El Cuento

Publicado el ricardogonduq

Nada más que la verdad

Paradójicamente en un país de mentirosos, de mentiras ‘piadosas’, de cínicos que juran decir toda la verdad, de pillos que dicen verdades fragmentadas para ganar beneficios jurídicos y donde es rey el dicho “es mejor una buena mentira, que una mala verdad”; el significado de la palabra verdad está profundamente subvalorado e ideologizado. A tal punto que una mujer política, de quien no vale la pena ni mencionar su nombre, se atreve a desvirtuar dos verdades históricas: la masacre de las bananeras y los desaparecidos del Palacio de Justicia. Todo para quitarle legitimidad a la recién conformada Comisión de la Verdad, por una supuesta “narrativa comunista”. Sin embargo, está claro que por tantos intereses que hay en juego, por desgracia la verdad del conflicto que nos dejarán, será a medias.

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Por: Ricardo González Duque

En Twitter: @RicardoGonDuq

Voy a comenzar aclarando que no creo que exista una sola verdad y que como el ejercicio del periodismo, la considero absolutamente subjetiva y múltiple. Sin embargo, es indiscutible que hay unos hechos irrebatibles, como el holocausto nazi contra los judíos, que esta semana desde orillas opuestas se lo recordaban a la mujer política, tanto Gustavo Petro como Juan Camilo Restrepo. Quienes han negado ese horror lo han hecho por intereses ideológicos y sectarios que solo revictimizan a quienes sufrieron directamente los vejámenes.

Desde la fábrica de ideas en la que está la señora política y con un interés electorero, más que de convicción, nos empezaron a vender el discurso según el cual no solamente no hubo masacre de las bananeras por cuenta de una asesina empresa estadounidense; sino que no hubo nada irregular con los desaparecidos y torturados del Palacio de Justicia porque se estaba “defendiendo la democracia”. También nos intentarán lavar el cerebro para negar que hubo un bombardeo al caserío de Santodomingo en Arauca que dejó 17 civiles muertos; concluirán que no pasó nada en Bojayá en 2002, que la tal Operación Orión no existió, que las masacres de El Aro y de El Salado son inventos. Y que recientemente no hubo nada en Tumaco. El negacionismo a la colombiana.

Por lo anterior, la Comisión de la Verdad actual se creó para evitar que ganara ese discurso politiquero, de odio y que quiere tapar el papel que jugaron muchos ‘señoritos’ de cuello blanco que no se untaron las manos de sangre, pero que sí ordenaron que corriera por todo el país. Por eso, los que le tienen terror a esas verdades, construidas por todos, intentan estigmatizar a la Comisión llamándola “narrativa comunista”.

De allí, que la señora política que he mencionado, tuviera que hacer un malabar para decir que la muerte de los trabajadores de la United Fruit Company en 1928 había sido un invento literario de Gabriel García Márquez en Cien años de soledad. Quieren así, desviar la atención, hacer control de daño, para que sus amigos y ellos mismos no reciban todo los reflectores cuando se intente conocer qué papel jugaron en nuestras cinco décadas de crudo conflicto armado.

Nadie puede negar que el poder económico aprovechó ese músculo para utilizar a los grupos armados a su antojo. Para que les dejaran vender sus productos en una zona vedada del país o para “sacar del camino” a quienes amenazaran sus intereses: el ambientalista ‘mamerto’ que se oponía a una obra de infraestructura, el indígena ‘desagradable’ que se le atravesaba a su proyecto de desarrollo o el político incorruptible que ponía en riesgo la victoria del que sí se vendía.

En el documental Carta a una sombra de Héctor Abad, sus hermanas y mamá discuten sobre los responsables de la muerte del papá del escritor. Y llegan a la conclusión de que “alguien” les sugirió a los militares que había que “hacer algo” con don Héctor Abad Gómez y ellos a su vez les sugirieron a los paramilitares “actuar”. Éstos últimos apretaron el gatillo y fueron los autores materiales, pero tanto ellos como ese “alguien” tendrían que haber respondido. Pero no ha sido así.

Ese “alguien” son muchos. Actualmente, son quienes movieron cielo y tierra para que en la discusión de la Jurisdicción Especial de Paz en el Congreso y en la Corte Constitucional, no se les obligara a comparecer, a decir la verdad y a reparar a las víctimas que también causaron. Porque, por supuesto, las Farc fueron un actor armado atroz de este conflicto, pero de lejos no fueron los únicos responsables.

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Mal que bien, aunque con mucho de impunidad y verdad extraditada, los paramilitares ya contaron un poco de su papel en el conflicto. Ahora comenzará el turno para los guerrilleros de las Farc, ¿pero para cuándo los otros? ¿cuándo los no combatientes le contarán al país el papel que desempeñaron? Si creen que esta JEP pactada en Cuba es tan impune, ¿por qué no se someten a ella si confían que no les va a pasar nada?

El gobierno mató el tigre y se asustó con el cuero, por lo que su debilidad, atizada por un Congreso íntimamente ligado a los “alguien”, nos van a dejar con una verdad a medias. Una verdad que no es verdad porque solo estará construida por unos lados pero no todos. Y aunque la Comisión de la Verdad concluya que los “alguien” cometieron crímenes gravísimos dentro de la guerra que vivió el país, ya la señora política y sus amigos habrán deslegitimado su papel para evitarse los daños. Así que les pedimos: No paguen cárcel, no salgan de sus negocios, no renuncien a las ostentosidades, pero por algo de remordimiento, digan nada más que la verdad.

Un punto de giro: Los rechazos e indignaciones son inútiles para reaccionar a homenajes como el que le hicieron en Antioquia al paramilitar alias ‘Inglaterra’ luego de su muerte. Esa ignorancia se combate únicamente con educación y adecuada presencia estatal. Si eso no se logra, estos macabros personajes seguirán siendo los héroes de nuestras golpeadas comunidades.

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