El ojo de Aetos

Publicado el elcides olaznog

Colombia no resiste más…

Tenía mis buenas semanas sin escribir en este medio, pero la insistencia de mis exiguos lectores me indujo a volver. En serio, les dije, da mucha pereza hablar siempre de lo mismo.

En efecto, la pereza es porque nunca, en mi ya luenga existencia había sido testigo y víctima de tanta corrupción, de tanta podredumbre estatal. Veamos solo cinco casos:

En una subasta de un solo proponente, se vende Isagén, una empresa que produce energía y da excelentes dividendos. Y a las tres semanas el gobierno decide que tiene que comprar energía al Ecuador y gas a Venezuela. ¿Alguien lo entiende? Y el ministro del sector energético Tomás González (que por fortuna ya se fue, bien ido) nos quiso hacer creer que el problema era (es) de ahorro. Cuando hay energía y recursos, cuando la naturaleza no reacciona por el desenfrenado y cobarde uso que se le da a ella, con minería legal o ilegal, el asunto es del eficiente gobierno.  Pero cuando hay problemas, cuando se derrochan los recursos, cuando se roban descaradamente millones y millones de dólares de los proyectos oficiales, cuando a la corrupción rampante se le suma la normal reacción de la naturaleza, entonces el problema ya no es del gobierno sino del pueblo que no ahorra y sufre las consecuencias.

Otro: a muchos colombianos apuñalados por la corrupción del alto gobierno no se nos olvidan los multimillonarios contratos del fiscal Montealegre, como los que se le otorgaban a doña Natalia Tocarruncho – que a la final ni es politóloga, ni periodista, ni siquiera adivinadora de futuros, sino apenas amiga, quién sabe si con derechos como se estila hoy, del hoy ex alto funcionario. Y ahora que don Eduardo se fue, el pobre ciudadano – como usted o como yo – ve con desolación que el hombre se va sin dársele nada, como dice la tía Empera, y que en lugar de investigar las posibles fraudulencias y componendas oficiales, se le va a premiar con una suculenta embajada, la de Alemania, dicen. Eso es burlarse cínicamente del pueblo inerme, señor presidente.

Uno más: los doscientos sesenta y pico de congresistas, los cientos de altos cacaos de la justicia y, en general, la alta nómina oficial, NI SE INMUTAN, cuando oyen, ven, que hay niños en todo el país, no solo en la Guajira, que MUEREN DE FÍSICA HAMBRE.

Me pregunto qué sentirá un sujeto que no trabaja, no hace nada por el país y que, al contrario, se embolsilla tanto dinero y mete sus narices en negocios de los que sale altamente beneficiado, cuando ve que un niño muere por “problemas asociados a la desnutrición” como eufemísticamente denomina la gran prensa al hambre infantil.

Cuarto: en la construcción de la Refinería de Cartagena REFICAR se pierden CUATRO MIL MILLONES DE DÓLARES, pero el presidente y el ministro dicen que no es robo, que no se han perdido sino que es una sencilla falta de planeación. Ah, bueno, dijo mi sabio tío Anselmo. Menos mal que no hay problema. Con un poquito de planeación se recuperan esas chichiguas.

Último. El asunto de la paz en la Habana. ¿Cuánto nos costará a los colombianos la nominación de Juan Manuel Santos al Premio Nobel de Paz?

Lo preocupante en este sentido, sin embargo, no es el desangre económico que implica el proceso. El problema radica en que los colombianos no creen en su presidente (eso dicen las encuestas, solo me consta lo que yo pienso y siento y lo que piensan y sienten los tres o cuatro amigos que tengo y lo que dicen en las tiendas y en los campos de tejo y en el transporte público).

Y tienen razón los colombianos que no le creen al presidente. Veamos por qué:

“El tal paro nacional, ¡no existe!” A las 24 horas tuvo que salir a reconocer su soberbia, cuando los campesinos decidieron demostrarle que el paro sí existía.

Cuando los negociadores de las FARC se metieron armados al Corregimiento de Conejo, Guajira, a hacer pedagogía de la paz, salió don Juanma todo verraco y dijo, palabra más, palabra menos: quedan totalmente prohibidos a los miembros de las FARC los actos armados con la población civil. A los tres días ya había licencia para tales actos de pedagogía.

Días después dijo en tono enérgico: el 23 de marzo se firma la paz y no hay otra fecha. Punto. No pasaron tres días cuando se le oyó decir, con un tonito de conejo asustado, ante los micrófonos de los grandes medios: si se llega a posponer la fecha de la firma será por acuerdo entre las partes. Hoy, al finalizar marzo, la fecha de la tal firma está más perdida que el hijo de Lindbergh.

Las FARC hacen lo que les corresponde: pedir y pedir, exigir y exigir. Y el gobierno da y da. Y lo que falta todavía. La generosidad del gobierno en este sentido no tiene límite. En esto las FARC no tiene la culpa porque su objetivo es muy claro y por él llevan trabajando varias décadas.

La única esperanza del sufrido pueblo colombiano se centra en los triunfos deportivos. No hay más. Si brillan James y Cuadrado; si “le dan minutos” a Falcao en el Chelsea, si Mariana Pajón obtiene una nueva medalla, si Nairo sube a lo más alto del podio, si Caterine Ibargüen gana, a la gente se le olvida por un  instante la podredumbre de la política colombiana. ¡Horror, no hay esperanza!

Colofón: ahora que el omnipotente fiscal Montealegre ya no está, quisiera poder preguntarle mirándolo fijamente a los ojos: ¿usted de verdad NO TIENE nada que ver con los oscuros negocios del eminente doctor Carlos  Palacino, el defraudador de Saludcoop? ¿Las campañas políticas de Santos no recibieron ni un solo peso de los millones raponeados a la salud por parte de don Palacino? Ya conocemos las respuestas, sin embargo…

 

Comentarios