El cerebro humano determina nuestra experiencia como humanos, incluyendo el amor, la empatía, y la espiritualidad.
Hace unos días nació mi quinta sobrinita, Vera Maria. Su maravilloso cerebro es una pequeña máquina de aprendizaje a través de la cual ella experimenta el mundo. Es supremamente inmaduro por ahora, y le llevará mucho tiempo llegar hasta su punto de maduración y crecimiento. Todo es nuevo para ella: lo que ve, lo que oye, lo que toca, lo que siente,… Poco a poco irá aprendiendo a distinguir las diferentes experiencias que vienen de cada uno de sus sentidos.
En este momento el cerebro de Vera debe tener un volumen aproximado de 400 cm3. Y aunque la comparación es odiosa, porque Vera es una bebé preciosa, este es el mismo volumen que tiene el cerebro de un chimpancé adulto. Cuando Vera sea una adulta, el volumen de su cerebro se habrá triplicado, alcanzando un volumen aproximado de hasta 1200 cm3. Seguramente nació con unas 100 mil millones de neuronas, pero solo unas pocas se encuentran interconectadas. En la primera década de su vida habrá hecho trillones de conexiones. Serán épocas de rápido desarrollo. Las conexiones que durante la infancia se utilicen repetidamente, se harán permanentes y se irán especializando, las que no, irán desapareciendo.
Una combinación entre sus genes y, sobre todo, el entorno en el que ella se desarrolla, darán como resultado quien Vera será.
Sus primeros años de vida serán determinantes, ya que es cuando se establecerán las bases, a nivel de sus circuitos neuronales, de lo que serán sus destrezas intelectuales, su regulación emocional, sus procesos de vinculación, y su sentido del ser, o conciencia de sí.
La cultura, el idioma, la nutrición, y su par de amorosos padres moldearan el cerebro de Vera de una manera única y particular. Serán ellos los principales escultores de su cerebro. Ella dependerá de ellos por largo tiempo, ya que los mamíferos tenemos una infancia larga.
La presencia de unos padres o cuidadores relativamente estables emocionalmente, que se encuentren disponibles de manera consistente, y sintonizados con nuestras necesidades físicas y emocionales, marcan una radical diferencia entre un cerebro que se desarrollará para servirnos bien a largo de toda la vida o no.
Como el cerebro está continuamente reflejando aspectos de su ambiente y al mismo tiempo está siendo moldeado por este, un entorno rico, estimulante, lleno de novedad y retos, elevará el aprendizaje y crecimiento. Claro que la mejor estimulación que se le puede dar a un niño es a través de las interacciones sociales. Nada mejor que muchos abrazos, besos, y montones de diversión juntos. Estoy muy segura que mi hermano y mi cuñada harán una excelente labor como padres Bienvenida al mundo, Vera!