El Cuento

Publicado el ricardogonduq

Narcos de ayer, corruptos de hoy

Seguramente desde el fin de semana Otto Bula ha estado pensando mucho en el Cartel de Medellín. Y no necesariamente por las relaciones que al parecer tenía con los paramilitares, los últimos socios de la banda de narcos de Pablo Escobar. Sino por esa frase desafiante y a la vez llena de miedo que repetían quienes se hacían llamar los extraditables: “preferimos una tumba en Colombia a una cárcel en Estados Unidos”.

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Por: Ricardo González Duque

En Twitter: @RicardoGonDuq

El lema de los narcotraficantes tuvo que volver a la mente y retumbarle una y otra vez al hombre de los 4.6 millones de dólares de Odebrecht, luego de que el presidente Juan Manuel Santos dijera en una entrevista con Yamid Amat que Bula estaba “en la mira de la DEA”. Una versión (o una advertencia) que también puso a andar el Presidente en la reunión de la semana pasada con los congresistas del Partido de la U, en la que estaban los célebres amigos y paisanos de Sahagún: ‘Ñoño’ Elías y Musa Besaile. El mensaje ya estaba enviado.

No tengo cómo saber si por esta advertencia al estilo de la época de los extraditables, Otto Bula terminó aclarándole al CNE que no le consta la entrada de dineros de Odebrecht en la campaña de Santos. Puede que el Gobierno lo haya presionado para cambiar de versión, como también puede ser que la amenaza de extradición le haya hecho corregir una mentira fabricada que se le podría caer fácilmente, según se ha dicho, con la declaración que están por dar los directivos de la constructora corrupta en Brasil. Lo que sí es cierto es que  en este episodio Bula debió sentir el mismo miedo de los narcos de los años 80 en Colombia, que eran la mayor plaga del país. Y eso son ahora los corruptos, son su equivalente.

Es cierto que la corrupción no se puede igualar, desde el punto de vista penal, con un secuestro, un asesinato, una masacre o un atentado terrorista. Pretender hacerlo sería romper y desconocer la jerarquía de los delitos y ya más de un abogado me pondría encima de la cabeza el código penal para dejar la ignorancia. Lo que no me quita, insisto, la idea de que los corruptos de los años 2010 le están haciendo al país el mismo o peor daño que los narcos de los años 1980, pero con más inteligencia. La estrategia de los de hoy es hacer todo de forma silenciosa (de Odebrecht solo nos dimos cuenta por la justicia de EEU.UU), posando de “elegantes”, valiéndose de unos apellidos en una sociedad que todavía se trasnocha por el “quién es usted”, a veces con los aplausos de algunos medios de comunicación que les comen cuento y siempre de la mano de la clase dirigente que de decente solo tiene la rima.

Agro Ingreso Seguro $12.700 millones; Empresa de Energía de Pereira $64.700 millones; Coomeva EPS $146.900 millones; Transmilenio Calle 26 $156.000 millones; Vía Bogotá-Girardot $170.800 millones; Basuras en Bogotá $348.000 millones, Caprecom $559.500 millones; SaludCoop $1.7 billones y cuando pensamos que nada podía ser peor: Reficar, con $8.5 billones de pesos de sobrecostos, desvíos, desfalcos, como le quieran llamar al robo de todos estos, dineros públicos. Y eso que nadie ha totalizado cuánto se ha perdido en los Programas de Alimentación Escolar PAE en todo el país, pues solo en La Guajira se habrían desaparecido más de $16 mil millones.

Y ese “desaparecido” es un eufemismo para decir con todas las letras y claramente que se los robaron. Lo que además está claro es que en todos estos escándalos actúan unos antagonistas que a diferencia de reunirse en una finca a escondidas en el Magdalena Medio para planear el próximo magnicidio o el próximo atentado terrorista; se juntan en un lujoso club de Bogotá o en un yate en el Caribe para conspirar el próximo genocidio, porque quitarle la plata a la salud de millones de colombianos y la alimentación a cientos de miles de niños, no debería tener otro nombre.

A estos narcos de la década del 80 que son hoy los corruptos de corbata y “bien hablados” no les gusta actuar tímidamente, les gusta ser contundentes. Los unos mataban a ministros, generales, directores de periódicos, candidatos presidenciales. Estos de ahora roban y roban mucho, para que si los pillan, se puedan burlar en la cara de la justicia colombiana al tener cómo pagarle por lo menos mil millones de pesos al abogado de turno, que en menos de cinco años los lleve a la libertad para disfrutar lo que le robaron al país.

Estos narco-terroristas del siglo XXI tienen generalmente el reputado nombre de “contratistas” pero también se les puede llamar “asesores” “estrategas” “consultores”, en fin, que tienden puentes con los otros antagonistas de esta película de horror, los llamados “líderes políticos”, que son los que hacen el trabajo sucio de meterle la mano al jugoso botín del dinero del Estado, ese que nos pertenece a usted, a mí, a todos y con el que podríamos tener un país por lo menos un poquito diferente.

Con esta descripción y con la cascada de escándalos de corrupción que estamos conociendo cada tanto –porque no nos habíamos salido de Reficar cuando nos metimos en Odebrecht y seguramente no nos saldremos de Odebrecht cuando ya estemos metidos en otro más– ya tendremos que reconocer al corrupto que va a querer nuestro voto el otro año, detrás de quien viene el ‘Pablo Escobar’, el monstruo mayor, el ambicioso “contratista” que le financia la campaña para después robarse la gallinita de los huevos de oro.

De manera que, como decían las escalofriantes propagandas de finales de los años 80, pero pensando en las plagas corruptas de los años 2010: Por sus hijos, por usted, por Colombia, denuncie y no vote por los corruptos.

Un punto de giro: El caos de la inseguridad en Bogotá, que visibilizamos a diario los medios de comunicación, le demuestra a los petristas que las “noticias negativas” no solo se publicaban durante la administración de la Bogotá Humana. Y a los antipetristas, que el problema de la inseguridad no era por culpa de Petro, que iba a llegar a solucionarlo el ‘mesías’ Peñalosa.

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