejecutar la política exterior colombiana del Presidente Gustavo Petro.

Por supuesto que la lista de agradecimientos debería empezar por el Presidente Petro quien, por iniciativa del entonces Ministro Álvaro Leyva, decidió nombrar un funcionario de carrera como su Viceministro. En esta experiencia tuve también el honor de acompañar al Ministro Luis Gilberto Murillo, compañero de viaje durante su tiempo en la Embajada en Washington, y en los últimos meses como mi Jefe directo. De cada uno de ellos aprendí como tal vez no lo había hecho en los 34 años anteriores en los que he desempeñado este oficio, cuando la vida me dio la oportunidad, después de estudiar por mucho tiempo la política exterior colombiana, de entrar a la cabina de control, en donde se toman las decisiones. 

Si bien nadie me otorgó la representación de la Carrera Diplomática al ocupar este cargo, siempre entendí que lo hacía en esa calidad. Esto último lleva, necesariamente, a lo que significa ser parte de la Carrera Diplomática y Consular y cuál es el papel que se debería esperar de alguien a quien, como a mí, se le brinda esa oportunidad.

Los diplomáticos de carrera somos funcionarios del Estado. Burócratas, si se quiere, aunque esa es una palabra que tiende a generar un mal sonido. Tal vez la expresión más precisa para entender lo que hacemos, y debemos hacer, es la de servidor público. 

Desempeñamos, en efecto, unas funciones determinadas por ley (eso nos hace funcionarios), con procedimientos y reglas definidas (eso nos hace burócratas) pero estamos para servir al país y a nuestros conciudadanos, eso nos hace servidores públicos.

En el caso de la Cancillería, el carácter de funcionarios con un vínculo prolongado nos obliga a tener una visión de largo plazo.  A pesar de muchas críticas, algunas de ellas válidas, esta es una institución con memoria y en la cual se tiende a observar la política y los asuntos internacionales con una perspectiva más allá de las líneas de cada gobierno.

Nuestro trabajo principal consiste en articular esa visión de largo plazo con las prioridades definidas por cada gobierno, ejercer nuestras tareas con espíritu de servicio, siempre dispuestos a ir un poco más allá de lo que se define en nuestra lista de funciones y, sobre todo, con el corazón puesto en el país y nuestros compatriotas, a quienes nos debemos.

Vale la pena recordar que la democracia, hoy cuestionada y en riesgo alrededor del mundo, se trata sobre todo de instituciones, que no son otra cosa que reglas de juego que se deben cumplir. Por eso, en muchas conversaciones con mis colegas de la Asociación, de Uniplo y Semrex, siempre insistí en que, más allá de defender y representar a sus asociados, era indispensable, siempre, defender a la institución. Esta Cancillería, sin  funcionarios, es una casa vacía, pero todos estos funcionarios, sin institución, estaríamos en la calle.

Con ese espíritu asumí funciones como viceministro y conté para el efecto con el concurso de muchos de ustedes. Primero que todo, con un magnífico equipo que me asistió y estuvo junto a mí en cada actividad, ante cada desafío. Pero también, con mis compañeros en toda la Cancillería, dentro y fuera del país, con quienes siempre fue posible trabajar conjuntamente para beneficio de nuestro país. Cualquier éxito que se considere obtuvimos durante mi gestión, fue sobre todo resultado del trabajo de equipo. Las fallas y fracasos son usualmente responsabilidad del liderazgo, y los asumo.

Este homenaje que recibo hoy, posiblemente inmerecido, tiene también un elemento de despedida. Me desplazo ahora al servicio exterior, a continuar el proceso de aprendizaje que inicié en 1988 y que nunca se detuvo durante todos estos años de servicio. Lleno de orgullo, salgo de nuevo a representar a mi país ante un país amigo y muy cercano a mis afectos. Es la condición ideal, que agradezco al Presidente Petro, al Canciller Murillo y a mi pertenencia a la Carrera Diplomática y Consular.

El trabajo del diplomático, ese “extraño oficio”, como se titula el Blog de la Asociación Diplomática en El Espectador, implica diarios desafíos, particularmente para un país que, como Colombia, ha decidido en este último tiempo, bajo el gobierno del Presidente Petro, jugar un papel más relevante en el escenario internacional.

“Liderazgo regional en temas globales” es una línea que señalamos en el Plan Nacional de Desarrollo que, por primera vez, incluyó, como anexo, un capítulo específico sobre política exterior y que refleja la ambición como país y que debemos proyectar hacia el largo plazo.

Los desafíos que nos plantea el cambiante sistema internacional obliga a mantener todos los sentidos alerta. El país necesita ahora, más que nunca, de un servicio exterior diverso, dinámico y representativo de su identidad, sin olvidar la excelencia.

Hace años, cuando presidia la Asociación Diplomática, escribí una columna de opinión en un medio de alcance nacional en el que decía que la Carrera Diplomática y Consular es uno de los secretos mejores guardados de nuestro país, pues en ella se ha mantenido el mérito como criterio principal para el ingreso y permanencia.

Sin olvidar esa esencia, es importante ampliar su representatividad, social, étnica y regional, para que esta Cancillería, la Cancillería de San Carlos, refleje mejor al país y sea eficiente en conseguir la defensa de nuestros intereses y encontrar todos los escenarios de cooperación para abordar con socios y amigos alrededor del mundo nuestros propósitos.

Más que nunca está vigente aquella frase según la cual, en el sistema internacional lo único permanente es el cambio. Quienes me han escuchado hablar del orden global, podrían recordar que desde el fin del Guerra Fría hemos estado, por varias décadas, en un proceso de transición que apenas ahora empieza a mostrar indicios de estar llegando a un punto de estabilidad.

La política exterior ya no se trata únicamente de temas por fuera de nuestras fronteras; prácticamente no existe un área de la política pública que no incorpore por lo menos un elemento internacional. Los retos son enormes y nuestra responsabilidad en esta Cancillería es la de ayudar a diseñar las respuestas a los retos globales, teniendo en cuenta que cada acción del país frente a esos retos debería tener como resultado el beneficio de un país más próspero, equitativo y democrático.

Tenemos no pocos elementos para potenciar nuestra acción internacional: nuestra enorme biodiversidad, nuestra experiencia en alcanzar acuerdos de paz, nuestra visión innovadora de la migración y la experiencia de enfrentar, a un enorme costo, la lucha contra el problema mundial de las drogas y la criminalidad organizada. Pero solos no podemos. La cooperación con otros socios no es una opción, es un imperativo.

Pero en este mundo globalizado, sigue teniendo un valor especial el ser colombiano. A este propósito siempre recuerdo el texto aquel de ese ciudadano universal, el maestro Jorge Luis Borges, en el que Ulrica, la protagonista noruega de la historia, le pregunta a Javier Otárola, el significado de ser colombiano: “No se (…). Es un acto de fe”. Pensando en eso, hoy me preguntaría y le preguntaría a muchos de ustedes lo que significa ser un diplomático colombiano. Yo respondería entre la certeza y el orgullo: un acto de esperanza. Muchas gracias.”

*Francisco José Coy Granados, es embajador de la carrera diplomática y consular, actualmente designado en Uruguay.

Avatar de Asociación Diplomática y Consular de Colombia

Comparte tu opinión

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 EstrellasLoading…


Todos los Blogueros

Los editores de los blogs son los únicos responsables por las opiniones, contenidos, y en general por todas las entradas de información que deposite en el mismo. Elespectador.com no se hará responsable de ninguna acción legal producto de un mal uso de los espacios ofrecidos. Si considera que el editor de un blog está poniendo un contenido que represente un abuso, contáctenos.