En 2019 los colombianos pasaron de la ilusión de tumbar a Maduro el día que Duque decía que era “equivalente” a la caída del muro de Berlín, a ver la inviabilidad de la estrategia del gobierno nacional frente a Venezuela. Ahora, miran con desespero la presencia de 1.4 millones de venezolanos de quienes tienen una mala imagen en su mayoría, por lo que piden cerrar la frontera, según la encuesta Invamer. Los venezolanos, lamentablemente, se han convertido en una excusa para explicar nuestros problemas. ¿Será rentable en Colombia la política xenófoba y nacionalista?
Por: Ricardo González Duque
En Twitter: @RicardoGonDuq
La nacionalización de 24 mil niños venezolanos que han nacido en Colombia y que el presidente Duque va a materializar este lunes, a pesar de ser un bonito gesto y una medida humanitaria, puede aumentar el rechazo a su gestión, con la que hoy solo está satisfecho el 37% de los colombianos, según la encuesta Invamer.
Y es que según esta medición después de seis meses de que el cacareado “cerco diplomático” solo sirviera para sacar ciudadanos de Venezuela hacia Colombia y otros países, lo que sin querer le pudo generar a Maduro un alivio; hoy la mayoría de los colombianos rechaza la forma como el gobierno está manejando la crisis, está de acuerdo con una intervención militar de EEUU –incluso aumentó el porcentaje de quienes quieren que pasen tropas gringas por el país– y por primera vez más del 50% quiere que se cierre la frontera para que no sigan llegando ciudadanos de ese país.
La xenofobia no es solamente en cifras. Se ve en el día a día, por ejemplo, en Bucaramanga, con los panfletos amenazantes contra los venezolanos, a los que llaman “gamines” y contra quienes harán una “limpieza social” al estilo paramilitar, una intimidación que también les llegó a los comerciantes que les dan trabajo a los extranjeros. También se ha apropiado del lenguaje diario de los ciudadanos del común: “los venezolanos están viniendo a robar” “la inseguridad ha aumentado por ellos” “no conseguimos empleo por los venezolanos” “vienen a Colombia a parir a sus hijos” “aquí no vengan a recibir todo regalado como les daban allá”, son algunas de las frases que se escuchan o leen en las calles, en los grupos de Whatsapp y en las conversaciones familiares.
Mientras que Chile, Perú y más recientemente Ecuador les cierran las puertas a la llegada de más venezolanos con la imposición de visas, en Colombia no hay mucho que pueda hacerse con una medida similar por cuenta de lo poroso e irregular que son los más de 2 mil kilómetros de frontera. Así que el gobierno en busca de algo de coherencia con su discurso frente al régimen de Maduro, les sigue abriendo las puertas otorgándoles la nacionalidad a los recién nacidos (lo que también daría la posibilidad para que la obtengan los padres) y rechazando las expresiones xenófobas, como lo hizo la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez.
Pero a algunos amigos del gobierno, la presencia de los venezolanos en nuestras calles les ha caído perfecto en su discurso para explicar, por ejemplo, lo que ni el propio Ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, pudo hacer frente al aumento del desempleo. Quieren jugar con las frases del ciudadano del común para decirnos que los problemas del impopular e ineficiente gobierno Duque (para igualarlo a Peñalosa) tienen que ver con el éxodo de venezolanos, pero no miden las consecuencias que esas conclusiones apresuradas puedan traer para el aumento de la xenofobia y para una cantidad de conflictos sociales que podríamos empezar a ver en las calles del país.
Responsabilizar a los venezolanos de la rajada del primer año de gobierno del presidente Duque, puede crear un monstruo nacionalista en Colombia que después pueda ser muy difícil de controlar. A la derecha uribista, como ya lo he explicado, le sería muy contradictorio -aunque no es imposible que lo haga- cambiar el discurso de solidaridad con los venezolanos por uno que busque el cierre de las fronteras o la expulsión de los que han llegado al país. El nacimiento de un ‘trumpcito’ colombiano que cree muros o leyes migratorias estrictas y que se alimente del rechazo a los extranjeros ya deber estar en la mente de muchos estrategas políticos para ganar las elecciones de 2022.
Desde Washington el embajador Alejandro Ordóñez se puede estar frotando las manos al ver la citada encuesta de Invamer.
Lo único que puede detener un movimiento de estas dimensiones es la erradicación de nuestro lenguaje diario del odio hacia los venezolanos y entender que los problemas que hoy tiene y que por décadas ha sufrido Colombia no son, ni mucho menos, una responsabilidad completamente de ellos.
UN PUNTO DE GIRO: Mentiras sobre el metro. Moralismos trasnochados que no compran en Bogotá. Machismo a flor de piel. Y seguramente vendrán más obstáculos, pero Claudia López sigue caminando con firmeza hacia el Palacio Liévano.