El fantasma del drenaje de votos conservadores, desde la extrema derecha, anda suelto otra vez en la Gran Bretaña. Su presencia en la campaña para las elecciones generales del 4 de julio no deja de producir inquietud, pues ya se sabe cómo jugó papel importante en el proceso hacia el Brexit.

Nigel Farage, fundador de Reform UK, anteriormente conocido como Partido del Brexit, y más atrás Partido de la Independencia del Reino Unido, reapareció en el escenario con la idea de ser elegido miembro de la Cámara de los Comunes. 

Para quienes conocen su trayectoria, esta es la octava oportunidad en la que intenta llegar a ese epicentro de la democracia británica. En las siete ocasiones anteriores fracasó de manera estruendosa. No obstante, marcó huella en la arena política, porque si bien no resultó jamás elegido, con el ruido que hizo dejó en el ambiente una huella de agitación. En cambio, paradójicamente, fue elegido, al Parlamento Europeo, donde actuó como crítico de las instituciones de la Unión, de las cuales promovía la salida de la Gran Bretaña. 

Con motivo de la discusión sobre el Brexit, Farage se convirtió en uno de los voceros más activos de la causa del retiro. Oportunidad en la cual dijo muchas cosas estridentes, fruto de su efervescencia antieuropeísta, aunque más tarde tuvo que reconocer que muchas de ellas no correspondían a la verdad: como que los británicos estaban sosteniendo con su trabajo la economía de otros países. Cosas de esas que en el fragor de la contienda política suenan bien a algunos oídos, aunque no estén acompañadas de las pruebas correspondientes. 

Ese es precisamente el estilo que ahora temen los conservadores tradicionales. Porque el personaje, para muchos carismático, para otros detestable y en general basgtante incomprensible, tiene reconocida capacidad para decir cosas que representan sentimientos primarios y sencillos, de esos que pueden mover a la gente a votar. Sin que sus reproches vayan acompañados de alternativas sólidas, nítidas y armoniosas, de solución a los problemas que con vehemencia denuncia. 

Como supremo detector de defectos, Farage se dedica ahora a proclamar las fallas, explicables, del gobierno de Richi Sunak. Para ello echa mano de su experiencia y de su presencia reiterada en los medios como periodista controversial y controvertido. 

El problema, dicen en Londres, es que nadie sabe cuáles pueden ser los propósitos, y sobre todo el alcance, del retorno del personaje a la carrera por un puesto en el Parlamento, a la cabeza de un movimiento que en algunas encuestas superaría por ahora al partido de los conservadores británicos en la intención de voto. Y es que, a punta de titulares noticiosos, Farage ha sido capaz de afectar el curso de la campaña de políticos veteranos en discusiones parlamentarias, que además han ejercido altos cargos en la administración del estado. 

Los más afectados políticos conservadores que sienten cómo, en algunas circunscripciones, Reform UK, por el hecho de proclamarse de derecha, y por los asuntos que denuncia, les puede quitar más votos a ellos que a los laboristas.

El problema no es necesariamente que los “reformistas” vayan a derrotar curul por curul a los conservadores, sino que les van a drenar suficientes votos como para que en ciertos casos su elección se pueda ver comprometida. Todo a partir de un discurso sencillo, que llega al alma de ciudadanos desesperados y desencantados con los partidos tradicionales pues les habla en un idioma comprensible. 

Cuando allí, como en cualquier parte, hablan estos políticos hábiles a la hora de denunciarlo todo, “conectan” de inmediato con votantes que no tienen la formación, la costumbre, la obligación ni la responsabilidad de ir más a fondo en ninguna dirección, ni saben especular sobre alternativas, por lo cual se contentan con la denuncia, a partir del sentimiento de una afinidad confortable. De donde se deriva la idea de que ese personaje, que consideran su vocero, debe ser quien los represente, pues es quien mejor los sabe interpretar. 

Reform UK apela puntualmente a la fobia a las migraciones y a los migrantes. Con eso basta para tocar corazones de personas que temen por igual a quienes llegan de fuera, sean ilegales o legales, refugiados o simplemente extranjeros. Todo bajo ese sentimiento nacionalista que conserva todavía el espíritu del Brexit. 

La expresión de que “todo el mundo se siente más pobre”, que puede ser válida en muchos países alrededor del mundo, adquiere pocas semanas antes de una elección un papel importante. Para completar, llamarse “reformista” resulta muy atractivo políticamente, pues siempre habrá algo qué reformar y será confortable participar de alguna reforma. Solo que cada quién puede darle a la idea el contenido que desee, o el que mejor se acomode a sus intereses. 

Aunque muchos critican al líder de los reformistas de privilegiar las quejas sobre las soluciones practicables, y le reprochan su falta total de experiencia en materia de gobierno, sus puntos “venden” con cierto éxito su imagen. Sin perjuicio de que haya afirmaciones suyas que, así como lo han hecho famoso con algunos sectores, han ahuyentado a ciudadanos más experimentados y sensatos. Por ejemplo, hace un tiempo salió con la idea de que el Polo Norte se está volviendo a congelar. Buena noticia para todos, si fuera cierto. También se ha declarado recientemente más partidario que nunca de la reelección de Donald Trump, a quien le unen factores ostensibles de talante y de dispersión conceptual.

Mucho más allá que brillar de nuevo en público, tal vez Farage, con su Reform UK, no trata solamente de sumarse a la red de “sifones” que buscan captar votos de conservadores, liberales de centro derecha o socialistas de centro izquierda, sino que pretende convertirse en el segundo partido de la Gran Bretaña, después de los laboristas, que, bajo todos los cálculos, se proyectan en esta ocasión como los ganadores. 

Si bien el propósito anterior parece quimérico, los conservadores, y de paso también los liberales y los laboristas, no sólo deberán afrontar con mucho ingenio la arremetida populista de Reform UK, que ha puesto el debate en lenguaje ordinario, lejos del de los tecnócratas tradicionales, sino que han de ofrecer medidas creíbles de alivio a esos problemas que denuncia y que requieren tratamiento adecuado. Algo difícil de hacer desde una posición responsable en medio del furor de las hostilidades de la campaña. Si no aciertan, se podrían llevar una sorpresa parecida a la del Brexit. 

Avatar de Eduardo Barajas Sandoval

Comparte tu opinión

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 EstrellasLoading…


Todos los Blogueros

Los editores de los blogs son los únicos responsables por las opiniones, contenidos, y en general por todas las entradas de información que deposite en el mismo. Elespectador.com no se hará responsable de ninguna acción legal producto de un mal uso de los espacios ofrecidos. Si considera que el editor de un blog está poniendo un contenido que represente un abuso, contáctenos.