Es sorprendente observar cómo se ha ido imponiendo, desde el gobierno, la idea según la cual los requisitos para ocupar ciertos cargos no son necesarios. Primero se mira la hoja de vida y luego se ajustan las exigencias a la medida del candidato. Lo hemos visto en el caso del servicio diplomático y también en algunos sonados nombramientos como el de Juliana Guerrero, quien además ya había inflado su hoja de vida.

Aun cuando en el pasado hubo casos en los que algunos títulos falsos fueron motivo de escándalos, parece que ahora, para evitar esos riesgos, se está optando por eliminar los requisitos de títulos. En la ponderación de las hojas de vida se le da mayor peso a la opinión y la afinidad política que al conocimiento. Altos cargos están hoy ocupados por quienes tienen buenas calificaciones en estos puntos y notas sobresalientes en adulación. Y hay otros casos en donde, el mayor mérito es no tener mérito.

Las universidades no han podido librarse tampoco de esta tendencia, basta con examinar las hojas de vida de los representantes del presidente en los consejos superiores de las universidades públicas; por fortuna en el medio no se pueden eliminar todos los requisitos y el poder del gobernante no alcanza a permear todas las normas; no me imagino cómo cursar con éxito una carrera en la Facultad de Ingeniería con el único requisito de haber terminado la escuela primaria, por ejemplo. 

No obstante, hay intentos por “democratizar” el mérito académico, entendido como el ánimo de dar el mismo valor a las opiniones de los trabajadores que al conocimiento de los profesores; hace poco vi un grafiti que decía “Contra la tiranía del saber”. Pero lo más grave aún es la forma como algunos llegan a usurpar el cargo de profesor universitario; punto al que me quiero referir, dando un contexto previo.

Recordemos que a las universidades les rige la Ley 30 de 1992 «Por la cual se organiza el servicio público de la educación superior», que en su Artículo 70 establece que para el nombramiento de un profesor de universidad estatal deben cumplirse ciertos requisitos y efectuarse un concurso público de méritos previo a su incorporación, reglamentado por el Consejo Superior de la universidad. Por otra parte, ganar un concurso docente no garantiza un automático ingreso a la carrera profesoral, ya que el Estatuto Profesoral de las universidades establece requisitos adicionales tales como superar satisfactoriamente un periodo de prueba. Así las cosas, es imposible llevar a cabo una incorporación exprés de profesores sin mérito.

Un profesor universitario no se dedica a dictar clases solamente; hoy en día se exige que quienes pertenezcan a la carrera profesoral puedan desarrollar investigación autónomamente y dentro de sus funciones está también dirigir trabajos de grado y tesis. En el caso de la Universidad Nacional, a partir de 2013, para poder concursar se exige tener título de maestría como mínimo y en la mayoría de los casos se exige el doctorado. Los ganadores ingresan a la carrera profesoral después de un período de prueba de 18 meses y los profesores que están en la carrera profesoral están clasificados por categoría en Profesores Auxiliares, Profesores Asistentes, Profesores Asociados y Profesores Titulares. Su dedicación puede ser la de Catedráticos, de Tiempo Completo o de Dedicación Exclusiva. De acuerdo con su categoría, su dedicación, sus títulos y sus publicaciones se calcula su salario.

La Ley 30 de 1992 en su Artículo 74 abrió la posibilidad a las universidades de tener docentes ocasionales, es decir docentes que no están en la carrera profesoral, que no han ganado un concurso de méritos, y que son requeridos transitoriamente por la universidad para un período inferior a un año. En algunas universidades se les denomina catedráticos, pero hay que distinguirlos de los docentes de tiempo parcial, también llamados catedráticos, que sí están en la carrera profesoral, como es el caso de los catedráticos de la Universidad Nacional, por ejemplo. 

Los docentes ocasionales son académicos, profesionales o artistas con calidades académicas para ser contratados temporalmente con el fin de desarrollar actividades exclusivamente docentes en la universidad. No son profesores, su labor es exclusivamente docente y su vinculación, en la mayoría de los casos, tiene la misma duración del periodo académico para el que se les contrata. 

Algunas universidades vienen reduciendo la docencia ocasional con la figura de monitores de posgrado, becarios y auxiliares, que son estudiantes de posgrado, que bajo la dirección de un profesor, realizan actividades docentes en pregrado y que obtienen una retribución económica consistente en la exención en el pago de matrícula y estipendios que no son considerados salarios ni honorarios. Esta figura, en la medida en que hay cada vez más programas de doctorado y de maestría, es una buena alternativa, que además brinda a los estudiantes de posgrado la oportunidad de probarse en la docencia, afianzando sus conocimientos y evaluando su vocación docente bajo la guía de un profesor. Es un modelo bastante común en las universidades europeas y estadounidenses.

Los docentes ocasionales se escogen, como ya se dijo, sin concursos previos, es decir a dedo, y solo se exige que tengan un título de pregrado y que estén cursando estudios de posgrado o que acrediten experiencia profesional de dos o más años. Naturalmente entre ellos hay algunos que bien podrían llegar a ser profesores ganando un concurso docente previamente.

Tras estas aclaraciones espero que se entienda por qué me ha llamado poderosamente la atención que en un vídeo presentado hace unos días por el noticiero “Noticias Uno”, bajo el título de “Amenaza de paro en la Universidad Nacional”, le dediquen más de dos minutos a presentar una entrevista sesgada, previa al fallo que anuló la elección del rector al que apoyaban en la nota, anunciando un paro si el fallo del Consejo de Estado era contrario a los deseos de los entrevistados; como efectivamente ocurrió. Me refiero al fallo, no al anunciado paro. 

En la mencionada entrevista el único personaje que se presenta como “profesor” y que tiene el atrevimiento de decir que es vocero de los profesores, se llama Francisco Toloza, que no es profesor. Es un docente ocasional, que ahora usurpa la vocería de los verdaderos profesores para anunciar un paro que sus falsos colegas apoyarían ante un fallo adverso. Nuevamente, se desconoce entonces el mérito y cualquiera se presenta como profesor.

Naturalmente hay también en este ejemplo complicidad o falta de rigor periodístico, pues resulta inexplicable semejante gazapo, teniendo la Universidad más de 3000 verdaderos profesores para entrevistar. 

Recientemente Fidel Cano, director de El Espectador se excusó por haberse dejado engañar por un joven periodista que presentaba noticias e informes falsos que tuvieron que ser retirados posteriormente; quisiera creer que en el caso de “Noticias Uno” ha ocurrido lo mismo con este informe. 

Y finalmente hay que decir que a falta de mérito se está volviendo costumbre usar la fuerza, la agitación y la desobediencia. En la mencionada entrevista aparece también un trabajador arengando, se trata de quien dirige desde hace décadas, uno de los sindicatos de trabajadores de la Universidad, que ahora cuelga esta pancarta que no necesita más explicaciones. 

@MantillaIgnacio

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