El escenario: El club de Trump, Mar-a-lago, que según se conoció las autoridades sanitarias de la Florida definieron como “fosa de suciedad”. Allá, donde el presidente de Estados Unidos recibió a su homólogo chino Xi Jinping para contarle que iba a atacar a Siria. A ese posible nido de roedores llegaron el viernes los expresidentes colombianos Uribe y Pastrana, para ganarle además la carrera al presidente Santos y decir, según empezamos a saber, que con Colombia “hay que hacer algo” para que no se convierta en otra Venezuela.
Por: Ricardo González Duque
En Twitter: @RicardoGonDuq
Una carta apocalíptica de ocho puntos dirigida al Congreso de Estados Unidos y que publicó el expresidente Uribe el domingo en la mañana, nos dio más luces del encuentro que evidentemente fue un golazo de la oposición al embajador Juan Carlos Pinzón. Además de repetir el mismo libreto contra el acuerdo de paz con las Farc, hábilmente Uribe escribió: “No podemos separar el caso de Venezuela de nuestra situación de riesgo. Chávez y Maduro han sido partidarios del terrorismo en nuestro país (…) Venezuela necesita remover a Maduro y su régimen”. Una relación perfecta para decirle al presidente Trump que en un gobierno del uribismo el próximo año, tendría las puertas abiertas para entrar a Venezuela.
La estrategia no es nueva: usar un fenómeno internacional para asustar con la guerrilla colombiana. Lo hicieron en 2002 para crear el llamado Plan Patriota y venderle al gobierno de Bush la idea de que la amenaza de las Farc y Al Qaeda eran una sola. Ahora, Uribe quiere convencer que ese fenómeno llamado Maduro, que Trump también quiere “remover”, tiene que ver con su sonsonete de la guerrilla, una guerrilla desmovilizada y que está entregando las armas. Por eso, está dispuesto a decirle al presidente de Estados Unidos, si ya no se lo dijo el viernes pasado junto a Pastrana: “entre cuando quiera”.
El uribismo que quiere gobernar en 2018 para reversar el acuerdo de paz con las Farc, con el riesgo que eso implicaría que volvieran a armarse miles de hombres; está dispuesto a venderle el alma al diablo si es preciso. A tal punto que se reúne con un Trump que a pesar de nuestra irracionalidad política, es visto en Colombia solamente con un 13% de imagen favorable según la última encuesta Gallup. Se arriesga así el expresidente Uribe a quedar alineado con un guerrerista, desconocedor de la justicia e irrespetuoso de las libertades individuales. Bueno, tal vez en esas características no estén tan lejos.
Lo cierto es que Uribe y Pastrana están en el intento de mostrar a Colombia como la próxima Venezuela, un país tomado por el coco del castro-chavismo, ese neologismo que suena tan bien entre los republicanos cubanos que ahora rodean a Trump y que lo impulsan a “hacer algo” contra el chavismo en Miraflores. Es evidente que cada día que pasa, el mundo ve cómo por cuenta de la represión y la eliminación de la separación de poderes, la democracia está dejando de ser la solución en el vecino país. Y por supuesto, otras vías como la militar se podrían desarrollar muy bien desde Colombia.
Así que de nuevo, como nos ocurrió durante casi todo el siglo XX y como lo escribía muy bien hace diez años Arlene Tickner, estamos invitando a Washington a que nos intervenga, pero ya no solamente en nuestro conflicto interno, sino para acabar con el gobierno de Maduro en Venezuela. Con el precedente de las siete bases militares que había ofrecido Uribe al gobierno de Estados Unidos en 2009, no es descabellado pensar que retomen una iniciativa similar en la era Trump.
Ese nivel de permisividad e intervencionismo es el que seguramente promoverá un sector de los candidatos que busquen la Presidencia el próximo año, como el destituido y ahora precandidato Alejandro Ordóñez, quien horas después del encuentro escribió en Twitter: “Esperanzadora reunión (…) Santos no hará lo que se le venga en gana”, en una clara demostración de que su visión es que desde Washington se imponga lo que se “debe hacer” en Bogotá.
Tal vez es hora de que regrese el debate sobre los resultados de mirar al norte (réspice polum) y la posibilidad de mirar a nuestros semejantes (réspice similia) en las relaciones internacionales, pues evidentemente la reunión del viernes pasado pudo ser la primera piedra para que un nuevo gobierno en 2018, le abra la puerta a Trump para que arme una guerra en el continente y además, para citar solo un ejemplo, darle cabida a más acuerdos comerciales desventajosos como el del TLC, que redujo las exportaciones colombianas en un 55%. Todo eso es lo que tendremos que decidir el próximo año y ya el uribismo nos mostró de qué lado está. Veremos si el 50% de popularidad de Uribe se reduce al 13% de Trump, o viceversa.
Un punto de giro: Parece que con nuevos magistrados, la senadora conservadora del Partido Liberal, Viviane Morales, no la tendrá tan difícil para que pase su referendo contra la adopción gay pase en la Corte Constitucional.