Hasta el más perfeccionista se puede equivocar. Si resulta cierta la acusación de las 1.554 páginas de la Corte, el expresidente Uribe habría dejado la cantidad de cabos sueltos suficiente para que le prueben dos delitos que tienen de fondo la verdad histórica sobre los presuntos nexos de su familia con los paramilitares. ¿Vendrán acusaciones por otros hechos de su Gobierno?
Por: Ricardo González Duque
En Twitter: @RicardoGonDuq
Contrario a lo que piensa Enrique Pardo Hasche, el compañero de celda del exparamilitar Juan Guillermo Monsalve, el expresidente Álvaro Uribe no es Dios. Es decir, no es intocable. Y no lo es a pesar de haber sido el mandatario colombiano más popular de todos los tiempos, que alcanzó niveles de favorabilidad del 90%, ni tampoco está exento de la justicia por ser quien dedicó sus ocho años de gobierno a intentar derrotar al principal enemigo que tenía Colombia a comienzo de siglo.
Son pobres los argumentos de quienes se quedan en las bondades de la era Uribe para justificar sus presuntas actuaciones ilegales y evitar la actuación de la Corte Suprema. Su Sala de Instrucción considera que las pruebas testimoniales, las contradicciones de la defensa, las explicaciones del abogado Diego Cadena y las intervenciones directas del expresidente, llevaron a que fuera procedente su detención al inferir que él fue “determinador” y “beneficiario” de los sobornos a testigos.
Las afirmaciones de los magistrados sobre la intervención directa del expresidente Uribe en la manipulación de los testigos son contundentes:
“La prueba permite y con suficiencia colegir razonablemente que el senador URIBE VÉLEZ indujo a Diego Cadena Ramírez y a su equipo a realizar las conductas ilícitas de hacer entregas y prometer entregas de dinero u otras utilidades a cambio de obtener que por lo menos Carlos Enrique Vélez Ramírez y Eurídice Cortés Velasco faltaren a la verdad en sus declaraciones…”
“Se aprecia el direccionamiento en el accionar de Juan José Salazar de parte de Diego Cadena Ramírez y a través de este del senador ÁLVARO URIBE VÉLEZ quien emerge con probabilidad de verdad, como el gran determinador de este entramado ilegal”.
La Corte no ve creíble la explicación de la defensa, según la cual el expresidente Uribe solo se enteró de las gestiones del abogado Cadena hasta días antes de su indagatoria en octubre del año pasado:
“No basta simple y llanamente con negar el conocimiento de los hechos y las circunstancias, la prueba es evidentemente indicativa del conocimiento, conciencia y voluntad del senador URIBE VELEZ, para conseguir este fin” (los testimonios de los exparamilitares en su contra).
“Si directa y personalmente no los buscó e incluso si no se enteró como se alega de los giros y dineros no es óbice para aducir (…) que el senador no tenía conexión con estos hechos”
Mucho arrepentimiento debe haber por estos días en El Ubérrimo por haber descartado la serena defensa del abogado Granados -a pesar de que no consiguiera testimonios en contra del senador Iván Cepeda- y haberle entregado tremenda responsabilidad a un imprudente que en el todo vale por caer bien con Uribe buscó declaraciones a su favor hasta debajo de las piedras. Sin embargo, los ofrecimientos indebidos de Cadena no son atribuidos a él solamente:
“Queda pues establecida en grado de alta probabilidad la existencia del presunto delito de Soborno (…) desplegado por el senador ÁLVARO URIBE VÉLEZ, como posible responsable a título de determinador, respecto del testigo Juan Guillermo Monsalve Pineda, quien se deduce de los medios de prueba allegados y ampliamente valorados, que dispuso esos acercamientos por las vías ya reseñadas, incluso, autorizó los ofrecimientos de los cuales era emisario, entre otros, el abogado Cadena Ramírez.»
«El senador URIBE VÉLEZ a los testigos relacionados en precedencia (Carlos Enrique Vélez y Eurídice alias Diana) les formuló promesas remuneratorias por 100 o 200 millones de pesos a cambio de que suscribieran cartas»
La utilización de su UTL para fines personales y presuntamente ilegales -razón que le significaría además una sanción disciplinaria de la Procuraduría- y el hecho de que esa supuesta manipulación se hiciera aún después de que la Corte anunciara que lo investigaría, llevaron a la negativa de que Uribe pudiera mantenerse en libertad enfrentando este proceso.
A pesar de haber generado una noticia sin antecedentes, llevar a prisión así sea domiciliaria a un presidente, la Corte enfrenta un dilema de grandes proporciones entre demostrar con contundencia el dolo de Uribe, dejar vacíos gigantescos sobre su responsabilidad e incluso concluir en su inocencia, que lo llevaría sin lugar a dudas a poner nuevamente presidente en Colombia en 2022.
Como bien lo advertía la esposa del expresidente, Lina Moreno, los “mensajes de gratitud” hacia su familia con el tiempo se convirtieron en la “construcción” de su imagen como “instigador y determinador” de crímenes, realidad puesta en evidencia en las cifras: el 78% respaldó la decisión de la Corte, según el Centro Nacional de Consultoría, y la favorabilidad de Uribe está en apenas el 30%, según el último Invamer Poll.
El golpe que dio la Corte Suprema con el fallo del 3 de agosto es un precedente de que la justicia no se dejó intimidar. Si no lo hizo la Constitucional cuando se enfrentaban a la segunda reelección con un respaldo casi unánime del uribismo, menos iba a ocurrir ahora que ese pedestal quedó reducido a menos de la mitad. La pregunta del millón es ¿qué efecto que tendrá la imagen de Uribe detenido? Si podría causar un efecto dominó frente a otras acusaciones en su contra.
Lo que está de fondo con la presunta manipulación de testigos en este caso es qué se esconde, cuál es la verdad sobre su papel en la fundación de las organizaciones paramilitares de Antioquia y Córdoba. Pero aparte de esto, hay otros hechos que solo han tocado a sus cercanos sin que lo señalen a él directamente: falsos positivos, chuzadas y yidispolítica.
El desgaste del “teflón” y la caída del mito de la divinidad de Uribe, podrían llevar a una cascada de testigos verdaderos o falsos que señalen al expresidente como el responsable de algunos de estos episodios ocurridos durante su Gobierno, señalamientos que podrían desencadenar en un movimiento aún más peligroso que el que se está gestando ahora con las famosas caravanas y tutelatones.
La única forma de que esta “humanización” de Uribe no nos arrastre a un nuevo conflicto es equilibrar las cargas. Si es encontrado culpable, no tiene sentido verlo tras las rejas si al otro lado vamos a ver a exguerrilleros, exparamilitares y exmilitares con beneficios jurídicos en la JEP por contar la verdad y reparar a las víctimas. Uribe no es el mesías, por lo tanto no puede tener el juicio de Barrabás, sin un debido proceso e igualdad de condiciones.