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Denuncian presunta pesca ilegal de atún en Bahía Solano

Daniel Mejía, un pescador deportivo que conoce la zona hace 15 años, denunció la presencia de un barco con bandera panameña que estaría sacando toneladas de pescado de un área protegida. Las autoridades investigan.

Esta es la embarcación panameña que habría violado las zonas de pesca de atún en Bahía Solano. / Fotos: Cortesía Daniel Mejía

Por: María Paula Rubiano
Periodista Blog El Río y El Espectador

Daniel Mejía conoce Bahía Solano desde que era niño. El paisa recuerda que su abuelo, y luego su padre, le enseñaron desde pequeño los secretos para la pesca deportiva del atún que, por esos años, todavía llenaba las aguas de esa bahía al norte del Pacífico. Esas enseñanzas familiares le gustaron tanto que aun hoy, es guía en la región para otros pescadores deportivos.

En esas estaba el pasado lunes, cuando, a lo lejos, él y sus acompañantes vieron un enorme barco pesquero que, días antes, ya habían visto merodear la bahía. En pleno sol demedio día, acercó su embarcación hacia el lugar, ubicado entre Piedra del Norte y Piedra de Piñas. Lo primero que notó fue el tamaño descomunal de la embarcación. “Tenía helicoptero y cuatro o cinco botes más encima”.

Cuando estaban lo suficientemente cerca, vio como el barco desplegaba una malla que, calcula, medía unos dos kilómetros de ancho. En ella, como suele suceder con los barcos pescadores de atún, se enredaban delfines, que miembros de la tripulación ayudaban a salir, “aunque con el cuerpo bastante herido”. Era la una de la tarde y estaban tan cerca de la playa que un bote pequeño podía regresar en una hora de navegación, cuenta Mejía.

“De inmediato me puse a llamar a los guardacostas, quienes me empezaron a pedir las coordenadas, pero cuando se las daba, me decían que no podían venir, que la comunicación estaba cortada”. Así pasaron dos horas, hasta que el barco terminó la faena, retiró las mallas, y se fue. Tras de sí, como suele ocurrir con estos barcos que pescan todo tipo de animales, “fue quedando un río de peces muertos, que yo no quise seguir por respeto a mis clientes”, dice Mejía.

El empresario calcula que solo ese día, el barco se llevó entre 30 y 42 toneladas pescado.

Para la noche del lunes, la Aunap y la Armada estaban al tanto. El mismo comandante regional de esta última entidad lo llamó para confirmarle que si sus guardacostas no asistieron había sido por problemas de comunicación.

Pero, ¿de dónde salió el barco? ¿estaba en el país de forma legal? ¿cometió alguna irregularidad?

Diversas fuentes le confirmaron a este medio que el nombre de la embarcación ya está confirmado y que, si bien tenía bandera del vecino país, estaba contratado por una empresa atunera colombiana para pescar –legalmente– en el país.

No obstante, de acuerdo con las coordenadas del incidente, el barco sí entró a realizar su faena en un área que desde 2008 está protegida de embarcaciones con el tamaño monumental de la embarcación.

Otto Polanco, el director de la Aunap, le explicó a El Río que desde hace una década existe en Bahía Solano y Juradó dos zonas de protección para que el atún pueda regenerarse. “Allá tenemos la Zona Económica Exclusiva para la pesca artesanal, ZEPA, y luego, más mar adentro, una zona especial de manejo pesquero, ZEMP, que es una zona diseñada para proteger a la ZEPA”. Es en esta ultima en donde habría entrado a pesacr de forma irregular el barco panameño. 

Polanco contó además que en los próximos días se reunirá la Mesa Nacional de Pesca Ilegal, en la que AUNAP, DIMAR, Armada y otras entidades revisarán todas las evidencias y, en caso de encontrar a la embarcación culpable, le asignarán sanciones que pueden ir desde multas, hasta un vetado de pesca definitivo en el país.

La frágil pesca sostenible del norte del Chocó

Pero lo más preocupante es que este no es un caso aislado. Si bien de acuerdo con Chica Yubarta, el representante legal de la Federación de trabajadores de la Pesca de Bahía Solano, en la última década ha habido tres capturas de barcos que pescan ilegalmente el atún en zonas no autorizadas, “los inconvenientes han sido muchísimos”.

“Lo que pasa es que muchas veces, nosotros como pescadores no tenemos las herramientas tecnológicas para llamar a guardacostas y darles las coordenadas puntuales del sitio, por ejemplo. Por eso muchas de nuestras denuncias es imposible abrirles una investigación”. En el caso de los camaroneros –que según Yubarta, han generado dos sanciones desde 2008–, han empezado a ver que hacen las faenas en la noche. “Tomar material fotográfico en esas condiciones es imposible”, dice. Precisamente por eso, es difícil ponerle números concretos al problema.

Lo que sí está claro es que los choques se intensificaron desde 2008, cuando las comunidades de pesca artesanal de Juradó, Bahía Solano, Nuqui y Pizarro lograron materializar una lucha que habían emprendido 15 años antes. Ese año, al Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (Aunap) emitió la resolución 2650 en la que protegió a los pescadores artesanales de Jurado y bahía Solano con la zona exclusiva de pesca artesanal, ZEPA. En ese espacio del océano, que abarca desde la línea de más baja marea hasta 2,5 millas mar adentro, no puede haber ninguna clase de pesca industrial.

Tras la resolución, los pescadores cambiaron todas sus artes tradicionales de pesca por humildes anzuelos. Las mallas que no fueron reutilizadas por la Aunap, ardieron en fogatas. “Desde Solano hasta los límites con el Parque Nacional Utría, nosotros dejamos de usar nuestras artes de pesca artesanales normales, y nos dimos la pela para pescar solamente con anzuelo, así que no es posible que esto pase”, dice.

El pescador asegura que si bien cada año  se reúnen con la AUNAP y con representantes de los gremios de atuneros y de camarones, alcaldes municipales y de las comunidades negras, ong y Codechocó, “así en Bogotá acordemos muchas cosas, muchos capitanes hacen caso omiso de lo allí pactado”.

Si bien se sienten totalmente respaldados por la Aunap y capitanía de puertos, saben que la capacidad para cuidar todo el espejo de agua del pacífico chocoano es una tarea complicada. “Hemos luchado 25 años tratando de proteger esta zona, pero a nosotros no nos queda nada de beneficio económico que le da a esas empresas la pesca de atún y la de camarón. Por eso siempre hemos dicho que a nosotros nos quedan son los problemas”.

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