Ese extraño oficio llamado Diplomacia

Publicado el Asociación Diplomática y Consular de Colombia

CUANDO LA DIPLOMACIA SE INSPIRA EN EL DEPORTE*

Se habla con relativa insistencia de la “cumbre” entre los jefes de Estado, Donald Trump y Kim Jong-un, en la próxima primavera del presente año. Se busca que la burda forma de ejercer la diplomacia del líder estadounidense rinda sus frutos en pro de la desnuclearización del país de su inesperado interlocutor.

Este probable encuentro nos trae a la mente aquella de Nixon-Mao/Mao-Nixon en 1972, y en la génesis de ambas asoma un elemento aglutinador que pone su parte para consolidar estos inesperados: el deporte. En el caso coreano, los recientes Juegos Olímpicos de Invierno en Pyeongchang empezaron a derretir la fría capa de hielo político que cubre lado y lado del Paralelo 38 ya que por primera vez un integrante de la dinastía Kim, Kim-Yo-Jong hermana del líder norcoreano, pisaba suelo surcoreano y asistía a la inauguración en la misma tribuna que un vicepresidente estadounidense, y el equipo intercoreano de hockey femenino se presentaba nutrido de deportistas de ambos países.

Retomando la historia de 1972 entre Nixon y Mao, el tenis de mesa fue el detonante. Desde ese entonces, China ha entendido perfectamente que el deporte es un excepcional vehículo para la colonización económica de sus mercados, la proyección política en occidente y el contrapeso en el mundo multilateral. Lo comprobó con creces treinta y seis años luego de ese histórico encuentro cuando acogió las ventajas de la diplomacia suave al maximizar el simbolismo político y lograr un aumento considerable de su proyección internacional con la realización de los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008. Otro acontecimiento similar a la “diplomacia del ping pong” lo constituyó la llamada “diplomacia del cricket”, poco conocido capítulo inserto en la tradicional difícil situación política entre la India y Pakistán, que a raíz del Mundial de Cricket de 2011 propició el encuentro de sus máximos líderes, Manmohan Singh y Yuzuf Raza Gilani.

Se pueden citar muchos casos más de estrategias donde la diplomacia se apoya en el deporte. Por ejemplo, la forma en que los BRICs han aprovechado su poder emergente para organizar Juegos Olímpicos (Brasil, China), mundiales de fútbol (Brasil, Rusia, Sudáfrica) o el tímido acercamiento que hace India a deportes como la Fórmula 1 y el fútbol. Otro caso, perdido en la historia, de influencia del deporte en la política, fue el caso del equipo nacional de fútbol creado por el Frente de Liberación Nacional Argelina, con el fin de internacionalizar su causa y ganar aliados. Es claro que los Estados han utilizado políticamente el deporte y han trasladado la “guerra fría” al campo del deporte. Recordemos espectáculos políticos tan bochornosos como los boicots que tanto Estados Unidos como la entonces URSS dieran a los juegos Olímpicos de 1980 en Moscú y de 1984 en Los Ángeles, trasladando su confrontación ideológica de los pasillos de la ONU hasta los escenarios deportivos. Hitler también se sirvió de los Juegos Olímpicos de 1936 como instrumento de propaganda política en su desesperado intento de hacer prevalecer la raza aria sobre otras consideradas por ellos como “inferiores”.

El deporte también ha tenido su lado oscuro e incluso actos deportivos han sobrevenido en detonantes de confrontaciones bélicas internacionales. Sin ir más allá, la llamada “Guerra del Fútbol” entre El Salvador y Honduras en 1969 mostró que no siempre diplomacia y deporte van de la mano.

Se habla de Diplomacia Deportiva, pero, ¿a qué se le da este nombre? La diplomacia puede tener varias definiciones. Hoy se desprende de la Convención de Viena de 1961 que “las funciones de una misión diplomática consisten principalmente en “fomentar las relaciones amistosas y desarrollar las relaciones económicas, culturales y científicas entre el Estado acreditante y el Estado receptor”. La diplomacia se apoya en la construcción, lenta pero segura, de las buenas relaciones día a día entre el gobierno acreditante y el gobierno receptor bajo unos parámetros de discreción, confidencialidad y tacto. Esa es la diplomacia tradicional, pero el mundo ha cambiado, y mucho, y otro tanto también lo ha hecho la diplomacia. La globalización ha ido moldeando la forma de hacer diplomacia siempre en la búsqueda del juego de ganancia mutua o de suma positiva para el país. Hechos como el fin de la guerra fría o la finalización de muchos conflictos en el mundo, han creado una estabilización de las relaciones internacionales que busca desesperadamente relaciones e intercambios económicos y comerciales, constituir nuevos esquemas de cooperación internacional y consolidar relaciones culturales y deportivas. Allí entra a actuar una calidad heterodoxa de diplomacia como lo es la llamada “diplomacia pública”, término acuñado en plena guerra fría, 1966, por Edmund Gullion, diplomático estadounidense de carrera, ex decano de la prestigiosa Escuela de Derecho y Diplomacia Fletcher de la siguiente forma: la diplomacia pública son los medios por los cuales los gobiernos, las organizaciones de la sociedad civil y los individuos influencian las actitudes y opiniones de otros grupos y gobiernos de tal modo que ejercen influencia en sus decisiones de política exterior. El objetivo histórico de la diplomacia pública ha sido, entonces, la relación entre un Gobierno y la población de otro Estado.

La definición de diplomacia sufre una variante más, ampliándola hasta llegar a incluir el contacto entre dos opiniones públicas diferentes, sin que muchas veces intervengan los mismos Estados. La diplomacia pública, también llamada diplomacia mediática, como una representación clara del llamado soft power, tiene unas características propias de transparencia, difusión, e incluye empresas, ONGs e instituciones. Los destinatarios de una y otra son también diferentes, siendo la opinión pública de un tercer país la contraparte en esta variación de la diplomacia. Mientras que en la diplomacia tradicional los temas son los aspectos vinculados con la conducta y con las políticas del gobierno, en la diplomacia pública la temática está vinculada con actitudes y conductas del público y posee unos elementos constitutivos de doble vía muy propios: una información de lo que piensa sobre un Estado la opinión pública, y unas campañas de imagen para revelar un determinado aspecto del país. Hay dos conceptos que se alinean inmediatamente en el campo de la diplomacia pública: la diplomacia cultural, con la exportación de intangibles culturales como la lengua y las manifestaciones culturales como vía del fomento del entendimiento entre culturas diferentes, y la diplomacia deportiva, que trae aparejados esfuerzos de apertura e interrelación de un país con la comunidad internacional a través del deporte.

Hablar de “Diplomacia Deportiva” es asumir que hay una muy buena herramienta para que un país alcance los objetivos de política exterior que se ha trazado. La diplomacia deportiva entra, pues, a conocer los intereses de los otros países y al ser un medio para la acción exterior del Estado tiene unos objetivos, unos agentes ejecutores, unos medios de ejecutarla y una forma de ejecutarla y se apoya en programas como los de “Marca País” en su búsqueda de atraer inversiones, turismo, intercambio comercial o atraer población, en un esfuerzo público-privado. Varios países han transitado con gran éxito la diplomacia deportiva: Estados Unidos, con su programa “Sports United” del mismo Departamento de Estado. También el Reino Unido, donde con un intrincado montaje de estrategias políticas, económicas, culturales y comunicacionales realizó con éxito los JJOO de 2012 en Londres. Los países del Golfo Pérsico tienen una estrategia clara vinculada al deporte y la han desarrollado en la campaña –no exenta de supuestas irregularidades- para lograr la sede del Mundial de Fútbol 2022 en Qatar, o vendiéndose como país a través de eventos como la Fórmula 1 o Moto GP en Bahrein, en Emiratos Árabes Unidos o en Qatar mismo.

Para lograr sus estrategias internacionales, Colombia combina la diplomacia tradicional con la diplomacia pública y basa en el deporte algunas de sus acciones para mejorar su imagen en el mundo. De hecho, son de destacar los programas de cooperación deportiva que se implementan como desarrollo de las Comisiones Mixtas Educativas, Culturales, Deportivas y de Turismo. Por otra parte, el Estado también se apoya en el deporte per se, puntualmente en la élite del deporte colombiano (Falcao, James, Montoya, Pajón, Duque, etc.) para desplegar los programas de difusión que establece la Marca País.

Si repasamos estos conceptos, seguimos viendo con interés y agrado la acertada filosofía que la Cancillería colombiana viene desarrollando desde 2011 con las iniciativas de diplomacia deportiva y de diplomacia cultural como objetivo de su acción exterior. La Cancillería ha buscado con ellas el desarrollo con inclusión social de una población joven en regiones proclives al reclutamiento armado por parte de los grupos armados ilegales. La historia de esta iniciativa acarrea ya casi un cuarto de siglo desde que por allá en 1996, el entonces Secretario General de la ONU, Boutros-Boutros Galli recibió informes del impacto de los conflictos en los niños en la Asamblea General. El tema siguió transitando lenta y tortuosamente los temidos caminos de la agenda del Consejo de Seguridad por muchos años e involucró a Colombia en el Anexo II del Informe, esto es, países cuya situación no está en la agenda del Consejo pero se les hace un monitoreo especial, ya que esta aberrante situación permanece hoy, pese al exitoso proceso de paz con las FARC. Es en desarrollo de estos mandatos internacionales que el Ministerio de Relaciones Exteriores creó el “Programa Integral Niños, Niñas y Adolescentes con Oportunidades”, institucionalizado por la Presidencia de la República mediante el decreto 2681 de 2012, en pro del mejoramiento de la condición de vida de los niños de zonas donde fueran proclives al reclutamiento armado.

Hace tres meses, en Montecarlo, la iniciativa Diplomacia Deportiva y Cultural del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia recibió el premio “Deporte y Paz” en la categoría Acción Diplomática del Año que entrega anualmente la organización Peace and Sport. Pero semejante golazo no fue por tiro directo al arco: debió sortear dos iniciativas de diplomacia deportiva fuertes: la asociación Tavak Partners, la cual logró que el equipo de lucha libre de Estados Unidos pudiera viajar a Irán durante la prohibición de 2017 para participar en la Copa Mundial de Lucha, y la idea de la marca del sueco Borg, de hacer un partido de tenis justo en la frontera mexicano-estadounidense.

A la fecha, el Programa Integral Niños, Niñas y Adolescentes con Oportunidades ha llegado a más de 30 municipios en 19 departamentos, con 25 Casas Lúdicas entregadas a las administraciones locales y 5 Casas Lúdicas en construcción, que serán entregadas antes de julio de 2018; 121 intercambios a 44 países, en 34 disciplinas deportivas y culturales que han beneficiado directamente a 1.551 niños, niñas y jóvenes, y a 285 entrenadores y maestros de música de 78 municipios de 21 departamentos del país. Hace escasas dos semanas, Colombia recibió “in situ” el reconocimiento de su labor diplomática y deportiva. El presidente de Peace and Sport Joel Bouzou, en compañía del Príncipe Alberto de Mónaco y la estrella del futbol mundial Didier Drogba, se acercaron hasta Cartagena y reeditaron los valores positivos del deporte en una diplomacia moderna. La tarjeta blanca debe seguir exhibiéndose en la comunidad internacional.

*Ignacio Ruíz Perea. Embajador de Carrera Diplomática. Abogado de la Universidad del Cauca. En planta externa se ha desempeñado como Vicecónsul en San Juan de Puerto Rico, encargado de funciones consulares en  Buenos Aires, Argentina, y Ministro Consejero encargado de funciones consulares en Tel Aviv, Israel. Actualmente ocupa el cargo de Ministro Plenipotenciario en la Embajada de Colombia en Asunción, Paraguay.

 

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