El pasado 9 de enero falleció el doctor Manuel Elkin Patarroyo a la edad de 78 años. De origen tolimense, estudió en la Universidad Nacional en donde obtuvo su título de Doctor en Medicina y Cirugía en 1971. Posteriormente cursó estudios de posgrado en la Universidad Rockefeller de Nueva York y en el Instituto Karolinska…
El pasado 9 de enero falleció el doctor Manuel Elkin Patarroyo a la edad de 78 años. De origen tolimense, estudió en la Universidad Nacional en donde obtuvo su título de Doctor en Medicina y Cirugía en 1971. Posteriormente cursó estudios de posgrado en la Universidad Rockefeller de Nueva York y en el Instituto Karolinska de Suecia. Fue profesor de la Universidad Nacional durante más de 50 años.
Sin lugar a dudas, el doctor Patarroyo fue un líder académico que se destacó por su investigación biomédica. Fue pionero en Colombia de la creación de vacunas sintéticas y uno de los cinco primeros investigadores en este campo a nivel mundial. Sus labores como investigador las inició en un elemental laboratorio de investigación en inmunología en el Hospital San Juan de Dios con un grupo de jóvenes estudiantes de medicina, biología y bacteriología de diferentes universidades colombianas y desde entonces estableció colaboraciones científicas con otros investigadores de Noruega, Suecia y Estados Unidos, principalmente.
De acuerdo con el doctor Pedro Romero, discípulo del doctor Patarroyo, especialista en inmunología y profesor de medicina de la Universidad de Lausana (Suiza), el doctor Patarroyo adaptó un modelo experimental de malaria causada por el más letal de los parásitos que infectan a los humanos, el Plasmodium falciparum, en monos Aotus spp (mono lechuza, o nocturno) en una estación experimental en Leticia (Amazonas). Se hablaba de investigación en vacunas sintéticas como el siguiente gran logro en el desarrollo de vacunas para prevenir enfermedades infecciosas. La vacuna, que se denominó Spf66, desarrollada por el doctor Patarroyo, fue probada por científicos estadounidenses que llevaron a cabo estudios clínicos de vacunación en niños de 2 a 15 años en áreas endémicas de Tailandia y en bebes de 6 a 11 meses de edad en Gambia. La conclusión fue desalentadora: la vacuna Spf66 no ofrece protección contra la infección por Plasmodium falciparum y por lo tanto no puede evitar la malaria. En contraste, estudios adicionales en Tanzania y Sudamérica mostraron una tasa de protección cercana al 30 por ciento de los individuos vacunados y expuestos a niveles de transmisión del parásito. La consecuencia final de estos resultados fue el abandono del desarrollo clínico de Spf66 por los diferentes organismos internacionales de investigación y por la Organización Mundial de la Salud, organismo al cual el doctor Patarroyo cedió los derechos en 1993.
Las razones detrás de estos resultados contradictorios son múltiples y permanecen sin aclarar hasta hoy, según lo expresa el doctor Romero; no obstante, la Spf66 es una de las vacunas antimaláricas mejor estudiadas en el mundo y el denso conjunto de resultados inmunológicos, clínicos y epidemiológicos hace parte del legado científico del doctor Patarroyo. En los últimos 20 años, Patarroyo y su grupo multidisciplinario desarrollaron una metodología multidimensional para identificar, sintetizar y priorizar péptidos potentes con los cuales se pueden construir vacunas sintéticas contra no sólo la malaria, sino también otras enfermedades infecciosas, incluida la del covid-19. Añade el doctor Romero, que su intuición no andaba lejos de la corriente de investigación con Inteligencia Artificial que culminó con la generación del programa AlphaFold, hoy reconocido por el Premio Nobel de Química 2024.
Sin duda, la energía que tenía el doctor Patarroyo era desbordante, no de otra forma habría podido resistir tantas dificultades para realizar sus investigaciones. La crisis del Hospital San Juan de Dios en 2001 condujo al cierre de su instituto de inmunología. Sus equipos, adquiridos con mucho esfuerzo, se perdieron y sus colaboradores y alumnos quedaron sin apoyo alguno. Su vida académica también estuvo llena de obstáculos y tuvo que dedicar buena parte de sus esfuerzos a la consecución de los recursos económicos necesarios para sostener sus costosos proyectos de investigación.
El laboratorio del doctor Patarroyo se reabriría tiempo después del cierre del San Juan de Dios para convertirse en un semillero de jóvenes investigadores y en un espacio propicio para la docencia por el que pasaron más de 1000 estudiantes formados por él. Dirigió 32 tesis doctorales y publicó 426 artículos en destacadas revistas científicas tales como Nature, Chemical Reviews, Angewandte Chemie o The Lancet.
El doctor Patarroyo produjo 9 patentes y fue además merecedor de reconocimientos como: Premio Príncipe de Asturias, Premio Robert Koch, Medalla de Edimburgo, Premio Fundación L. Bernard OMS, Premio Nacional Alejandro Ángel Escobar entre otros y obtuvo diez doctorados Honoris causa. También fue postulado para el Nobel de Química en dos ocasiones.
Patarroyo tenía gran carisma y capacidad; sus discípulos, hoy autónomos investigadores en centros académicos en todos los continentes, le guardan admiración, respeto y gratitud.
También fue el blanco de controversias en círculos académicos y sociales. En particular, y tal vez la más conocida, fue la que le hizo eventualmente responsable por su método de adquisición de monos salvajes del género Aotus en una querella decidida en los tribunales, por lo cual su Fundación Instituto de Inmunología de Colombia (FIDIC) vio retirar la licencia para obtener monos de experimentación durante varios años.
Patarroyo fue también víctima de campañas de desprestigio, convirtiéndolo en el centro de polémicas nacionales que aún persisten y que intentan derrumbar su imagen de investigador incansable y opacar sus logros y enseñanzas con algún desacierto.
Fui cercano al doctor Patarroyo cuando, durante mi Rectoría en la Universidad Nacional, se puso en marcha el nuevo Hospital Universitario Nacional. Desde la formulación inicial del proyecto, Patarroyo estuvo apoyando y acompañando cada paso, aconsejando con su experiencia y audacia, motivado por su genuino interés en mantener la calidad de la docencia en la Facultad de Medicina, que tras el cierre del Hospital San Juan de Dios no había podido recuperar un centro propio de práctica. Me acompañó al Congreso para presentar la motivación del proyecto y solicitar los recursos a través de la estampilla que finalmente se aprobó, en beneficio de todas las universidades públicas. Patarroyo era un defensor de la educación pública y particularmente un enérgico defensor y orgulloso egresado de la Universidad Nacional. Recuerdo que cuando aceptó mi invitación a participar en la recepción de los nuevos estudiantes de todas las carreras de la Sede Bogotá, transmitió la más extraordinaria motivación en los nuevos estudiantes, haciéndoles sentir un especial orgullo por haber sido admitidos a la mejor universidad colombiana.
¡Paz en su tumba, y muchas gracias doctor Patarroyo!
@MantillaIgnacio
Ignacio Mantilla Prada
Matemático
Profesor
Dr. Rer. Nat.
Rector 2012 – 2018
Universidad Nacional de Colombia
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