El Cuento

Publicado el ricardogonduq

Uribe y los pobres de derecha

Después de la posesión de Duque, apareció una fotografía de Tomás Uribe, el mayor de los hijos del expresidente, junto a un joven cartagenero, defensor a ultranza de las tesis de su padre y algo ridículo para decir verdad. Un tuitero, que al comienzo me pareció clasista y ofensivo, escribió sobre la imagen: “En la foto, un multimillonario terrateniente, consumado capitalista y aprovechador de lo público junto a su más perfecto invento: el pobre de derecha”.

Por: Ricardo González Duque

En Twitter: @RicardoGonDuq

Los hechos de esta semana –el proyecto del salario mínimo y el IVA de 0% para los estratos 1 y 2– me hicieron entender que la descripción de la foto no era clasista, sino realista y confirma además la astucia con la que el uribismo juega con su mayor tesoro, esa clase social menos favorecida que, a pesar de todo, ve al expresidente como su salvador.

No se explicaría uno por qué en la última encuesta presidencial de Invamer antes de las elecciones, Duque tuviera el 59.3% de la intención de voto contra Petro con apenas el 35.4%, a pesar de que en la campaña el candidato de la Colombia Humana prometiera revocar la nefasta reforma laboral de Uribe, esa que acabó entre otros con el recargo nocturno para los trabajadores, muy seguramente la mayoría de ellos de estratos 1 y 2. Por cuenta de medidas como ésa, los trabajadores dejaron de percibir anualmente 400 mil millones de pesos que se quedaron en los bolsillos de los empresarios, sin que se tradujera en más empleos.

Tampoco habría razones para pensar que los más pobres del país son uribistas, si en cuanto a salario mínimo el criticado gobierno Santos aumentó en $284.342 ese pago en sus ocho años de mandato, mientras que en la era Uribe de 2002 a 2010, ese incremento fue de $206.000. Es decir, 77 mil pesos menos. Para los que siempre apelan a que la solidaridad de un gobierno a la hora de mejorar el pago para los trabajadores siempre está atada a la inflación, tendrán que revisar que el promedio de ese indicador demuestra que no hubo corazón grande en el gobierno de la mano firme, pues la inflación fue del 5.45% en promedio, mayor a la de su sucesor que se ubicó en 3.94%.

En otras palabras, cuando Uribe fue presidente y tenía a Alberto Carrasquilla como su segundo ministro de Hacienda, el salario mínimo subió apenas lo justo frente a la inflación, por lo que ambos aplicaron la teoría económica equivocada según la cual a mayores salarios, menores empleos.

Entonces, si tienen ese historial poco decoroso, ¿por qué ahora los mismos protagonistas del pasado oscuro nos llegan con soluciones supuestamente salvadoras para la clase trabajadora del país? Primero fue Uribe con su publicación politiquera, pero mediáticamente acertada, en la que anunció el aumento “extraordinario” del salario mínimo. Y luego fue Carrasquilla, quien a pesar de que asustó al país con su anuncio de gravar toda la canasta familiar, después explicó palabras más, palabras menos, que los que terminarían chillando serían los ricos –y por ahí derecho la clase media– al pagar más IVA, pero que al mismo tiempo, ese dinero se les compensará a los más pobres con programas asistencialistas, con lo que terminarían pagando cero pesos de IVA.

Castrochavismo puro y duro, si compramos las teorías políticas rebuscadas del uribismo.

El jefe máximo del Centro Democrático ha repetido hasta el cansancio en estos tres días que su proyecto busca cumplir una promesa de campaña, pero tal vez vaya más allá de eso. Ya sabrán, quienes no solo leen los titulares de las noticias, que el “tal aumento del salario no existe”, pues la idea es llevar ese dinero a los fondos de cesantías. Es decir, si usted se gana hoy el salario mínimo de 781 mil pesos, el incremento “extraordinario” digamos de 78 mil pesos mensuales (10%) que está prometiendo el uribismo, no se iría para su gasto mensual, sino que llegaría a las cuentas de los fondos privados de cesantías, propiedad de los más grandes magnates del país. Sin embargo, al que leyó la noticia inicial, le quedó la idea superficial: “que el presidente Uribe nos va a aumentar el sueldito”. Sin duda, un mago de la política.

El ciudadano uribista fanático y promedio, que ya lo era por cuestiones de religión (la familia tradicional, los no heterosexuales, la ideología de género y otros cuentazos) o por miedo (“que no seamos otra Venezuela”) imagínense el nivel de idolatría que va a tener el próximo año para votar en las elecciones regionales “por el partido que nos subió los salarios a los trabajadores”. El discurso publicitario del Centro Democrático va a ser facilísimo y Uribe lo está construyendo desde ya.

El pobre de derecha, como el joven que sonríe al lado de Tomás Uribe, lamentablemente está inmerso en un círculo vicioso, pues el apoyo que él mismo le da a esos gobiernos, ha obstaculizado las posibilidades de tener una educación de calidad, esa que le daría las herramientas suficientes para cuestionar las promesas y propuestas que su líder presenta como palabra divina. De ahí que la estrategia de los autoritarios sea tener a su pueblo entretenido, embelesado, pero no educado. La religión, el fútbol o el simple asistencialismo, saben distraer muy bien.

Por lo anterior, en esta sociedad más educada, más informada, más conectada a la que se enfrenta el nuevo gobierno, Uribe necesita mucho más de sus pobres de derecha. Necesita que crezcan o por lo menos mantener el estado de las cosas y evitar que sigan creciendo esos “revoltosos” que han estudiado y se han informado, que se han enterado, por ejemplo, que pese a sus inmensos logros en seguridad, el ahora senador dejó en 2010 un país con un desempleo de dos dígitos y un subempleo que pasó del 24 al 32%.

Equipo que gana no se cambia y estrategia eficaz, tampoco. Así que el mejor invento, el de los pobres de derecha, seguirá siendo usado como la mejor herramienta para ganar elecciones.

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